Moisés recibió instrucciones especiales de Dios sobre cómo purificar el lugar sagrado. Aarón, su hermano, debía hacer sacrificios para limpiarse a sí mismo y a su familia. Se seleccionaban dos chivos, uno para el Señor y otro para llevar los pecados del pueblo al desierto. Después de hacer sacrificios y purificar el altar, Aarón colocaba las manos sobre el chivo para simbolizar la transferencia de los pecados del pueblo. Luego, un hombre llevaba el chivo al desierto. Aarón y el hombre que llevaba el chivo se lavaban y ofrecían más sacrificios para purificarse. Esto se hacía todos los años en el décimo día del mes de otoño como un día especial de descanso y purificación.