Jesper se sentía molesto por haber sido el último en enterarse sobre la propuesta de Sarah. Se suponía que no había secretos entre ellos, pero el dolor no iba acompañado de la desconfianza, sino de ser siempre el último al cual se le cuentan las cosas, los secretos y los planes.
Las palabras del Profesor Gernot le habían incomodado la noche anterior: él conocía el plan para vencer a Báthory, un plan que Sarah ideó para su propia conveniencia, uno del cual era totalmente ignorante y por el cuál casi había perdido la vida en el baile victoriano.
Los tres se subieron al auto, Jesper estuvo todo el tiempo sin dirigirle palabra alguna a Sarah, sin siquiera tomarse la molestia de mirarla; una decepción se estaba apoderando de su ser. Las ideas que tenía con respecto a su relación estaban cambiando de rumbo, pero no quería dejarlas ir, no después de todo lo que había sucedido entre ellos durante esos meses en los que el amor floreció de forma repentina. Jamás olvidaría la primera vez que la vio sentada a la mesa junto a sus padres en aquella posada eslovaca hace seis años. Conocerla había sido su salvación y a la vez su perdición.
¿Qué habría sucedido si ellos jamás se hubieran conocido? A veces se lo preguntaba, al igual que comenzaba a pensar en las probabilidades existentes si ella no hubiera sido marcada por Nicolav a su nacimiento. Pero, la pregunta más importante era: ¿Por qué ella? ¿No existió alguna otra bebé que corriera con esa suerte? De tantas personas en el mundo solamente una era responsable de todas las desgracias pasadas, su posición actual se debía a él precisamente… Nicolav Báthory.
Comenzó a odiar ese nombre, comenzó a odiar a ese hombre. ¿Cómo se pudo atrever a destrozar la vida de la mujer a la que amaba? Jesper Perman conocía a la perfección a Sarah, o al menos eso era lo que se hacía creer cada vez que la miraba sonreír. Sarah cambió mucho desde la noche del baile, pero no quería confesarle sus preocupaciones porque ella se pondría a la defensiva tratando de esquivar cualquier pregunta relacionada con los hermanos Báthory.
¿Sí habrá sido verdad lo que ella les dijo en el bosque eslovaco? Comenzó a dudar de todo lo que la relacionaba con Beckov.
—¿El avión aterrizará en Bucarest? —preguntó Sarah para romper el extenuante silencio que los mantenía aprisionados en el auto.
Abraham asintió sin perder de vista la carretera. Sus manos permanecían fijas sobre el volante y su vista no se desviaba a menos que tuviera que mirar los espejos retrovisores. Por su parte, Jesper se miraba las manos temblorosas después del encuentro con la mujer pelirroja del espejo. A pesar de saber que sus palabras eran inciertas, algo en él le decía que esa mujer era el reflejo de lo que Sarah se convertiría tarde o temprano. El recuerdo de la noche en la que fue atacada por Nicolav le estremeció: el Profesor Gernot le había confesado que ella, al morir se convertiría en vampiro.
Esa idea le estremecía. No podía imaginar a su Sarah convertida en el ser al que cazaban sin descanso. Caroline vino a su mente en un flash que le hizo tragar saliva, la mirada lasciva de esa vampiresa le asqueaba y más por el hecho de haber sido besado tan apasionadamente por ella. ¿Cómo pudo dejarse vencer por esos instintos tan primitivos? Se odiaba por eso, se odiaba más por haberla besado después de probar los labios de Sarah bajo la lluvia.
Jesper cerró los ojos meditando y poniendo en orden sus pensamientos en lo que llegaban al aeropuerto.
× × ×
Llegaron sin demora al Aeropuerto, solo faltaba esperar su vuelo con destino a Bucarest en donde su próxima aventura iniciaría. Abraham estaba seguro de que en Rumania encontrarían a Aaron Boissieu, pero sus intenciones no eran precisamente pedirle ayuda, no después de haber recibido aquella carta taquigráfica hace un par de meses.
—No sé por qué, pero presiento que Aaron no estará en Rumania, papá —dijo Sarah a su padre en cuanto le dio alcance. Jesper guardaba su distancia e iba tras ellos, no quería escucharla ni verla, pero debía mantener la compostura si no quería meter la pata y perderla para siempre.
«Yo también lo creo», pensó Abraham. Sarah pudo escucharlo por accidente.
Por un momento desconfió de su padre, pero a la vez no podía culparlo, puesto que él había perdido contacto con Boissieu hace años, encontrarlo sería un verdadero milagro y más si lograban terminar con la amenaza de Caroline.
Los poderes de Sarah iban en crescendo constante sin embargo ella no lo deseaba, le repugnaba tener que convertirse en el ser que destruyó a su familia. Mientras esperaban, ella recordó la última conversación que había tenido con sus padres:
—¿Jesper es el niño rubio, verdad? —preguntó Charles llevándose un trozo de pescado a la boca.
—Sí —respondió ella bajando la mirada.
—Es muy grande para ti, te dobla la edad.
—Charles —intervino Lucy —, Sarah ya es mayor de edad, y creo que sabe lo que hace —le lanzó una mirada cómplice a su hija y sonrió—. Además, Jesper es un muchacho adorable. Cuando lo conocí en Beckov fue tan amable y es muy guapo —le guiñó el ojo a su hija.
—¿Es muy guapo entonces, Sarah? —volvió a cuestionar Charles, esta vez bebiendo un poco de su té.
—No lo sé, no sé si sea guapo papá, solo me gusta.
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Editado: 17.08.2021