Sangre Mestiza i: el inicio de la travesía || L1

18. HAY UNA SERPIENTE EN MI VECINDARIO, DIGO, EN MI BOTA

Un gruñido de advertencia fue lo que obtuvo de respuesta, el miedo empezaba a apoderarse de ella creyendo que se había equivocado el pensar aquello. Pero no se rindió, siguió intentándolo.

—Tranquilo —dijo con serenidad—, no quiero hacerte daño, soy buena.

Levantó ambas manos para reafirmar su punto, mostrando que no tenía ningún objeto peligroso. La criatura la miraba amenazante, con ojos entornados y un leve gruñido, mostrando sus colmillos se fue acercando a paso lento a Naomi. Estaba solo centímetros de ella, podía sentir su respiración sobre su rostro, era tan grande aquel animal que su cabeza le llegaba sobreasaba la suya. Por instinto, cerró los ojos al tenerlo tan cerca, llena de miedo esperaba poder cambiar el curso de los acontecimientos. Pero nada pasó.

Abrió los ojos y lo que vio la dejó impactada, el Barghest había disminuido su tamaño hasta parecer un lindo cachorrito que la miraba con curiosidad, sentado y meneando la cola, con grandes y brillantes ojitos azules. Se agachó hasta tenerlo a su altura, lo acarició con ternura en la cabeza y al ver que se dejaba, se atrevió a abrazarlo con fuerza.

—¡Qué lindo eres! —exclamó emocionada, viendo como su nuevo amigo meneaba la cola— De ahora en adelante vivirás conmigo, seremos amigos siempre y te voy a querer mucho.

Ladridos de emoción y pequeños saltos de alegría fueron su respuesta. Su apariencia terrorífica y gran tamaño era por su naturaleza, pero en realidad tan solo era un pequeño cachorro alejado de su manada, y Naomi le dio lo que necesitaba, una familia y amor.

—Te llamaré Ciro, ¿Te gusta? —le dijo sonriente después de lograr escabullirlo hasta su habitación.

Un par de lamidas en el rostro fue su forma de dar su visto bueno, esa noche durmieron juntos, preparándose para dar la gran noticia al día siguiente.

Con lágrimas en los ojos y viendo las fotos que aún conservaba de su fiel amigo, recordó la reacción de sus padres al verlo esa mañana. Ante ellos se había presentado como un lindo cachorrito, pero ellos sospechaban que era más que eso, sin embargo, la vieron tan emocionada con él que no tuvieron alternativa más que aceptarlo como parte de la familia. Por largos años, vivió con ellos cuidándolos de aquellas criaturas que querían hacerle daño, la protegía como si la vida se le fuera en ello. Lo extrañaba demasiado, pero ya no podía hacer nada por él. Ciro jamás volvería con ella y eso le partía el corazón en mil pedazos.

Sollozó en silencio, recordando todos los maravillosos momentos con su querido Ciro. Recreó de igual forma aquel día en que lo perdió, dándose golpes de pecho y culpándose por no haber actuado de una forma diferente. Eso le atormentaba todos y cada uno de los días, sin poder regresar en el tiempo y cambiar el curso de los hechos. Quedó dormida por unos breves segundos, dejando que la tristeza dominara por el momento bajando sus defensas. Un vistazo de un par de ojos verde-azules la sobresaltó despertándola de inmediato. No debía dejarlo entrar, tenía que controlarlo.

Se duchó para quitarse esa sensación que le produjo su breve desliz, despejar su mente de recuerdos deprimentes y limpiar de su rostro los restos de su llanto. Bajó a almorzar con sus padres, quienes no tocaron ningún tema extraño durante la conversación.

—¿Lista para tu primer día de clases? —preguntó Félix con tono causal— ¿Ya tienes todo listo?

—¿No era el próximo mes? —indagó Naomi con fingida sorpresa.

—¡Naomi! —exclamaron los dos en advertencia.

—Ya, sí lo sé, entro mañana que emoción —exclamó con fingida alegría—, no puedo esperar.

—Omitiendo el sarcasmo, en la mesita de la sala te dejé la lista de útiles y el dinero —señaló Nilsa—, pero solo limítate a comprar lo que está allí, nada más.

—¿Tengo que ir yo? ¿Obligatoriamente? —indagó con fastidio— Tengo flojera.

—¡Ay que mal! —exclamó Félix con sarcasmo— Tu madre y yo no conocemos muy bien el vecindario, pero tú sí. Ya debes saber dónde está cada almacén, ¿no? Para algo hiciste la «inspección de los alrededores» los primeros días que llegamos.

Nilsa estalló en risas ante la ocurrencia de su esposo, y por la expresión ofendida en el rostro de su hija.

—Y después preguntas que de dónde sacó yo tanta palabrería —replicó Naomi a su madre—. Ahí lo tienes, el mal ejemplo.

—Termina de comer y te vas —anunció Nilsa con firmeza.

No tenía de otra más que obedecer a menos que quisiera ganarse un nuevo castigo. Reposó el almuerzo viendo tv junto a su padre, el ver Juegos Mentales todos los domingos después de comer era algo imperdible para ambos, casi una tradición. Terminado el episodio, se fue a duchar y alistarse para salir. Se asomó por la ventana un breve instante, el sol resplandecía, pero no estaba demasiado caliente como para usar mangas largas. Se dio un último vistazo en el espejo, su cabello recogido en una cola de caballo y un poco de brillo labial era todo lo que se haría.

Se fue caminando rumbo a la papelería, recordando y esperando poder encontrar aquella paleta de colores tan maravillosa que había visto hace solo un par de semanas. Era muy costosa, pero valía cada centavo invertido. Estaba a solo un par de calles, pero se distrajo con algunos aparadores en los que mostraban libros, en otros pasteles y dulces, y algunas estanterías llenas de peluches.




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