París, Francia
Abraham no podía soportar lo que veían sus ojos, entre sus brazos yacía su bella única hija, ahora muerta. Las lágrimas que derramaba no eran suficientes para compensar el daño y los años perdidos a causa de ese ser oscuro cuyo nombre correspondía al de Orlock.
El día tan esperado había sido su mayor desdicha, se suponía que debían celebrar la victoria y la unión de dos amantes, pero la realidad superó a las expectativas.
Sarah se había sacrificado por el amor a Nicolav. No quería perderlo y entregó su vida a aquel que le había atravesado el corazón con una daga bañada en veneno escarlata.
Jesper se acercó al círculo que se había formado alrededor de la novia, no se sentía capaz de mirar a su mentor, pero un ligero vistazo sirvió para ver un asentimiento por parte de Vlad. Entonces recordó lo que el Príncipe le dijo tiempo atrás:
—¿Asesinarla? —preguntó tembloroso, sus manos apenas podían sostener la daga—. No me creo capaz, Príncipe.
—¿Recuerdas el diario de Mina? —preguntó mirándole con seriedad.
El muchacho asintió y tomando fuerza se guardó aquellas lágrimas que amenazaban con salir y dijo:
—Si debo hacerlo para salvarla, así será.
Pero aquella mañana no se sentía tan seguro de lo que estaba por hacer. La revelación y la discusión que ella había tenido con Nicolav le hizo entender que no tenía que asesinarla tan directamente. La interrupción de Orlock y Erzsébet sirvió como incentivo extra a sus futuras acciones.
El amor que Sarah sentía por Nicolav sería el que le daría fin a su vida y, aunque su mano tembló al principio, recordó las palabras escritas en ese diario: «el sacrificio es más fuerte que cualquier otra magia oscura». Y así lo hizo, terminó con la vida de la mujer que había amado desde hace seis años. Una mujer que le dio las fuerzas necesarias para seguir con su vida y poder cumplir con las misiones que Abraham le encomendaba.
Con un suspiro regresó a su presente y vio cómo Quincey levantaba a Sarah entre sus brazos y con voz potente y firme dijo:
—Hoy en la noche renacerá como una de nosotros, pero no estamos seguros si será bondadosa.
Abraham y Jesper se miraron confundidos. Se suponía que ella había muerto, ¿cómo era posible si el veneno la había atravesado y recorrido sus venas?
—Fue el collar de Vlad —intervino Jonathan. El vampiro se acercó a los cazadores y les comentó todo lo que le había dicho a Quincey el día en que se encontró con él en el apartamento de Sarah—. El collar fue bendecido hace muchos años con una magia poderosa, el veneno sólo ha asesinado su lado humano. Vlad nos lo dio para que ella lo usara este día, siendo vampiro no será utilizada para los oscuros propósitos del Conde Orlock.
—¿Todo lo planearon? —murmuró Abraham molesto—. ¡Han asesinado a mi hija sin haberme mencionado nada antes! ¿Mi opinión no contaba para nada o qué? —gritó.
—Si te lo comentábamos —intervino Vlad— no hubieras accedido a proseguir.
—¡Por supuesto que no! —agitó los brazos en el aire—. ¿Saben lo que han hecho?
Jonathan, Vlad y Quincey dijeron al unísono:
—Sí.
Nicolav seguía arrodillado en el suelo mirándose las manos cubiertas de sangre, ajeno a lo que sucedía. Él era uno de los pocos que no tenía idea de qué Vlad en serio concretara el plan. Por un momento había creído perderla, pero al ver ese collar supo lo que seguiría. El siguiente paso era esperar el anochecer.
× × ×
París. Medianoche
Arminius ofició un discurso religioso en el apartamento de Sarah, todos estaban reunidos en la sala del hogar, ella yacía arreglada sobre su cama dentro de la habitación.
Abraham se frotaba las manos con ansiedad, esperaba que la elección de su hija no afectara su relación parental, ella era lo único que le quedaba de su esposa, Sarah era su hija, la única que le recordaba a su bella esposa, tanto física como mentalmente. Perderla de la peor manera sería más cruel que haberla visto muerta en el jardín de fiesta.
El tiempo comenzaba a transcurrir lentamente.
—Es hora —dijo Vlad levantándose de su asiento—. Esto no puede llamarse funeral, es un nacimiento, —sonrió levantando las manos.
Abraham quiso acercarse a la habitación, pero Jonathan se lo impidió.
Nicolav se escabulló entre los presentes, pero solo un par de ojos se dieron cuenta de cómo entraba a la habitación de Sarah.
—La decisión fue tomada —murmuró Jesper bajando la mirada.
—¡Exijo una explicación, ahora mismo! —gritó Abraham.
Los presentes se mantuvieron en silencio, Jonathan y Vlad se miraban mutuamente esperando a que alguno de los dos dijese algo.
El Príncipe dio un paso hacia el cazador y dijo:
—Era necesario si queremos acabar con la amenaza de Orlock. De haberlo hecho en el siglo XIX —dirigió una mirada funesta a Jonathan Harker, poco después la regresó a Abraham—, tu hija no hubiese sido marcada al nacer.
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Editado: 27.06.2022