Se veía a sí misma sentada en su cama mirando la lejanía, por fuera de su ventana veía el cielo oscuro y estrellado. Otra vez sintió aquellas presencias, las que se acercaban a su guariada cuando estaba Jeimmy. Eran las misma oscuras y llenas de maldad, solo que esta vez estaban más cerca de su casa. Asustada, se levantó con rapidez y salió de su habitación. Buscó con desesperación a sus padres, pero ninguno de los dos estaba cerca.
Se encontraba sola.
De repente, escucha que tocan la puerta casi a golpes. Con lentitud, se acerca y observa a través de la perilla para saber quiénes eran sus nuevos perseguidores, su corazón martillaba su pecho sin control y la respiración se estaba haciendo dificultosa. A medida que se aproximaba la sensación aumentaba considerablemente, estaba segura que detrás de la puerta estarían ellos y aun así no podía dejar de caminar hacia allí. Los toques aumentaban en intensidad y fuerza, haciendo vibrar la madera con cada golpe.
Al mirar a través de la perilla, no distinguió nada. La oscura noche no le permitía ver con claridad, pero los toques seguían escuchándose con mayor intensidad. No entendía que estaba sucediendo, estaba confundida y muy asustada. Sin embargo, decidió terminar con la espera y abrió la puerta con brusquedad. Un grito de terror se escapó de su boca, sacando el poco aire que quedaba en sus pulmones.
Con un grito ahogado, abrió los ojos levantándose de forma acelerada de la cama. Había sido un sueño vívido pero inexplicable, y aun así no alcanzó a ver o recordar quien se encontraba detrás de la puerta, salvo por un brillo verde-azul de gran intensidad que la cegó. Respiró más tranquila al notar que estaba segura bajo el techo de su casa, los vestigios del miedo producidos por aquella pesadilla fueron desapareciendo poco a poco. El sueño no volvió a ella, y solo eran las doce de la noche.
Decidió vestirse y salir al bosque, aún necesitaba ver lo que no pudo encontrar estando Jeimmy en su guarida. Tomó la ruta alterna que había creado para no ser vista por sus vecinos, en especial, siendo preciso él con quien ha tenido que cruzarse al regresar de sus escapadas nocturnas. Según su radar estaba sola, solo sentía la energía vital de las personas dentro de sus casas.
Llegó para encontrarse con algo demasiado extraño, algunos árboles cerca de su guarida estaban marcados con algún tipo de símbolo que no alcanzaba a reconocer, pero que al igual que otros causaban un cosquilleo en su cabeza como si de alguna forma debiera identificarlos. Siguió aquel rastro llegando hasta el lago donde sabía vivían algunas hadas y otras criaturas mágicas, viendo con gran pesar y rabia todo el lugar casi destruido. Los árboles se habían convertido en astillas y troncos regadas por el suelo, los arbustos deshojados por completo hasta ser simples ramas desnudas, y todo lo que pudiese ser usado por ellas como refugio fue destrozado.
Entre el reguero encontró un pequeño trozo de tela gruesa, su color negro con verde y la textura de la misma le recordó el estilo de los uniformes militares. Un mal presentimiento empezó aprisionar su pecho, concentrándose el doble para poner en marcha su radar. Pero por más que lo extendió y aumentó su sensibilidad, no halló ningún rastro de ninguna de ellas. Todas y cada una de ellas habían desaparecido.
—¿Qué rayos pasó aquí? —se dijo a sí misma.
Bajo sus pies, algo crujió. Oculto bajo montones de hojas y astillas encontró una punta de un arma desconocida, era diferente a las que sabía usaban los sabuesos infernales. Esta era metálica y pulida, bastante afilada. Estaba manchada con sangre, pero no humana. La sangre de hada era de color rojo brillante, fácil de distinguir.
—¡Mierda! —exclamó aterrada.
Más símbolos adornaban aquel objeto, estaba resplandecientes y sentía energía refulgir de allí. Decidió guardarla para buscar más información sobre ella, tomó más fotografías para dibujar aquellos símbolos con más calma y de esa forma, tal vez y con un poco de suerte lograr encontrar algo de utilidad. Algo que le ayude a desentrañar todo el enredo detrás de toda su vida, sus perseguidores y por qué la buscan a ella.
Necesitaba saber si aquellas personas seguían cerca, pero su radar no detectaba nada. Decidida, recordó un símbolo de rastreo que vio en el libro de hechizos de su padre. Tomó entre sus manos el trozo de tela, con una pequeña mordida en su dedo dibujo con su propia sangre aquella runa en la palma de su mano. Si algo había aprendido bien, era que la sangre aumentaba el poder y efectividad de cualquier hechizo, pero con ello tenía menor control sobre la energía que liberaba.
—Entre cielo y tierra —susurraba Naomi—, en las profundidades del mar, hasta los más recónditos lugares, busca su esencia de quién profanó mí hogar y muéstrame su rostro cruel.
Era uno de los pocos hechizos que lograba hacer en español debido a que no pertenecía del todo al libro, era una hoja extra añadida por su padre. Lo había aprendido igual que los demás, colocado en práctica una vez cuando su pequeño Ciro había desaparecido sin explicación alguna, y había funcionado a la perfección.
Salvo esta vez.
Lo intentó una y otra vez hasta el cansancio, desperdiciando su energía sin obtener resultado alguno. La pesadez del agotamiento y la sangre perdida con cada hechizo fallido la tenía mareada, notando que el tiempo se le estaba pasando de largo. Una fina línea de cielo azul sobresalía en la lejanía, el amanecer estaba demasiado cerca y sus padres despertarían en cualquier momento. Con paso acelerado y algo tambaleante, caminó por la misma ruta de regreso a casa esperando no sea demasiado tarde.
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Editado: 29.10.2024