Vladislav no dudó en actuar de inmediato. Teniendo en su poder el collar de Ilona Malinov, no se detuvo siquiera en mirar a su sobrino Quincey Harker e ignorando tanto a Nicolav como a Sarah, abandonó el departamento y se dirigió hacia el cementerio de Kingstead en donde su ritual se llevaría a cabo para encontrarse con Armand.
Dejando la copa de oro sobre una tumba que rezaba con el nombre de Armand La Fontaine, susurró unas palabras en latín, ofreciéndole así un trato que no rechazaría.
—¡Con qué queriendo comprarme con esas joyas! —escuchó una voz a su espalda.
El gran Vladislav no sintió la presencia de ese ser, después de todo, Él siempre estaba cerca sin ser percibido por los demás, incluyéndolo a él.
—¡Eso sería un insulto a mi poder! —respondió Vlad dándose la vuelta.
—¿Entonces? ¿Qué pretendes? No por nada me ofrecerías tal tesoro —señaló con su mano la copa.
Armand La Fontaine era alto, normalmente vestía pantalón y camisa negros, acompañado de botas y una gabardina de cuero, negros también. Su cabello era rubio y rizado, tenía mentón fuerte y ojos marrones, su piel, aunque blanca, estaba ligeramente bronceada y su voz, ¡Oh su voz! Era tan melodiosa que atraía a cualquier ser mortal, justo lo que él necesitaba para cumplir su trabajo.
Vlad le miro de arriba abajo.
—La inmortalidad que “el Maestro” te otorgó te ha vuelto tan…
—¿Increíble? —Armand ladeó una sonrisa.
—Insoportable, era la palabra.
—¡Ja! ¡Pero sí eres peor! —se burló.
—Por lo menos YO sé lo que busco y no persigo a una niñata hasta la muerte —le devolvió el insulto.
Armand le miró con dureza.
—Cuidado con lo que dices, es mi esposa de la que hablas.
—¿Luciana? —preguntó el vampiro, el rubio asintió—. Yo creía que “el Maestro” había sido claro en ese asunto.
—Fue claro cuando concedió ese deseo a Margarita, ¡sabes a la perfección lo que ha sucedido y tú sigues a prueba, no lo olvides Vladislav!
Eso fue todo para él.
—De cualquier manera, es contigo con quien deseo tratar.
—No te ayudaré, eso va en contra de las reglas —Armand se cruzó de brazos.
—No me vengas con lecciones de ética y moral.
—Solo porque sé cómo terminará todo —bajó los brazos.
—Eres tan convenenciero como Armand, no lo niegues —Vlad sonrió.
—Negarlo sería una grosería.
Ambos seres compartieron una mirada de complicidad y como si entre ellos pudieran leerse los pensamientos, Armand habló:
—Necesito una vida Vlad. Ya sabes cómo funciona. Te daré el triunfo, pero a cambio del alma de uno de tus aliados.
—Llévate a la estúpida de Sarah cuando quieras.
—¡No! —exclamó—. No es el alma femenina lo que quiero, tiene que ser un él, no una ella.
—¿Y a quién sugieres? —Vladislav levantó la ceja derecha.
—Sorpréndeme. Pero eso sí, tiene que ser alguien que pueda remplazarme cuando llegue el momento.
—Mmm… —el vampiro se llevó la mano derecha a la barbilla—, con que tu prueba a terminado.
—Mi prueba terminó hace mucho tiempo, y necesito a alguien que realice mi trabajo. Quiero dedicarme a otras cosas, ya sabes… el Inframundo no se gobierna solo y, “el Maestro” no intervendrá en los problemas que se avecinan en mi mundo.
—Imagino que un rebeldillo por ahí se molestó por tu obsesión con Luciana.
—Algo así. De cualquier forma, yo me encargaré de ayudarte si tú me envías a ese alguien que venga conmigo a mi palacio.
—Ya tengo a ese “alguien” en mente.
Armand leyó los pensamientos de Vlad y enseguida dibujó una gran sonrisa.
—Estaré esperándolo. Él vendrá por su cuenta —y diciendo eso, Armand se dio media vuelta y caminó hasta desaparecer entre las tumbas.
× × ×
Mayerling, Austria
—¿Disfrutase tu intimidad con René? —preguntó Orlock a la Condesa que regresaba bañada en sangre.
—Debo admitir que su sangre es deliciosa, como la de cualquier hermosa dama, pero no entiendo porqué la mandaste traer antes de tiempo.
—El eclipse sucederá dentro de pocos días, cuatro para ser más exactos —bufó—. No entiendo como esa mujer sigue teniendo sangre si cada tercer día vas a beber de ella —se miró extrañado.
—Yo me sé controlar, querido. He ahí la diferencia —ke sonrió pícaramente—. Por cierto, ¿qué tal tus invitados?
—Los trajimos hace dos semanas, los he alimentado a base de pan y agua, ¡no sabes querida Condesa, lo mucho que adoro azotarlos! —hizo un movimiento con la mano, como si estuviera manejando su látigo.
—Pronto tendrás el placer de azotar a Nicolav —Erzsébet se sentó en el diván y cruzó la pierna derecha sobre la izquierda. Posteriormente comenzó a verse las uñas bien arregladas.
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Editado: 27.06.2022