Sangre vamphyr

Capítulo 1

El aire agitaba su larga cabellera al mismo tiempo en el que lo veía caer. Sus manos estaban cubiertas de sangre. Ella veía cómo él terminaba el trabajo.

«Si tan solo pudiéramos dar con ella», pensó bajando la mirada. Su expresión era seria, no había sonreído en largo tiempo, al menos no sinceramente.

El chico rubio había terminado de acomodar pasto seco alrededor del cadáver y con un encendedor inició una hoguera improvisada en la que aquel ser se consumía lentamente.

—Uno menos... —dijo secándose el sudor con el antebrazo.

El aroma a piel quemada comenzaba a brotar de aquella hoguera, al mismo tiempo en que partículas de polvo eran esparcidas por el aire y la espesa nube de humo empezaba a crecer.

—Pero es a ella a quién buscamos... —dijo seria—, no pienso detenerme hasta encontrarla.

—Sarah —resopló el muchacho—, ya han pasado seis años desde...

—Lo sé —interrumpió—, pero Caroline es peligrosa, hemos matado a más de diez vampiros en los últimos dos años, todos convertidos por ella —le miró a los ojos—, sin contar los asesinatos.

—Comprendo, pero por ahora debemos irnos, tu padre debe estar llegando a la casa y, debes estar presentable.

—Jesper, mi padre no es el problema ahora —ladeó una sonrisa falsa.

—Si no es él, ¿cuál es tu prioridad ahora?

—La ceremonia de graduación —sonrió.

× × ×

Todos escuchaban con aparente atención el discurso del director. Había algunos estudiantes que bostezaban pues tal discurso ya había durado treinta minutos, y es que cuando John Howard se emociona, nadie puede detenerlo.

Sarah miró discretamente a su derecha y vio al Profesor Gernot con un ramo de rosas rojas, después volvió la vista hacia el director y resopló. La espalda comenzaba a dolerle por el tiempo que había permanecido sentada durante la ceremonia.

Comenzaba a aburrirse cuando escuchó los primeros nombres de la lista de graduados. Se preparó para cuando dijeran el suyo, pero eso tomó quince minutos después de haber pasado sus compañeros.

—Sarah Tydén —dijo el director Howard con entusiasmo aparente.

Ella se levantó y caminó hacia la tarima en donde recibió su título en Literatura y un diploma de reconocimiento académico. Regresó a su asiento y le dedicó una mirada y una sonrisa a su padre quien aplaudía a todos los egresados.

Cuando todos pasaron, continuó la ceremonia con un discurso de la representante escolar que duró otros diez minutos de agonía.

Sin darse cuenta, Sarah se había quedado dormida hasta que Jesper llegó a ella y le dio una palmada en el hombro.

—Despierta, bella durmiente —cantó. Ella abrió los ojos y al verlo se sonrojó de la vergüenza. Miró a ambos lados y no veía a nadie más que a Jesper.

—¡Qué vergüenza! —se hundió en el asiento.

—El Profesor fue a buscar el auto, vamos, levántate —sostuvo los reconocimientos mientras ella se ponía en pie—. Va a invitarnos a comer... bueno, a ti.

—Es nuestra graduación, no solo mía —le tocó la nariz y caminó dejándolo atrás.

Jesper le dio alcance después de algunos segundos.

—¿Por qué haces eso?

—¿Hacer qué? —preguntó juguetona—. Me gusta ese gesto que haces —sonrió.

—¿Cuál?

—Tú sabes.

Jesper arrugó el entrecejo con confusión. Más de seis años de noviazgo y aún no sabía a qué se refería.

Llegaron hasta la entrada de la Universidad en donde el Profesor les esperaba en el Jeep. Sarah recordó la primera vez que lo vio. Subieron al auto y enseguida arrancó. Dentro, el Profesor no dejaba de mirar a la pareja desde el retrovisor, «Su casa, su auto y sus reglas» era su lema.

—¿Qué tal la siesta? —preguntó lanzándole una mirada reprobatoria a Sarah que se sonrojó una vez más—. Eso me dice que bien.

—Estaba cansada, papá —respondió sonando algo infantil—. Además, no es mi culpa, si ese vampiro no se hubiera aparecido anoche en el baile de graduación, no estaría cansada.

—Nos arruinó la noche —dijo Jesper—. Pero nada arruinará este día —le lanzó una mirada cómplice al Profesor y se sonrieron mutuamente.

Sarah, al notarlo preguntó:

—¿Qué están tramando ustedes dos?

—Nada —dijeron al unísono.

× × ×

Llegaron a The Five Fields en Blacklands Terrace, todo era tan fino y hermoso, al estilo contemporáneo británico, todo en su interior era de colores crema y beige, había candelabros de oro iluminando la estancia, y las mesas estaban acomodadas en hileras de manera que los comensales pudieran moverse entre los espacios.

Mientras entraban, Profesor y alumno no dejaban de intercambiar miradas de complicidad, algo que a Sarah le pareció incómodo de un momento a otro.

—Su mesa, Sir —dijo el mesero indicándoles una mesa redonda cubierta con un mantel beige y un florero encima. Había tres copas, tres platos de porcelana y tres juegos de cubiertos de plata.




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