Sangre real

PRÓLOGO


Los ojos de ella paseaban de un lado al otro de la estancia. La nueva habitación que su padrastro le había proporcionado, pues su mudanza había sido inminente. No sabía qué hacer en una habitación tan grande. Ella, que con veinticuatro años se había sacado su carrera de veterinaria, con máster de especialización equina, había tenido que trasladarse a un pueblo enano, que no conocía, en un país que no conocía y con gente que no conocía.
Era pelirroja, tenía unos preciosos ojos verdes y unos labios carnosos y rojos. Delgada e esbelta, poseía un cuerpo que ni ella, con todo lo que comía, sabía cómo lo mantenía. Su pelo, una melena larga y rizada, tenía su final donde la espalda cambia de nombre, su nariz era pequeña y puntiaguda, sus ojos verdes contenían pequeñas manchas marrones, al igual que los de su padre.
Volvió a revisar el habitáculo por cuarta vez. Parecía una suite de hotel de niños pijos, ella que hasta ese entonces había vivido en un pequeño piso, no sabía cómo reaccionar ante algo tan ostentoso. Las paredes estaban pintadas en un color pistacho precioso. El suelo de madera caoba, hacía resaltar el color de la pared. Una cama a modo princesa, con sus barras de madera y su tela que cubría los costados de color rosa pastel. Y el gran armario de madera se posicionaba al lado izquierdo del dormitorio, al otro, un enorme ventanal blanco, con una puerta que abría hacia un gran balcón, donde se podía divisar todos los terrenos de su padrastro. El corredor, grande como él solo, tenía una mesa blanca redonda con una planta en el centro y dos sillas. En el cuarto contiguo, junto a la cama, estaba la puerta que daba a su baño privado. Un baño con una preciosa bañera hidromasaje y una pica dorada y negra, con un gran espejo y un pequeño mueble negro también para sus productos. Al otro lado de la habitación, se encontraba otra estancia, decorada como una pequeña biblioteca, donde habían incluido las cajas con todos los libros de ella. Pues era coleccionista, le encantaban, eran sus mejores amigos.
Desempaquetó sus cajas, colocando sus libros por géneros. Uno a uno, con cariño y dedicación, leyendo cada título. Cuando terminó, se fue a ducharse, antes cogió un camisón corto negro, un pequeño vestido que se le pegaba al cuerpo y acababa en encaje trasparente y un conjunto de ropa interior negra. Se metió en la bañera dejando que el agua caliente rozara su cuerpo con delicadeza. Se enjabonó bien y lavó su pelo sintiéndose relajada. Una vez hubo salido cogió el secador y un peine, se desenredó y echó un poco de espuma, mientras se secaba el pelo. Una vez terminado, guardó las cosas y se metió en la cama, con las sábanas negras, tan suaves, que se quedó dormida enseguida.


 




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