Desperté después de un largo tiempo; me encontraba acostada en los asientos delanteros de la camioneta, estaba sola y a oscuras. Me alcé lentamente y la herida en el brazo comenzó a arder, levanté mi playera y la manga del abrigo, el corte estaba vendado al igual que mi estómago. La cabeza me dolía, pero me sentía con más energía.
Un malestar se posó en mi pecho al recordar lo que había sucedido con aquel hombre, me sentía angustiada y asustada. No quería darle vueltas al asunto, porque era enfrentarme a lo que más temía, a la oscuridad que llevaba por dentro, a la parte podrida de mi alma que intentaba ocultar. Quizás Nerón era un monstruo, pero incluso antes de saber que él era mi padre, yo ya tenía miedo de las cosas que sería capaz de hacer, él ahora solo era una justificación.
Bajé de la camioneta y a unos pasos visualicé a los demás alrededor de una fogata, estaban comiendo y hablando. Por suerte Marina parecía estar bien, tenía cubierta la herida de su cabeza y lucía algo pálida, pero al menos no estaba muerta. (Como el hombre) me reproché a mí misma.
―Al fin despertaste― dijo Oliver mientras se paraba de su lugar, llamando la atención de los otros, quienes de inmediato voltearon a verme.
―¿Cómo te sientes?―preguntó la chica del suéter azul.
No sabía si se refería a lo físico o a lo emocional, porque de cualquier forma me sentía terrible, pero preferí mentir, antes que admitir que mis emociones me estaban destruyendo por completo.
―Estoy bien, ¿Tú cómo te sientes?― dije observando su cabeza
― Estaré mejor. Deo nos curó a ambas, es bueno en eso ― habló mientras sonreía en dirección al therión
― Gracias Deo―contesté dirigiéndome al hermano de Egan, quien solo asintió―¿Dónde estamos?
―A unas horas de Terfiell―respondió Winston —. Dormiste casi todo el día —habló nuevamente al observar mi expresión de sorpresa.
―Siéntate y come algo― sugirió Oliver haciendo ademán de que me acercara
―Solo... solo necesito un momento y un poco de aire―respondí y comencé a caminar al lado contrario sin esperar a que me contestaran.
Parecieron entender a lo que me refería porque ninguno se interpuso. Avancé unos metros hasta ver un par de piedras enormes y me recargué en una de ellas. Solté todo el aire que estaba reteniendo y me cubrí el rostro para evitar volver a llorar.
―Sabes, he visto a personas vomitar o entrar en pánico al matar a su primera víctima, pero nunca imaginé que alguien pudiera llegar a desmayarse―dijo Egan quien me observaba a unos metros, recargado de un árbol. Ni siquiera había notado que no se encontraba en la hoguera.
―Disfrutas haciendo esto, ¿Verdad?―respondí más enojada de lo que pretendía sonar
―¿Hacer qué?―contestó con indiferencia
― Torturarme
―Quizás un poco, pero sé que la muerte del payaso no es lo único que te molesta―contestó acercándose, hasta estar lo suficientemente juntos y tomó mi mano dañada, un escalofrío recorrió mi cuerpo, pero decidí ignorarlo ―Veo que no fue tan buena idea apuñalarte, la herida se está infectando
No sabía cómo había averiguado lo que pasó, quizás me estaba vigilando y yo ni siquiera lo notaba. Me solté de su agarre bruscamente e hice esfuerzos para que no notara que su roce me había lastimado.
― Deberías ponerte esto ―dijo extendiendo un racimo de pequeñas flores blancas y amarillas, y después se volteó en dirección al árbol.
―¿Primero te burlas de mí y ahora quieres ayudarme? ¿Por qué se supone que debería confiar en ti?―dije observando las flores
―No me burlaba, ya te lo dije, solo fue algo interesante el hecho de que te desmayaras
―¿Interesante?―pregunté enojada―Para ti puede ser fácil matar a quien te plazca, eso ha sido para lo que te han entrenado, pero yo no soy igual que tú―dije fastidiada
― Por supuesto que no, yo jamás me he apuñalado―respondió sonriendo―No debiste hacerlo, si pierdes la mano serás menos útil
Decidí ignorar su comentario, sabía que si respondía, entablaríamos una conversación molesta e innecesaria, además el frío se estaba intensificando y debía comer algo o Egan tendría razón y me volvería inútil. Aun así, no quería que él tuviera la última palabra, así que pensé en algo que pudiera molestarlo, pero él ya avanzaba con la intención de marcharse.
―¿Por qué Helmut te debía un favor?― pregunté con curiosidad y Egan dejó de caminar.
Volteó a verme con el semblante realmente serio, su cuerpo estaba tenso y tenía el puño de su mano derecha apretado con fuerza.
―No es algo que quiera compartir contigo Carmín― respondió intentando sonar tranquilo ―Deberías considerar regresar a Haldenmoss o terminarás haciéndote daño ―dijo y siguió andando.
...............
CIUDAD CENTRAL 13 AÑOS ATRÁS...
EGAN
El pequeño rubio intentaba no hacer ruido, llevaba algunas horas encogido en el mismo lugar. El hambre comenzaba a manifestarse y su estómago emitía constantes sonidos, al igual que el de su compañera. La castaña parecía tener frío y en su rodilla había un enorme raspón. Ambos estaban ocultos en el frío closet de su madre.
En el exterior, el ruido se hacía cada vez más intenso. Egan sabía que debía cuidar a Sophie. Su hermano le había dicho que tenían que ocultarse hasta que su padre regresara. No le dio alguna otra explicación. El niño pensaba que quizás era parte de un juego y él amaba jugar, sobre todo si eso incluía a Deo y a Sophie, quien llevaba más de una semana viviendo en su casa. No tenía idea de la razón por la que la chica se había mudado a su hogar, ella era hija del vigilante de uno de los laboratorios y su compañera de clase.
Con duda salió finalmente de su escondite, cubrió a la niña con un abrigo rosado que había pertenecido a su madre y se dirigió a la cocina en busca de algo de comida.
Aun así, intentó ser silencioso, no estaba seguro de que fuera su padre quien hacía ruido en la casa. Bajó las escaleras con lentitud y llegó hasta el pasillo, todo estaba en calma y eso lo hizo confiarse, llegó hasta la alacena y sacó una caja de cereal y un frasco de chocolate. Emocionado se planteaba correr directo a la habitación para decirle a su amiga que ya podía salir, pero una voz sonó desde la sala.
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Editado: 15.03.2024