Por tercera vez me desperté en el hospital, pero esta vez todo era distinto. Había dejado que la venda caiga de mis ojos, me sentía tan confundido y frustrado por mi situación. Hace mucho había reconocido que tenía problemas que quería solucionar, pero ahora era el momento de la verdad, de mi verdad. Solo tenía dos opciones: dejarme morir o luchar por mi vida, por mi futuro. No quería morir, a pesar que en ese momento no tenía mucho a lo que aferrarme.
—¿Max?
—¿Mamá? –giré mi rostro hacia ella, un tanto confundido. Como las veces anteriores esperaba ver al doctor y a los padres de Kim, pero no, mi madre estaba allí y con lágrimas en los ojos.
—Mi niño, mi dulce niño. Perdóname, cariño. He sido tan mala madre. Lo siento, lo siento tanto Max. Por favor hijo, deja que te ayuden; estás enfermo Max, por favor deja que te ayuden. No estaré a tu lado si lo deseas, si mi presencia te hace daño...yo...haré lo que sea...por favor Max, deja que te ayuden—mi madre seguía enterrada en mi cuello, llorando; parte de su cuerpo apoyado en mí intentando abrazarme—. Mi pequeño, lo siento. Lo siento; todo es mi culpa. No te merezco, lo siento. No me apartes de tu lado...Max...te quiero mucho. Te quiero. Perdóname.
Solté un suspiro sintiendo mis propias lágrimas surgir.
—Está bien mamá, está bien. Dejare que me ayuden. Lo haré—acaricie su espalda intentando tranquilizarla.
Tenía muy presente todas las palabras que alguna vez habían salido de la boca de mi madre y que habían sido como puñaladas a mi corazón. También tenía muy presente que somos humanos y que los humanos cometemos errores, el proceso no sería fácil. El perdón no llegaría de la noche a la mañana, las heridas no sanarían rápidamente, pero lo intentaría. El cariño que sentía por ella se había ido desvaneciendo, se había ido ocultando para evitar volver a ser rechazado y no sería fácil hacerlo resurgir, pero lo intentaría.
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Necesité la ayuda de un equipo de profesionales: médicos, profesionales en salud mental y dietistas con una vasta experiencia en anorexia.
Yo nunca había sido una persona dada a pasar tiempo en el hospital; no tenía idea de porque a mi abuelo le atraía la idea de ir cada mes por su chequeo rutinario. El hospital me daba alergia, ni siquiera recuerdo la última vez que mi madre me llevó por un chequeo mensual. Cuando me enfermaba llamaba a mis abuelos o a mi tía que era doctora, pero que vivía lejos, para alguna consulta sobre pastillas. Y a últimas fechas quien llamaba era yo.
Aun me encontraba en un estado de confusión por todo lo que había pasado; distintos pensamientos venían a mí en todas las direcciones, algunos me insistían huir del hospital y volver a la vida que conocía mientras que otros me recordaban las fotos de Jeremy y como yo podía terminar en un ataúd. Por otro lado, estaba el radical cambio de actitud de mi madre. Cuando termino de llorar sobre mí, dejé que siguiera abrazándome y de rato en rato acariciaba su espalda intentando brindarle algún consuelo; sin embargo, no sentía ganas de corresponder su abrazo o fundirme en su pecho y dejar que las lágrimas que contenía junto a todo lo que pensaba saliera de mí.
—Vas a lograrlo, cariño. Eres fuerte. Voy a estar ahí para ti—era lo que mi madre decía mientras sostenía mi mano.
Estoy ahí para ti, palabras que muchas veces soñé con escuchar a estas alturas ya no causaban nada en mí, estaba tan acostumbrado a que me denigrara que sus palabras afectuosas eran como un eco vacío. Forcé una sonrisa en su dirección y el doctor Herrera entró en la habitación junto con una enfermera.
—Pero miren a quien tenemos aquí. Si es mi paciente escurridizo ¿Por fin vas a dejarte ayudar, muchacho?
—Parece que sí—dije un poco avergonzado.
—Pues estás en buenas manos. Eso sí, necesito que seas sincero Max, te mentiría si te dijera que esto va a ser lo más fácil del mundo, que dentro de unos meses volverás a ser un chico plenamente normal. Este proceso va a llevar un tiempo, trabajo en equipo y fuerza de voluntad. Así que quiero saber, ¿estas totalmente seguro de querer esta ayuda? Porque mi equipo y yo vamos a dar lo mejor de nosotros, un 110%, pero necesito que tú des lo mejor de ti. Tu madre y las personas de tu entorno que te quieren han aceptado apoyarte. Tienes muchos amigos leales ¿eh?
—Mis… ¿mis amigos están aquí?
—Yo hablé con sus madres, ellas estaban preocupadas por ti también. Vinieron a verte.
—No creo estar…listo.