Sangre Púrpura

Capítulo 19

Las competencias del día habían finalizado con éxito. Artemis había ganado cuatro de cinco y al día siguiente le tocaban solo tres. Las apuestas habían incrementado y todo Doncaster estaba de fiesta.

Georgia se encontraba en uno de los salones privados de la posada junto a su familia.

Marsias estaba más contento de lo habitual por el triunfo de Artemis y había pedido la mejor botella de coñac.

—Estoy seguro de que Aitasis debe estar maldiciéndonos—indagó este

Uriel se echó a reír—La hermosa ama los caballos con locura, debe estar muy mal

—Su barriga está demasiado grande para el tiempo que tiene—añadió Becky—el médico debe verla más seguido

—Becky deja de asustarme—le pidió Uriel—Harás que viaje hoy mismo a Londres

Ésta se echó a reír—Tenemos que ir a presentar nuestros respetos a la condesa de Rochester

—Maldita sea—musitó Uriel

—Órdenes de su excelencia—le dijo Marsias

Georgia se puso de pie—Preséntenle mis disculpas a la condesa, estoy un poco fatigada y quisiera irme a descansar

—¿Quieres que mande a subir un té medicinal cariño?—le preguntó Becky

—No, gracias. Les pido un permiso—ésta miró a Uriel—Recuerda reforzar la seguridad en Artemis 

—Está bien cariño—le dijo este

Ésta le dio un beso en la mejilla a cada uno.

—Los veo mañana—estos asintieron y ella se dirigió a las escaleras.

A pesar de que estaba dichosa por las victorias que había tenido Artemis en el transcurso del día, no había podido pronunciar palabra y apenas había tocado la comida, ya que los acontecimientos que iban a suceder esta noche acaparaban toda su cabeza. Era cierto que ella era la que le había propuesto-casi obligado- a Robert Harris de que le hiciera el amor, pero no por eso quería decir que no estuviera nerviosa. El solo hecho de pensar en aquel hombre robusto entrando a su habitación para poseerla, era inquietante.

Ella no se iba a echar para atrás, no era una cobarde. Tenía que averiguar si en verdad le gustaban los hombres, tenía que saber que Becky tenía razón.

Georgia abrió la puerta de su habitación y allí se encontraba su doncella arreglando las almohadas.

—Buenas noches mi lady—ésta le hizo una reverencia

—Hoy me desvestiré sola, puedes marcharte

Ésta le hizo una reverencia—Sí, mi lady. Con permiso—y al decir esto se marchó.

Georgia suspiró y se sentó en la cama; a continuación prosiguió a quitarse las horquillas, soltando el cabello por completo. Su herencia gitana le había otorgado un cabello largo, azabache y abundante; el cual tenía que reprimir las ganas de cortarlo. Ésta se puso de pie y se acercó al armario donde tenía la ropa, ésta lo abrió y soltó un grito.

—Hola Georgia—la saludó Robert Harris

—¡Por los clavos de Cristo!—exclamó ésta mientras retrocedía—¿Qué haces allí?

Este salió con dificultad—Llegue a tu habitación y no estabas, cuando me disponía a salir entró tu doncella, luego entraste tú y ya conoces el resto de la historia

Georgia lo miraba con la boca abierta—Estás completamente loco

Él le sonrió y avanzó hacia ella—En primer lugar tú me persuadiste para esto—Georgia se negó a retroceder—En segundo lugar, presiento que todo esto terminará en una completa desgracia pero en estos momentos me importa un carajo—Robert la atrajo hacia a él y le susurró al oído—Y en tercer lugar, esa maldita puerta no tiene pestillo ¿Qué vamos a hacer?

Georgia miró aquellos ojos grises, tenían un brillo maléfico. Robert Harris era un depredador, pero ella no se sentía como la presa. Ella era su compañera de caería.

Ésta le rodeó el cuello con los brazos.

—¿Qué pasa? —le preguntó ella en un susurro. Sus labios estaban a escasos centímetros de tocarse —¿Tienes miedo?

Este le sonrió mostrando los dientes. Aquella mirada prometía cosas inimaginables.

En ese instante se escucharon los toques de la puerta.

—Georgia ¿puedo pasar?—oyó la voz de Becky

Ambos se separaron y ésta abrió los ojos como platos.

—¡Escóndete! ¡Escóndete!—le susurró ésta.

Robert alzó las cejas—¿Dónde?

—¡Becky dame un momento!—le gritó Georgia

—¡Ah! Con que ella es Becky, quiero conocerla. Necesito que me explique lo de las esponjas

—¡¿Estás loco?! —le dijo Georgia mientras abría el armario—¡Vamos! ¡Entra!

Robert suspiró y se metió en el armario. Georgia respiró honde, se acomodó los cabellos y se acercó a la puerta; le echó un vistazo al armario y luego abrió la puerta.



#49321 en Novela romántica
#32532 en Otros
#2205 en Novela histórica

En el texto hay: gay, nobleza, novela historica

Editado: 11.09.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.