Empezamos el año con una tremenda resaca y con algunos finales que preparar.
-Bárbara, son las diez. Llegarás tarde a rendir. –Susurró Facundo en mi oído.
-¿¡Qué!? ¿Por qué no me despertaste más temprano Facundo? –Le reproché
saltando de la cama con prisa.- Si no rindo deberé cursarla de nuevo.
-Jajaja, ¿Me creíste que eran las diez? –Dijo riendo como si hubiera hecho la mejor broma de su vida.
-Eres un idiota. Son las ocho de la mañana y es domingo. Te detesto.
Salí de casa totalmente enojada por la broma de mal gusto, quise tomar un poco de aire y vi a Estefanía caminar hacia mí con cara de pocos amigos; decidí ignorarla y continuar mi camino, me puse los audífonos para escuchar música pero mi celular sonaba insistentemente. Facundo estaba empecinado en convencerme de regresar a casa pero yo estaba demasiado molesta para complacerlo.
Pasadas algunas semanas los exámenes finales se habían convertido en nuestra única preocupación. Apenas y con cuentagotas compartíamos el almuerzo y siempre con un libro sobre la mesa, la comunicación era prácticamente nula y empezábamos a sentirnos distantes.
Era tiempo de tomarnos un respiro y pasar un momento juntos, así que Facundo me dejo una nota sobre la mesa de la cocina:
"PREPARA LA MALETA.
NOS VEREMOS EN LA UNIVERSIDAD
LUEGO DE TU EXÁMEN.
TE AMO."
A pesar de la incertidumbre y la curiosidad que me despertaba el mensaje, sabía que Facundo tenía experiencia en escapadas románticas; así que por esa vez me dejé llevar.
La escarcha aún cubría el ventanal cuando salí para rendir el último examen en la universidad.
-Tomaremos la carretera sur, iremos a mi ciudad. Te quiero presentar a mis padres.
-¿No crees que es demasiado pronto para conocer a tus padres?
Facundo se quedó en silencio, pensativo. Creo que notó que me asustaba su propuesta:
-Venga, toma la carretera sur, iremos a mi ciudad pero no a casa de mis padres. Entiendo tu temor...
El viaje duró un par de horas y durante las tres semanas que nos quedamos recorriendo la ciudad pusimos a prueba nuestro amor.