NERÓN.
Nerón Hibberson siempre pensó que su infancia había sido normal, que aquellas historias que le contaba su madre bajo los efectos de las drogas eran ciertas y que todas las demás mamás del mundo también se las decían a sus hijos antes de dormir.
Nerón nunca tuvo hermanos y su padre se pasaba la mayor parte del día trabajando, Riel Hibberson era un integrante fundamental para su gobierno, alguien esencial para que la ciudad siguiera en constante crecimiento, por lo que siquiera pensar en dedicar más de 10 minutos a su hijo, era algo completamente innecesario.
Nerón se aburría rápidamente y tener que estudiar en su casa era una enorme desventaja al momento de querer hacer amigos, pero era muy inteligente. Tenía que serlo, él sería el próximo presidente, su padre solía repetirlo de forma constante las pocas veces que lo veía.
Su parte favorita del día era cuando su madre lo arropaba y le contaba sus grandiosas historias. El niño era ingenuo entonces y no percibía el aroma a cannabis que emanaba del cuerpo de su madre, o el rojo impregnado en sus ojos, y sus manos frías y temblorosas.
Cuando el menor de los Hibberson cumplió 12 años, se llevó un enorme susto al despertar y encontrarse con un cielo sumido en completa oscuridad, pensó que quizás se había equivocado y que aún era de madrugada, pero su madre entró entonces, con un extraño pastel, un pequeño cuchillo y varias velas. Al notar el asombro en el rostro de su hijo, se acercó a él.
―Es solo un eclipse, pronto pasará―dijo, tomando asiento en la cama junto a él.
―¿Por qué desapareció el sol mamá?—preguntó el niño asustado, sin siquiera prestar atención al regalo que su madre había preparado.
Para esa época se sabían pocos datos sobre aquel suceso, la gente lo tomó como algo irrelevante, ya que el último eclipse se había presentado 70 años antes y no había tenido ninguna repercusión. La madre del niño no tenía idea de por qué ocurría aquel evento o cuánto tiempo en verdad demoraría, ella solo sabía que en algún momento el sol volvería resplandecer y todo regresaría a la normalidad.
―¿Quieres oír una historia?― le dijo ignorando su pregunta
Nerón asintió emocionado, pues amaba escuchar los relatos que aquella mujer le contaba. Su madre le pidió que apagara las velas y dejó el pastel en la pequeña mesa. El niño no tenía idea de que ese día Noora Hibberson había decidido probar la heroína, ni de que era mentalmente inestable desde hace mucho tiempo y que su historial clínico estaba repleto de intentos de suicidio.
―Cada cierto tiempo, en diferentes partes del mundo nace un niño especial. Este niño tiene ciertos dones, pues por sus venas corre luz proveniente del Dios sol. Conforme avanza el tiempo, sus habilidades crecen, ayudándoles a convertirse en grandes líderes, invencibles guerreros o poderosos reyes. La gente los ama y hace todo por ellos, pero a cambio, estos niños deben asegurarse de que el sol siga funcionando. Aquella estrella debe continuar emitiendo luz o, de lo contrario, sus poderes desaparecerán y toda la humanidad se extinguirá ― dijo e hizo una pausa para pararse ― Cada vez que un hijo del sol muere, el cielo se oscurece, justo como ahora― continuó su madre mientras señalaba el cielo a través de la ventana―Y mientras dura el eclipse, los poderes de este guerrero son traspasados por el Dios sol a otro niño para que pueda convertirse en un nuevo líder― agregó mientras lo señalaba
―¿Yo?―pregunto Nerón con asombro
―Sí, hoy es tu cumpleaños y un hombre sol acaba de morir, tú puedes tomar su poder si quieres ―dijo la mujer posándose frente a él.
―Si quiero, mamá, si quiero ―contestó emocionado, mientras sonreía.
―Solo que hay algo que tienes que saber. Si deseas estos poderes debes hacer un sacrificio
―¿Un sacrificio?―cuestionó el niño asustado
―Claro, los Dioses siempre requieren de sacrificios para seguir incrementando sus poderes y tener nuevos descendientes, de lo contrario desatarían su furia contra nosotros y dejarían el mundo en completa oscuridad.
―¿Y qué tengo que hacer?
―Debes darles un corazón ―dijo su madre divertida.
Para ese punto, la mujer no tenía idea de lo que decía o con quién conversaba, las cosas a su alrededor se desplazaban salvajemente y su cuerpo comenzaba a adormecerse. El niño comenzó a respirar de forma acelerada; el comentario que su madre acababa de hacer, lo había asustado por completo.
― ¿Entonces que dices Nerón, no quieres ser un hijo del sol?― cuestionó una vez más su madre
―Quiero ser un gran líder, pero no hay un corazón que pueda entregarle― respondió nervioso, observando el lugar.
―Puedes tomar el mío― dijo la mujer mientras le pasaba el cuchillo
El niño miró el objeto sin tomarlo, estaba aterrado, no tenía idea de por qué su madre le estaba ofreciendo un arma.
― ¿Qué quieres que haga con eso?
―Simple, toma mi corazón, así tendrás tus poderes― contestó la mujer obligando al chico a sujetar el arma
Él negó con la cabeza, desesperado, y cerró los ojos.
―Debes hacerlo ahora, Nerón, ¿no quieres ser un gran líder?—dijo su madre con voz seria.
El chico siguió sin responder, se sentía con miedo y confundido, ni siquiera notaba que el cielo comenzaba a aclararse.
―Bien, lo haré por ti, entonces ―gritó la mujer y se enterró el objeto en el pecho.
Nerón miró a su madre horrorizado, lentamente la mujer cayó al suelo y una enorme mancha de sangre se formó alrededor de su cuerpo. El niño intentó mover a la mujer, al no tener idea de qué hacer, le pedía que despertara sin saber que ya había muerto. Pronto comenzó a gritar, sabía que su padre no estaba en casa, pero quizás la cocinera vendría a ayudarlo. Las lágrimas comenzaron a bajar por sus mejillas y sus manos ya estaban impregnadas del rojo sangre que brotaba de su madre. Nadie parecía venir a ayudarlo, así que se paró dispuesto a salir, pero entonces notó que el cielo se estaba despejado, se asomó por la ventana y vio el sol en lo alto, brillando de una forma tan intensa que al final pensó que quizás lo que su madre le había contado era cierto.
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Editado: 15.03.2024