“A veces me pregunto que hubiera pasado si hubiéramos cambiado la manada de lugar, si hubiéramos mudado el pueblo a un lugar lejos”
Me había posicionado delante de Agathê para que no le hicieran daño. Llamé varias veces, olfateé, traté de buscar con la vista, pero no veía a nadie. Aun así, fuimos corriendo a nuestras casas. Primero me aseguré de que ella llegara bien a la suya y luego fui a la mía.
Al llegar entré con sigilo, pues no quería alertar a mis padres. Me dirigí en puntas de pies a la habitación donde descansaba papá, esperando que hubiera mejorado.
—¿Cómo está? —pregunté susurrando al ver que mi padre estaba durmiendo.
—Está mejor. Tuve que obligarlo a tomar mi sangre, pero aun así necesita del jugo para curarse por completo —susurró mi mamá, quien no le quitaba la vista de encima ni por un segundo.
—Con respecto a eso, hay frutos para hacer muy poco, apenas va a alcanzar para los heridos y el resto para los más necesitados, solo para que se mojen un poco los labios —dije preocupado. Sabía que, si a alguien le estaba haciendo daño esa escasez, era a mamá.
—Tranquilo, mi niño, estaré bien. Mientras tu padre se recupere, todo volverá a ser normal. Por cierto, Alessandro nos contó que lo hiciste perfecto hoy. Estamos muy orgullosos de ti por eso, mi cachorro. Ahora deberías ir a dormir, es muy tarde. —Como siempre, mi madre me hablaba con dulzura y orgullo; eso era lo que me reconfortaba al final de cada día.
Le di un suave beso en la frente y luego miré a mi padre por última vez. Aún sangraba más de lo normal por un costado y el cuello. Suspiré y me fui directo a mi habitación.
No les había contado nada de lo que nos había pasado a Agathê y a mí porque lo último que quería era preocuparlos más de la cuenta. Miré la hora y recordé que aún tenía un montón de tareas de la escuela sin hacer, así que me senté, cansadísimo, a terminarlas todas.
Esa noche no dormí nada y, al otro día, en la escuela, estaba que me caía del sueño. Massimo y yo aún seguíamos molestos, pero eso no evitaba que compartiéramos en clase o a la hora del almuerzo. Así pasaron los tres días que se necesitaban para que el jugo estuviera listo. Por suerte, a mi padre le hizo efecto casi al instante: hizo que dejara de sangrar y tuviera un mejor aspecto. Mi mamá también había mejorado un poco después de aquella pequeña dosis que yo le había dado.
Después de la recuperación de mi padre, pasó una semana en la que estuvo colmado de trabajo, como la organización y estrategias que mantenían a la manada a flote, desde la comida hasta la reparación de casas, por todo el tiempo que estuvieron ausentes él y los guerreros que fueron con él y luego el lapso en el que mi padre estuvo en reposo. Ese día, él iba a tener tiempo para pasar con nosotros sin obligaciones de por medio. Por la mañana, antes de ir a la escuela, le había preguntado si Agathê podía ir a la casa a cenar para presentársela, lo cual él aceptó, emocionado, con la condición de que fuera otro día porque después de lo que había pasado quería que me pasara una semana junto a él y a Hardy, mi entrenador cuando mi padre no estaba.
—Le pregunté si podía ser hoy y me dijo que no que sería después de un entrenamiento especial que quería hacer conmigo y Hardy —le conté a Agathê.
—Oh entiendo. ¿Y ese entrenamiento? ¿Es por lo del ataque? —preguntó Agathê, susurrando lo último.
—No lo sé, supongo, nunca cuestiono lo que mi padre me dice solo obedezco y ya —respondí encogiéndome de hombros
No era raro que tuviera que entrenar, lo raro era tener que ir con Hardy y mi padre al mismo tiempo. En los quince años que tenía nunca había sucedido algo así. La mayoría de mis entrenamientos eran con Hardy, a quien con el paso del tiempo había empezado a ver como un segundo padre o hermano mayor, él me había ayudado a aprender y perfeccionar muchas cosas, sin contar que entrenando a su lado me sentía más cómodo que al lado de mi padre. Con mi padre las cosas eran distintas, siempre trataba de ser como él y le tenía demasiado respeto, incluso en ocasiones lo trataba más como al Alpha al que debía imitar que como a mi progenitor. Era algo que simplemente no podía evitar, por mucho que el tratara de cambiarlo.
Al acabarse las clases tuve que ir directo a donde estaba el campo de entrenamiento. Estaba algo alejado del pueblo, muy escondido dentro del bosque, pero de tantas veces que había ido ya me había acostumbrado. Al llegar estaba Hardy quien me recibió con un abrazo como siempre.
—¿Cómo te fue en la escuela hoy? Te veo preocupado ¿Alguien a quien tenga que molestar? —preguntó mientras entrabamos a la cabaña para cambiarme de ropa, del uniforme a una de ejercicio.
—No, solo Massimo. No sé qué le está pasando últimamente, hace comentarios nada agradables y por alguna razón siempre esta molesto. Cuando le pregunto que le pasa dice que nada y se va —Me preocupaba mucho el cambio de mi amigo, él siempre había sido muy abierto conmigo, pero desde que nos peleamos el día que mi padre llegó era otro.
—Dale tiempo, recuerda que estaba acostumbrado a ser tu centro de atención y ahora que tienes novia y estas comenzando a tomar ciertos deberes de Alpha es normal que se sienta desplazado o incómodo. Si la amistad de ustedes vale algo para él, en algún momento volverá, tal vez no igual que antes, porque ni tú eres el mismo niño, ni él tampoco, pero seguro lograran una forma de continuar la linda amistad que tenían —Me animó Hardy mientras terminaba de ordenar mis cosas.
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Editado: 09.11.2024