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Eva y su hija se habían levantado muy temprano, la noche no había sido amable con su sueño luego de todo lo sucedido fuera de la casa. Aún trataban de comprender todo aquello, mientras desayunaban en la cocina.
—Luego de que el camión de mudanzas se vaya debo ir al centro de la ciudad a comprar productos de limpieza, gasté todos los que traíamos limpiando la cocina y el baño de arriba —dijo Eva a su hija que estaba concentrada en observar el café mientras lo revolvía.
—¿Al centro? ¿Este horrible pueblo tiene centro comercial? — dijo Poppy cínicamente.
—Sí, lo tiene… hay una gran tienda de alimentos cerca de la escuela. En poco tiempo pasarás a diario por allí.
—¡No puedo creer que deba pasar mi último año en otra escuela! —dijo Poppy molesta mientras se tapaba el rostro con las manos.
—Lo sé, es duro. Pero sabes que no teníamos otra opción — dijo Eva—. Harás muchos amigos aquí, sabes que así será —señaló mamá y acarició el rostro de su hija.
—Hablando de eso… ya que hay un centro comercial aquí, iré contigo. Necesito llamar a mis amigas… y a Zack —dijo Poppy intentando dejar el mal humor.
—Bien, iremos todos —dijo Eva con una sonrisa —. Trataremos de conseguir el teléfono de un médico veterinario para Barnett.
—Deberíamos pedirle que revise a ese caballo también… si es que sigue vivo —dijo Poppy y le dio un sorbo a su café.
—Llamaré al abogado para verificar a quién pertenecen esos animales ¡Nosotros no podemos mantener un caballo!, debe de ser costoso.
—¿Y qué haremos con él?
—Él y la vaca deben irse, es un animal muy violento —explicó mamá y le untó jalea a su pan tostado —¡casi nos aplasta anoche!
—Aún no creo que todo aquello pasó, si tú no hubieras estado allí, pensaría que lo soñé.
—¡Espero que esa vaca loca haya acabado con todas esas repugnantes ratas! —expresó Eva indignada.
De repente escucharon la vocecita de uno de los gemelos que murmuraba y reía mientras bajaba las escaleras. Era Liam, quien se paró en la puerta de la cocina.
—¡Buenos días, cielo! Ven a desayunar —dijo mamá poniéndose de pie para preparar los alimentos de su hijo.
—¿Cuál de los dos eres tú? —le preguntó Poppy a su hermano.
—Soy Liam —dijo el niño sonriendo desde la puerta.
—¿Cómo sé que eso es cierto? —continuó su hermana.
—Porque soy tu hermano favorito —respondió el niño.
—Bien, Liam, ven aquí y dile a Noel que ya no se esconda— dijo mamá mientras ponía cereales en el tazón.
—Noel está dormido —dijo el niño entre risas mirando hacia las escaleras.
—No es cierto, te escuché hablar con él hace un momento —replicó mamá y dejó el tazón sobre la mesa.
—No —dijo el niño muy seguro.
—¿Con quién hablabas entonces? —Preguntó su hermana.
—Con Boris —dijo el niño.
—¿Quién es Boris? —preguntó entre risas Poppy —¿qué clase de nombre es ese?
Entonces el niño se apartó un momento de su vista y volvió a entrar cargando a un enorme conejo negro de orejas muy largas.
—¡Él es Boris! —dijo el niño lleno de felicidad mientras abrazaba al animal —. ¡Es muy suave!
Eva dejó rápidamente lo que estaba haciendo y le arrebató al conejo de las manos a su hijo.
—¡No vuelvas a tocar a este animal! ¡Ve a lavarte las manos! —ordenó Eva, tomando al conejo con mucho asco. Liam comenzó a llorar y gritar desesperado intentando tomar otra vez al conejo.
—¡¡No, mami, no lo lastimes!! ¡Por favor dame a Boris! —rogaba el niño ahogado en su llanto.
—¡No, Liam, es un animal sucio y está enfermo! —dijo Eva, levantando al animal un poco más para que el pequeño no pudiera tocarlo.
—¡Lo bañaré y lo curaré, por favor, mami! —imploraba Liam, mientras intentaba trepar a su madre.
—¡Dije que no! —gritó Eva muy severa —¡deja el berrinche, no viviremos con esta rata!
—¡No es una rata! ¿No lo ves? ¡Es un conejito! ¡Mira sus orejas! —Indicó el niño inocentemente —¡Por favor no lo lastimes!
Poppy se conmovió mucho al ver la desesperación de su hermanito y sintió la necesidad de intervenir.
—¡Por favor, mamá, ya dáselo! Mira lo nervioso que está —dijo la muchacha afligida.
—No lo haré, no sabemos si está enfermo —dijo mamá, aun sosteniendo al conejo en lo alto.
—Buscaremos un veterinario, Barnett lo necesita. Puede revisar también al conejo —expuso Poppy.
—Aun así, es un animal muy sucio y hará sus necesidades por todos lados —respondió mamá, mientras Liam seguía intentando treparla sin dejar de llorar.
—Buscaremos una jaula —dijo Poppy.
—¡No le gustan las jaulas! —le gritó Liam furioso a su hermana mayor.
—Estoy tratando de ayudarte, maldito llorón —respondió la muchacha de mala manera.
Liam se arrojó al suelo llorando a los gritos, Eva estaba perdiendo la paciencia.
—¡Levántate ahora mismo, Noel! —ordenó Eva enfadada.
—Es Liam —dijo Poppy.
—¡Quien sea, está acabando con mi paciencia! —gritó Eva furiosa.
En ese momento se escuchó una bocina afuera de la casa, el camión de mudanzas había llegado.
—Dame el conejo, mamá, él no va a callarse y ya están aquí los de la mudanza —dijo Poppy extendiendo las manos. Eva le entregó el conejo y salió de la habitación ofuscada, rumbo al exterior. Liam se puso de pie y dejó el berrinche.
—Dame a Boris —exigió el niño, secándose las lágrimas.
—Di por favor, pequeño maleducado —dijo Poppy, apartando al conejo de su hermano.
—Por favor, dame a Boris —repitió el niño.
—Claro, huele feo —dijo la muchacha y le entregó al conejo —. Ven aquí, tienes mocos —le limpió la nariz con una servilleta —. ¿Vas a desayunar?