Nueve años de ocupación.
Cuando violaron a Lyuba, logró quedar embarazada, pero no podía llevar bajo su corazón al hijo del demonio, prefería morir entonces. Petrovich la ayudó con eso, encontró un médico que le realizó un aborto.
La lucha secreta diaria contra los ocupantes, contra amigos de ayer que hoy elogiaban la DPR y soñaban con el pasaporte ruso. Día tras día, una misma rutina.
En el quinto año de la ocupación, murió su abuela. Lyuba dejó de hacer blinis y de ofrecer hospitalidad al domovoy. Lyuba dejó de vivir. Lyuba comenzó simplemente a existir.
En 2022, recibía a refugiados de Mariupol, Volnovakha y otras ciudades que habían sido devastadas. Los acogía, no podía enviarlos de regreso a Ucrania, pero tampoco permitía que los llevaran a Rusia. La casa de su abuela se convirtió en una pequeña Ucrania en una de las calles de Donetsk bajo ocupación.
Lyuba se mudó al apartamento de sus padres. Donde murió Vovchik. Si tan solo él hubiera sabido que este año ya era el séptimo. El séptimo que llegó de visita de esta manera, y a quien la implacable tierra de Donetsk cubrió.
Kolya de Moscú, Vanya de Voronezh, Kostya de Rostov, Kostya de Bryansk, también estaban Denis y Klim de Donetsk, locales aún peores que los rusos, traidores, hijos del demonio. Y ahora, aquí estaba Vova de Volgogrado.
Y después, habrá más...