A mi hermana Lucy, majestuosa gata sentada en el borde del tejado mirando a las lejanías durante un atardecer, indiferente a todo y a todos a su alrededor, hasta de mi. La llamo de muchas maneras, pero no consigo captar su atención hasta que musito tener entre manos un nuevo escrito, eso parece activar su apetito y corre en sus cuatro patas hasta saltar en mi regazo, como si aquello, de mi autoría, fuera algo delicioso y digno de ingerir y digerir.
A Abraham Acevedo, misterioso y atractivo joven de muy pocas palabras, militar chileno de fingida frialdad y excesiva modestia, totalmente observador y precavido, principal inspiración para crear éste tercer libro de lo que podría ser una saga o una serie.
A José David Coraspe, gruñón señor Sarcasmo. Cada palabra de alago hacia mis escritos es valorada en oro, debido a que es muy difícil escuchar una mentira salir de su boca profesionalmente crítica que sin especificarlo en frases, me anima a continuar.
A mi madre. Aunque no ha leído alguna de mis obras aún, me anima a seguir con esta difícil y confortante tarea de escribir lo que próximamente será el teletransportador de todo aquel que quiera viajar a un mundo lleno de odio y amor, crueldad y benevolencia, venganza y perdón, misterio y claridad, fantasía y realidad, locura y cordura; el mundo en el que viven Ellos.