Guardo mis libros luego de una larga jornada de estudio, los exámenes finales se acercan y entraré a mi primer año universitario. Escogí estudiar en nuestra universidad local por su prestigio tanto nacional como internacional, es muy difícil quedar en ella y a pesar de que mis calificaciones no son las mejores logré sobresalir en el examen de admisión.
Levanto la mirada y observo a unos niños correr al rededor de las estanterías, me encuentro en una biblioteca cercana a mi instituto donde a menudo vengo a realizar mis deberes, estudiar o simplemente a leer. Al no haber ningún adulto cerca es mi deber decirles que lo que están haciendo no es correcto en un lugar como este, estoy por levantarme de mi lugar cuando una mujer de mayor edad se acerca a ellos y los lleva al área de cuentos infantiles.
Su presencia me es extraña ya que desde que era una niña suelo venir muy a menudo y nunca la he visto antes. Supongo que es nueva por aquí, al ser una ciudad pacífica y muy bien reconocida por sus altos estándares de seguridad muchas personas mayores suelen escoger esta ciudad para pasar sus últimos años luego de su jubilación.
Me gusta hablar con personas de su edad y aproximados, me parecen personas muy interesantes y siempre tienen algo para contar, ya sean experiencias propias o de alguien más. Debido a esto me encuentro caminando hacia ella, quién sigue reuniendo niños para llevarlos a su área.
― Hoy no pudo venir la chica que les lee cuentos, así que yo les leeré uno. ― Les informa mientras otros niños siguen llegando, por lo que detengo mis pasos y me siento en una silla a unos metros de ellos. ― Guarden silencio para que todos puedan escuchar. ― Les pide y ellos asienten, me acerco un poco más para poder escucharla mejor. Tomó su libro y empezó a leer.
El Ángel y el Demonio.
Era de noche, mientras un ángel esperaba con ansias lo que más amaba en todo el universo, incluso más que su propia existencia; un demonio. Pero ese demonio no era como los demás y eso rompía las reglas. Él era bueno, simplemente estaba en el lugar equivocado y en el momento equivocado.
En el cielo tanto como en el infierno era prohibido que las criaturas se viesen con otras de distinta especie a la suya.
Pero al principio del día, a la hora cero de la madrugada mientras todos descansaban, ellos podían encontrarse por lo menos por unos minutos sin peligro alguno, ya que esa hora es sagrada y por lo tanto nadie se daría cuenta...
O por lo menos eso creían.
Un día un arcángel que estaba enamorado del ángel decidió seguirla para descubrir a donde iba su amada minutos antes de finalizar el día.
Espero a que ella saliera de su hogar para luego seguirla desde lejos, el ángel iba tan concentrada pensando en que pronto vería a su amado que ni si quiera notó la presencia del otro.
El ángel llego a su destino, la frontera entre la luz y la oscuridad.
El cuerpo del arcángel se llenó de celos al ver como ella se lanzaba a los brazos de aquel ser tan despreciable.
Siglos cortejándola y ella nunca mostró ni la más mínima pizca de interés hacia él. La furia invadió su cuerpo y voló a contarle lo sucedido a sus superiores.
Al día siguiente se construyó una barrera entre ambos mundos evitando que el ángel y el demonio pudiesen verse. De igual manera ellos dos seguían reuniéndose todas las noches, cada quién de su lado de la barrera. Aun cuando un gran muro los separaba, el simple hecho de saber que del otro lado de este se encontraba su amor eterno era suficiente para permanecer en ese lugar.
Aún cuando no podían hablar y ser escuchado por el otro, aún con los castigos que les propinaban al terminar el día. Ningún castigo fue suficiente para acabar con su amor.
Su amor crecía cada vez más con el pasar de los siglos, un amor único y perfecto. Hasta el punto que un día, la barrera se rompió y ellos pudieron estar juntos nuevamente. ― Finalizó la anciana mientras cerraba su libro.
Editado: 23.11.2021