Sangre Púrpura

Capítulo 23

Robert vio como Georgia se acercaba a él a paso rápido <<¿Qué le sucede?>> pensó.

Notó que la hinchazón del día anterior había bajado bastante y solo se veía un maltrato menor.

—¿Qué sucedió? —le preguntó este

Georgia acortó la distancia entre los dos y los abrasó.

Robert abrió los ojos como platos mientras miraba a los mozos de cuadras, que le arrojaban miradas curiosas.

—Georgiana... nos están mirando—le advirtió.

Ésta sujetó su saco y colocó su frente en el hombro izquierdo de este.

—No me importa...—sollozó ésta

Este le pasó una mano por la cintura y la guio hasta a uno de los establos y cerró la puerta. Notó que ella llevaba zapatos de montar así que estar de pie en la paja donde dormían los caballos no le resultó incómodo.

Este se apoyó en pared y la estrechó fuerte.

—Vamos desahógate—le dijo este

—No soy hija legítima de Nerissa Westhampton—le confesó ella—Georgiana Cantarell era mi madre, éramos romaní. El duque tuvo una aventura con mi madre de la cual surgimos mi hermana y yo; mi madre murió en el parto de Iuola y mi padre el mismo año de cólera, jamás lo conocí. Tres años de abuso y maltrato por parte de la hermana de mi madre, mis hermanos vinieron por nosotras. Sí, unas bastardas. Y nos llevaron con ellos puesto que mi padre había dejado una carta revelando nuestra existencia.

>>Para Nerissa no fue fácil, su esposo la había engañado y no podía descargar su ira con un muerto

—Y la descargó en ustedes—finalizó Robert

Ésta negó con la cabeza—Nerissa fue una gran madre para mí y para Iuola; debo admitir que su muerte me afecto mucho más que la de mi propia madre. Cuando pudo habernos tratado como unas criadas más, para ella Iuola y yo éramos sus hijas; aparecemos en los papeles de la familia. Pero mi hermana ignora todo esto y Westhampton quiere contarle la verdad.

Los sollozos se hicieron más fuertes.

—¡Y soy tan egoísta que me opongo totalmente! —continuó ésta—Camelia es mi prima materna y le estoy privando el derecho de conocer a Iuola sólo porque tengo miedo ¡Tengo miedo Robert! Y tampoco sé por qué te estoy contando todo esto a ti, cuando eres un descarado oportunista y ambicioso a más no poder.

>>Soy tan tonta... porque también me niego a aceptar de que me agradas...

Robert le sonrió y le acarició la cabeza—¿Sólo te agrado? Es una lástima, pensé que te gustaba tanto como me gustas a mí

—Tú eres un sinvergüenza

—Y me enorgullezco de ello

Georgia levantó la cabeza y le regaló media sonrisa.

Él le limpió las lágrimas—No sé si me creas—le susurró este—pero esto que acabas de contarme, puedes estar tranquila que no se lo diré a nadie

Ésta lo miró—Yo te creo—y al decir esto lo besó

Robert aceptaba el hecho de que se le estaba haciendo imposible resistirse a ella, pero si continuaban ella lo lamentaría.

Él se separó—Georgia aquí no—ella lo interrumpió besándolo otra vez y con más fuerza; este la estrechó aún más y su mano descendió al trasero de Georgia. Él lo apretó fuerte contra su miembro viril, el cual le exigía una liberación inmediata.

Él interrumpió el beso y le mordisqueó el cuello, ésta soltó un gemido y eso lo volvió loco.

—Muñeca—le susurró este—Haz quebrantado mi voluntad, ya no hay marcha atrás. Vayamos a otro lugar, los mozos saben que estamos aquí y además... no eres una mujer que se toma en un establo

—Efectivamente no lo es

Ambos miraron en dirección a la puerta y allí se encontraban los hermanos de Georgia junto con las mujeres. Él que había hablado había sido el rubio y ambos tenían una expresión infernal.

Estos se separaron y Georgia comenzó a arreglarse las faldas.

—Lo único que tengo para decir es que ya tengo veintisiete años y puedo hacer lo que me plazca—les dijo ésta mientras alzaba la barbilla

Robert cerró los ojos y luego los abrió. Georgia no se había dado cuenta que estaba cavando su propia tumba.

—Si no quieres acabar con la poca cordura que me queda—le advirtió el marqués—será mejor que te calles y salgas de aquí

Georgia les plantó cara—No lo haré

Robert la miraba con toda la admiración del mundo.

—¡Sal de allí maldita sea! —le gritó el conde furioso

—Uriel—comenzó a decir la marquesa—Pienso que es mejor...

—Rebecca te lo advierto—le dijo su esposo sin mirarla—no quiero que interfieras en este asunto

—Sí "milord" —le respondió ésta molesta y Robert no podía creer que una mujer le respondiera de esa forma a su esposo.



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En el texto hay: gay, nobleza, novela historica

Editado: 11.09.2018

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