Sangre Codiciada

XII

"Es cierto que dejarse llevar por la ansiedad es malo, pero a veces hay que tomarla cómo un aviso"

 

—¿Enana? ¡¡Hey!! Tierra llamando a la enana… ¿Estás bien? Venga seguro no hay nada de qué preocuparse —Me animó Nad sacándome de mis pensamientos y un poco de mi crisis.

—¿Eh? Si… eso espero… —susurré caminando hasta el oficial en la recepción.

—Sé que es difícil mi niña, pero cómo dijo Nadeem seguro no es nada y solo andan sin conexión o perdieron los celulares, ya sabes que ellos a veces andan cómo locos y los dejan donde sea —A veces me asustaba lo serio y normal que ella veía este tipo de cosas, hasta que recordaba que para eso estudió, los abogados me daban miedo.

—B-buenas tardes… Ve-vengo a hacer una denuncia p-por desaparición… llevo varios días sin saber de mis padres… —Apenas pude hablar del llanto que llegó a mí, impidiéndome hablar con claridad.

         Nad me abrazó haciendo que me escondiera en su pecho, a la vez que Lis me abrazaba por otro lado. Ambos susurraban dulces palabras para que me calmara y pensara en positivo, pero la ansiedad no me lo permitía. Solo malas imágenes venían a mi cabeza, mi cuerpo empezó a temblar e inconscientemente me comencé a morder el interior de mi mejilla izquierda.

—Mi clienta perdió la comunicación con sus padres hace alrededor de 5 días. El último contacto que tuvieron fue a las 11 de la noche y el mismo fue interrumpido de forma abrupta, cosa que no es para nada común dada la relación que guardan entre ellos cómo familia.

《Lleva intentando localizarlos desde entonces y una vez más llama mi atención la falta de noticias sobre ellos, esta situación no se había dado nunca. He ahí la preocupación de mi cliente por la desaparición repentina de sus padres y la causa de la denuncia en pro de lograr una orden de búsqueda y rescate —Escuché a lo lejos cómo hacía la denuncia, ojalá pudiera hablar con esa seguridad en un momento así, porque ella debía estar igual que yo, más o menos, después de todo mis padres son sus mejores amigos de toda la vida. 》 

         Llegó un momento en que los chicos me sacaron a tomar aire luego de que les enseñara las fotos de todas sus identificaciones para poder buscarlos. Si, tenía todo eso en mi celular, en una carpeta segura, por si algo pasaba o necesitaba alguno de sus documentos, lo que jamás pensé que fuera para algo como esto.

—Respira… Respira… profundo y despacio. Así no vas a lograr nada. Y deja de morderte la mejilla, te vas a hacer daño. ¿Ya viste lo feo que lo tienes? Vamos hazme caso, seguro que todo va a estar bien. Cómo dijo la señora Adriana seguro se les perdieron los celulares o la conexión se fue, recuerda que ellos están en el fin del mundo —susurraba Nad haciendo que lo mirara a los ojos.

         Yo estaba sentada en uno de los bancos con Lis a mi lado, abrazándome y con Nad de rodillas frente a mí tratando de hacerme sentir mejor.

—¿Quieres que te lleve con mi primo? Él seguro te ayudará mejor, junto con el monje, siempre lo hacen. ¿Quieres? —Negué, ya estaba un poco mejor y no quería molestarlos más.

         Al parecer era algo de familia, Osmon y Nadeem, desde que éramos muy pequeños, siempre habían mantenido la calma en cualquier situación. Pasará lo que pasara ellos no perdían el control y ayudaban a los demás a mantener el suyo o a volver en sí, tal vez por eso uno estudiaba psicología y el otro era monje.

—Ellos viajan mucho, saben cuidarse y qué hacer en caso de que no se sientan seguros. ¿A parte no dicen que las malas noticias corren rápido? Hasta ahora no hemos sabido nada de ellos, si algo hubiera pasado ya lo sabríamos —Lis tenía un punto, pero la presión en mi pecho no me dejaba entenderlo.

—Ya hice la denuncia, ellos nos avisaran en cuanto tengan alguna información. Si en algún momento tus padres se comunican contigo o con cualquiera de nosotros tenemos que informarlo a la policía —Nos comunicó la madre de Lis, Adriana—. Ahora vamos a casa para que descansen y a esperar cualquier señal.

         Así fue cómo regresamos a casa y nos encerramos en el cuarto los tres. Tomé el peluche de Lis abrazándolo con fuerza, Nadeem se sentó frente a mí, negando en silencio y la dueña de la habitación, en el sillón frente a nosotros. De la forma tan cerca que nos habíamos colocado parecía como si estuviéramos haciendo un super plan secreto, pero no, ninguno habló por un largo rato, solo estuvimos mirándonos o mirando al suelo, sin saber qué decir.

         A la noche Nad se fue y solo quedamos Lis y yo acostadas en la cama, mirando el techo, trazando dibujos imaginarios con los dedos y los puntos. Por un momento cerré los ojos recordando lo seguro que se veía Cristian esa mañana y sobre todo sus palabras, haciéndome sentarme de golpe, a consecuencia tuve un suave mareo por el rápido movimiento.

—Cuando pasó lo de esta mañana vi a Cris demasiado seguro diciendo cosas muy raras o por lo menos no normal —dije de pronto, mirando a Lis extrañada y curiosa.

—Cris no es muy normal que digamos y tú lo sabes. ¿Qué? Es la verdad —Se defendió encogiéndose de hombros ante mi mirada de reproche.

—Si, si lo que sea… ¿Pero me vas a decir que amenazar a alguien diciendo que en ese lugar no puede hacer nada porque no es su territorio, sino que es tuyo, es normal? No lo creo. Además, la forma en la que se peleaban era igual que la que usaron Nadeem y él el otro día o tal vez peor cuando nunca habían tenido problemas o hablado y para Cris lo único que ellos han hecho es no dejarme entrar a la clase. ¿No te parece raro? —pregunté acercándome a ella, aunque con la mirada pérdida recordando aquella mañana.

—Yo lo que creo es que te estás sugestionando demasiado con todo lo que te ha pasado. Deberías simplemente dejar que las cosas pasen y no estar sobre pensando las cosas, ni Nadeem, ni Cristian, ni tus padres, son parte de una secta o cosa rara para que estés sospechando o viendo cosas que no son. Aquí los únicos que están mal son los vecinos esos tuyos y los que mataron al chico en el callejón, de ellos te tienes que preocupar y tratar de estar lo más lejos posible de su presencia —Como siempre ella tenía razón, pero yo seguía sin poder evitar maquinar todo aquello en mi cabeza.




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