A Helena no le había gustado para nada que pelease ayer, cuando fue a tirarle la bronca a Matt no la deje, lo defendí porque él me acompaño. Note entonces que su mirada se ablando y me sonrío agradecido, iba a ganarme su confianza porque demostraba que cuidaría de mí.
Maquillo un poco mi pómulo morado, hoy me presentaría ante todos los hombres de mi madre, debían conocerme y saber con quién iban a tratar, era ruda y muy mala si me lo proponía, no aceptaba fallos. Si eso sucede todo se va al carajo y muchos pueden morir.
En el desayuno hablamos sobre su reunión con los nuevos socios que habían aceptado y otros que estaban trayendo unos problemas —de los cuales investigare para deshacerme de ellos si las cosas no se arreglan—, la felicite y dejamos el tema de lado porque la ponía tensa e inquieta, se excusaba con que en el tiempo libre evitáramos el tema mafia, quiere disfrutar de mi compañía. Lo cual es entendible, ella manejaba esto sola hace mucho tiempo y mi llegada cambiaba todo.
Era bueno que realizáramos alianzas con otras mafias, eso nos volvía más fuertes. Como las manadas, un lobo solo es débil y nada, pero con su manada se fortalece. La mafia Di Greco era el alfa de Italia, nosotros reinamos, somos jodidos reyes. Respetados por todos. Bueno, aunque la mafia francesa y rusa nos están provocando unos disturbios que seguramente el tiempo arreglara o mi arma arreglara.
Helena se dispone a terminar un papeleo y yo me encamino a la bodega. Para llegar debías atravesar un pequeño laberinto, por fuera tenia fachada de granero, pero al abrir las puertas era otra cosa. Hombres en computadoras, entrenando, era el paraíso para mujeres heterosexuales. Inspecciono el lugar siendo observada por todos, guiño ojos y sonrisas coquetas, como no, típico de hombres que pasan la mayoría del tiempo alejados de mujeres o de las que se rodean, no pueden tirárselas.
“Si supieran “pienso cuando vuelvo a la entrada.
El lugar es gigante, posee tres pisos que están preparados con computadoras, gimnasio para entrenar, para practicar tiro y salas condicionadas como hospitales. Hay piso en especial que se llamaba la prisión, está formado por muchos cuartos que son para aquellos capturados que iban a ser interrogados, torturados o algo por el estilo.
Carraspeo intentando llamar la atención de todos los hombres allí, ninguno me hace caso.
—¡Muchachos! —alzo la voz, el silencio invade el lugar y todas sus miradas caen en mí. Doy un paso al frente con una mirada fría y sombría, esperando que sirva de algo. Cuando noto que algunos no me van a prestar atención comienzo a hablar— Soy Caterine... Caterine Di Greco— sus rostros cambian uno a uno completamente al desconcierto, la sala se llena de susurros y de repente se ponen serios.
—Mi hija. —dice alguien a mis espaldas, es una voz femenina.
La petrificación invade sus cuerpos, nuevamente el silencio reina el lugar. Ninguno de los presentes se esperaba tal noticia, como dije antes: todos creían que estaba muerta, que fui asesinada. Claramente no es así porque si no, no estaría aquí.
Aquel día sobreviví gracias a Cassandra. Vivíamos en New York, la casa tenía un cuarto del pánico, me encerró allí ordenándome no salir por nada en el mundo, con mi mirada de niña pequeña vi todo. Como la golpeaban, violaban y mataban sin pudor alguno, enterraron el cuchillo en su pecho más de seis veces y golpearon su rostro hasta dejarlo irreconocible. La vi mirar a la cámara y susurrar un te amo, porque ella sabía que yo observaba todo. Cuando los hombres se fueron me dispuse a salir lo más rápido posible, no había tiempo de llamar a una ambulancia y que la salven, abrace su cuerpo ensangrentado y llore, el hedor a sangre me inundo la nariz. Esa noche, sosteniendo su cuerpo jure venganza.
Sacudo la cabeza pensando en otra cosa. Me presento a algunos de los hombres, les aviso que pronto les hare un control de cómo es su entrenamiento y tipo de lucha. Quiero que cada uno aprenda diferentes cosas, que sepan cómo me moveré ante cualquier cosa y que ellos estén bien preparados, no quiero perder ninguna vida. Ninguno se niega, aceptan el entrenamiento de una ex soldado, es un conocimiento que ninguno se quiere perder.
—¿Estuviste en el ejército? —pregunta Matt cuando cruzamos el laberinto, asiento. —Ya veo porque eres buena peleando— agradezco eso— ¿Cuánto tiempo?
—Un año— la respuesta le sorprende.
Un año me basto para adquirir el mejor conocimiento, convertirme en una buena peleadora y dominar de la mejor forma todo tipo de armas. Al principio yo me encaminaba por el mundo del hackeo, por eso había terminado en la lista de personas buscadas.
Busco en mi armario mi traje formal, hoy encabezaría una misión que mi madre me asigno. No me negué, ella aun dudaba en dejarme ir, se ve que no entiende que yo puedo, por lo que demostraría eso. Me cambio elegantemente, Matt me abre la puerta del auto con una reverencia, intenta hacerse el chistoso. Me gusta que salga de su “soy serio”. Pone en marcha el auto hasta el lugar acordado, somos seguidos por tres camionetas negras, cada una con 10 hombres dentro. Creo que mi madre exagero a la hora del cuidado.
"Falle una vez y te perdí, no lo volveré hacer" dice besándome la frente, cierta parte de su cariño me incomodaba.
Me bajo del auto, verifico que mi arma se encuentre en su debido lugar y así evitar problemas. La zona del encuentro es una calle desértica, donde la única luz que tenemos es la de la luna y nuestros autos, soy escoltada hasta el centro por Matt y tres hombres que no conozco. El hombre viste un traje de corbata negro, destila elegancia y vejez, supera la edad de mi madre por mucho, pero no podría considerarlo mi abuelo.
—Buenas noches señores...—saludo asintiendo con la cabeza, Ángelo frunce el ceño al verme a mí.
—¿Quién eres tu niñata? —expulsa el humo de su puro.
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Editado: 22.09.2020