Lo vio buscar algo en su habitación, revolviendo cajones y chécheres por todas partes hasta dar con su teléfono. Se acomodó en el alfeizar de su ventana, mientras tecleaba rápidamente sin desviar su atención de ella. El sonar de su propio celular le sorprendió, notando que era él quien le había escrito.
(J) ¿Estás bien?
Una sonrisa se asomó en sus labios al ver el mensaje, le causaba ternura su preocupación, diferente a cuando la regañaba de verdad.
(N) Todo bien, no te preocupes.
Envió el mensaje y desvió la mirada a Jeimmy, su reacción de incredulidad al verlo le causó gracia. De la misma manera, escribió de vuelta.
(J) Naomi del Carmen, dime la verdad. ¿Qué tienes? ¿Por qué esa carita?
Dejó escapar una risotada involuntaria, cubriendo su boca para no levantar sospechas con sus padres. Lo miró detenidamente, sus ojos entornados le reprochaban desde lejos.
(N) ¿Disculpa? ¿Cómo que del Carmen?
(J) ¿Ese no es tu nombre?
(N) ¡NO! Mi mamá no pensó nueve meses mi nombre como para que me lo cambies por uno tan feo.
Lo miró con ojos entornados, una sonrisa divertida y la ceja enarcada, mientras que él no paraba de reír ante su réplica y gesto. No había nada que le gustara más que verlo reír de esa manera, aunque sea al burlarse de ella. De esa manera siguieron una larga conversación a distancia sin dejar de mirarse el uno al otro, las risas disimuladas y los gestos de reproche eran sus predilectas.
(N) Por cierto, gracias por la comida, a mamá le gustó.
(J) De nada. La degustación siempre es gratis, de allí en adelante cobraré.
(N) ¿Y a ti quien te dijo que quiero tus servicios culinarios?
(J) Tu cara de fascinación al probarla.
(N) ¡Eso no es cierto!
(J) Te gustó, ¿O me equivoco?
(N) Eso no quiere decir nada, yo cocino más rico que tú.
(J) Quiero comprobar eso, ¿Cuándo me invitas a almorzar?
Aquella pregunta la hizo pensar demasiado, más por el hecho de no saber con qué intenciones reales la estaba formulando. ¿Quería una cita o solo probar su sazón en la cocina?
(N) ¡Jamás!
(J) ¿Por qué? Así nunca comprobaré tu teoría.
(N) Porque no, mi mamá haría demasiadas preguntas y papá no creo que lo tome muy bien, es un poco celoso.
(J) Obvio, debe cuidar a la bebé de la casa.
(N) Muy gracioso, baboso.
(J) ¿Qué tal aquí, en mi casa? De paso te relacionas más con la abuela, le caíste bien.
(N) ¿Qué? ¿Estás loco? No.
(J) ¿Por qué? Eres muy cruel conmigo.
(N) Y lo seguiré siendo, así que acostúmbrate.
(J) ¿Pero algún día probaré tu comida? Antes de morir siquiera, ¿No?
(N) Tal vez sí, tal vez no, uno nunca sabe.
(J) Ya veremos si mañana dices lo mismo.
(N) Sí, sí, como digas. Voy a dormir, yo sí madrugo mañana.
(J) De acuerdo, hasta mañana preciosa. Sueña conmigo.
(N) No sabía que te caía tan mal.
Naomi reía por lo bajo, aumentando sus carcajadas al ver la expresión de Jeimmy. Su indignación era casi real, de no ser por su sonrisa ladeada hubiese caído. Cerró la ventana y cortina con una última despedida a distancia, una dulce sonrisa y la promesa de verse al día siguiente.
Se cambió sin dejar de reír como boba, encantada con lo sucedido. Antes de dormir leyó una y otra vez la conversación, volviendo a carcajearse como loca ante todas sus ocurrencias. Sin embargo, el recordatorio de una prueba para el día siguiente la devolvió a la realidad, repasando los últimos temas dados en clases para no ir demasiado perdida. No había pensado mucho en ello al ser algo que ya sabía, en la anterior escuela alcanzaron a tocar los teoremas de Pitágoras en el último periodo, así que se sentía preparada para lo que venía.
La ensoñación fue llegando poco a poco, quedándose profundamente dormida con esa última imagen en su cerebro, Jeimmy y su dulce sonrisa. Aunque lo intentaba, no podía dejar de pensar en él, en sus caricias sobre su piel, en la forma que la miraba con ese brillo en sus ojos y sus besos. Deseaba con locura probar sus labios, sentir el sabor y la calidez de su boca no solo en sus mejillas. El cosquilleo en su estómago era cada vez más fuerte, incluso más que esa primera vez que lo sintió.
Sus sueños se tornaron un poco melancólicos, recordando aquellos días en que pretendía pasar desapercibida en su nueva escuela, ese primer año en que dejó que alguien cruzara sus barreras. Elías, al igual que Luke, había insistido todos los días en el colegio para poder hablar con ella recibiendo negativas todo el tiempo. Un mes entero transcurrió para que ella le dijera más de dos palabras seguidas, un mes en que trató no dejarse llevar por una sonrisa cariñosa.
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Editado: 29.10.2024