"Cuando la realidad y la ficción se fusionan ya no vas a poder saber cuál es cual, incluso vas a creer que estás mal de la cabeza"
A lo largo de mi vida siempre soñé con vampiros y lobos. He visto cientos de películas y series sobre ellos. Me los imaginé de cientos de formas, pero jamás pensé que fueran reales porque a pesar de que me gustaban, sabía lo peligroso que podía ser un ser humano con tanto poder.
Mis amigos siempre se reían de esas historias, diciendo que nada de ello era real. Me decían que si estas criaturas existieran se sentirían muy ofendidas. Muchas veces me parecían exageradas sus reacciones, si al final eran solo historias de fantasía.
Me había quedado helada al ver como los ojos verdes de mi amigo pasaban de un color claro a uno intenso. Sus pupilas se achicaron y sus ojos dejaron de ser redondos para ser más alargados. Le había comenzado a crecer pelo blanco por todas partes, sus colmillos crecieron enormemente, haciendo que me alejara asustada de él, todo lo que la pared me permitía. En menos de un abrir y cerrar de ojos tenía un lobo blanco, enorme, frente a mí, mirándome con tristeza y curioso.
Vi como aquel enorme animal bajó su cabeza. Su colita estaba entre las patas y las orejitas caídas. Alrededor de este, la ropa de mi amigo estaba hecha pedazos. Miré aquellos pedazos de tela y luego a él y viceversa.
—¿O-Osmond…? —pregunté, le llamé, dudosa y con miedo
Una cosa es que me gustaran los lobos y otra muy distinta era tener uno mucho más grande de lo normal frente a mí. Eso sin contar, que hace unos meses había visto como uno arrastraba un cuerpo como si nada.
Aquel lobo solo asintió con la cabeza mirando hacia abajo. Por primera vez se atrevió a mirarme a los ojos, los suyos llorosos como si esperara algo de mí, pero tenía tanto miedo que no podía simplemente ir a él y acariciarlo. Mis manos temblaban y mi mandíbula estaba tensa. Por un lado, deseaba confiar en él, pero otro lado me gritaba desesperadamente que saliera corriendo de allí, pero mi cuerpo simplemente no respondía. Mis ojos estaban aguados por no pestañear, por miedo a que en un abrir y cerrar de ojos hiciera cualquier movimiento y fuera demasiado tarde para mí.
Sentí que tocaron a la puerta, lo que hizo que pegara un brinco. Miré al lobo frente a mí, que ahora se veía en alerta y preocupado. Cruzamos miradas y a la misma vez miramos a la puerta.
—Pa-pasa p-por favor —supliqué con miedo.
—Solo pasaba a saber cómo esta… ¿Osmi? ¿Al fin lo lograste? Ven acá pequeño. —dijo aquel chico que era unos años mayor que nosotros.
Vi como aquel lobo se le tiró encima llenándolo de lamidas mientras movía la cola de felicidad. Lo único que sabía de ese chico era que él había sido quien había ayudado a Osmon con la adaptación cuando llegó al templo. Jugaban entre ellos. El chico tenía la cara del lobo entre sus manos haciendo que fuera de un lado a otro mientras el animal intentaba morderlo. Pararon de jugar cuando el lobo le puso una pata sobre la mano derecha parándolo para después mirarme con tristeza.
—Oh entiendo. ¿Ella es la causa de que pudieras hacer esto? —preguntó asombrado y con ternura.
El lobo solo asintió y le hizo varias señas con la cabeza.
—No debería tenerle miedo. Esta hermosura frente a usted sigue siendo el mismo chico que le ha acompañado durante toda su vida. El mismo que le ha amado y protegido. El mismo chico con el que ha compartido habitación durante todo este tiempo —Su voz era pausada, tranquila y segura, pero aun así tenía miedo, amaba a los lobos y a Osmon, pero después de la primera vez que vi uno arrastrando un cuerpo… —. Se que es difícil de creer y asimilar, más con todo lo que ha vivido, pero él sigue siendo su amigo, con otro aspecto, pero el mismo. Mírelo de esta forma si él le hubiera querido hacer daño ya lo hubiera hecho.
Tragué en seco y negué. Era cierto lo que decía, pero el miedo de que me hiciera algo seguía presente. Cuando vi su carita de tristeza, nuevamente, decidí acercarme un poco más a ellos. Al ver como comenzó a mover la cola feliz me hizo reír divertida.
—Es la primera vez que se transforma. Por años pensamos que era solo humano como el resto de nosotros, por eso su madre lo envió al templo tan pequeño, para que estuviera a salvo. Algo raro ya que todos en su familia son hombres lobos y él es especial, porque es uno puro, a diferencia de sus primos —comentaba acariciando la cabeza del mencionado.
—¿Sabes toda la historia? —pregunté curiosa sentándome a su lado
—Solo sé lo mismo que Osmond sabe. El primer día que llegó estaba muy ansioso y con miedo por lo que contándome todo el caos que había en su cabecita, fue que logró estabilizarse —No me imaginaba a Osmon contándole su vida a alguien que acababa de conocer, solía ser muy reservado con eso.
—¿Entonces no estoy alucinando por el encierro?
—No, lo que estás viendo es tan real como usted misma —dijo entre risas—. Debería sentirse muy afortunada, la primera transformación de un lobo es algo muy importante e íntimo y más con lo difícil que fue para Osmond. ¿Sabe por qué lo hizo o pasó algo entre ustedes para que se transformara? —El lobo frente a mí, Osmon, lo miró enojado negando.
—No creía que los vampiros y hombres lobos fueran reales —Me encogí de hombros.
Cuando Osmon asintió y miró con obviedad al chico, reí por lo bajo.
Con mucho cuidado y algo de miedo aún, me atreví a acariciar su espalda. Era raro si pensaba que era mi amigo al que estaba acariciando de esa forma y no a un perro.
—Si, al principio es raro verlos así y comportarse de esa forma, pero después ni cuenta te das y hasta tiernos te parecen —Al parecer se había dado cuenta de lo desconcertada que estaba con la situación.
—Si tú lo dices… —Y de la nada tenía la cabeza del lobo Osmon en mis manos pidiendo más caricias.
—Ya verás que sí y tú, pequeño lobito, deberías volver a tu forma humana. Ve al baño, yo te llevo la ropa.