Todos contra Miguel
— Así que Sarah Raquel Palencia — Dijo Mateo viendo mi nombre en el trabajo de mi sobrina.
Se supone que vamos a salir con los chicos pero él se ofreció a venir antes para ayudarme a terminar el trabajo que le habían dejado a Amanda en un curso de vacaciones en el que mi hermana la había inscrito ¿pero por qué le ponían trabajos en la semana entre Navidad y año nuevo?
Sin duda esta semana era para entrar en la crisis de pensar en lo que tenemos que hacer el próximo año, no para andar haciendo estas actividades.
Estaba aprendiendo los miembros de la familia y hasta ahora teníamos a los abuelos, mamá, papá y tía.
Así que yo estaba haciendo unos recortes para pegarlos ahí como decoración junto a nuestras fotos.
— Podría decirte Raquel entonces. — Dijo el viendo hacia mi foto y yo lo voltee a ver con los ojos entre cerrados.
El me vio ya que sentía mi mirada sobre él y me sonrió aún más — O podría decirte Raquelita, o Raki. — Sus ojos brillaron y yo negué rotundamente.
— Como me vayas diciendo alguno de esos tres te corto la lengua. — Dije amenazándolo con las tijeras que tenía en la mano y él se echó a reír.
— ¿Me vas a cortar la lengua con una tijera para niños? No creo que puedas — Me hiso un gesto de superioridad y yo rodé los ojos. — Me encanta como suena Raki ¿Por qué no puedo decirte así?
— Por que no. — Dije mientras empezaba a pegar mis recortes.
Odiaba mi segundo nombre, solo había una persona en el mundo que me decía Raki y ese era papá pero aun así odiaba con ganas el nombre Raquel.
Y además no había escuchado en mucho tiempo que alguien me dijera Raki.
— Ahhhg pero que aburrida. — Dijo el inclinándose en la silla.
— Pues mira que esta aburrida se está enojado porque se supone que venias a ayudarme con esto y solo te he visto parlotear. — Lo voltee a ver y él estaba sonriendo. — ¿Que tanto te ríes? — Fruncí el ceño.
Si seguía sonriendo así me iba a dar un paro cardiaco, es que tenía una sonrisa preciosa.
— ¿Que ya no me puedo reír? — Dijo el riéndose aún más cuando me vio. — Dame aquí yo pegaré estos. — El me quito la pequeña cartulina donde estaba haciendo todo y empezó a pegar el mientras yo suspiraba, ¿por qué tenía que verse tan perfecto hasta haciendo las manualidades de mi sobrina?
— Iré a cambiarme en lo que tú haces eso. — Dije mientras me levantaba de la mesa y me dirigía a mi habitación.
— No te tardes mucho, aunque la verdad no me importaría que te quedes así, te ves muy bien, Raki. — Escuche que él dijo y cuando me voltee a verlo enfadada por decirme así el volvió a reír.
Me iba a volver loca con este chico aquí.
Entre a mi habitación y me mire, llevaba un pans desgastado y una blusa de tirantes ¿quería que me muriera de un infarto con el frío de afuera o qué?
Papá no había vuelto tal y como había prometido pero solo faltaban tres días para año nuevo y eso me tenía un poco consternada y luego estaba algo preocupada porque mafer seguía en coma y mientras más días lo hiciera el caso empeoraba según lo que decían los doctores, eso me había bajado el ánimo.
Quizá solo teníamos como año y medio de conocernos pero realmente la apreciaba, además me sentía mal porque quizá este iba a ser el peor año de sus padres, o por lo menos en definitiva el que terminaba peor, no habían signos de que mafer quisiera despertar y eso ya nos traía muy preocupados pero ellos seguían sin dejarme estar ahí así que no podía hacer nada más y los chicos estaban haciendo lo posible por mantenerme entretenida para que no me diese tiempo para que se me bajen los ánimos.
Me puse mi ropa para salir a la calle y trate de desenredar un poco mi cabello, siempre trataba de llevarlo suelto porque así me ayudaba a contener un poco el calor en mi cuello y eso que aun así llevaba bufanda.
Salí y me encontré con Mateo mirando con un sonrisita hacia el cartel.
— ¿Que tanto lo ves?
— Me gusta. — Dijo él. — Ha quedado precioso. Que buen trabajo he hecho.
— Ay por favor ¡si todo lo he hecho yo!
— No seas mentirosa, debes compartir el crédito con las personas con las que trabajas mujer. — Dijo él y yo negué.
El dejó de ver mi fotografía y me vio directamente a mí.
— Vamos a un restaurante, no al polo Norte.
— Imagínate si fuéramos como iría yo. — Dije mientras tomaba mi bolso. — ¿Además que no sentirás frío tu solo con esa sudadera?
— No lo creo, estoy acostumbrado a este frío, además viví en Canadá dos años, ahí si hace frío, seguro y morirías congelada. — Dijo el sonriendo. — Además si no bien puedes abrazarme y así me das calor. — Dijo el alzando las cejas.
— Si si, bueno vamos. — Dije tomando camino hacia la puerta.
Cuando estábamos bajando por el ascensor y estaba tratando de contenerme, realmente quería decirle cuanto me encantaba la colonia que usaba pero no lo haría.
Ni siquiera nos habíamos besado desde navidad y realmente no entendía muy bien que estaba pasando entre nosotros.
— ¿Cuando fue que viviste en Canadá? No mencionaste nada de eso el otro día.
El saco su teléfono mientras me respondía. — Fui de intercambio cuando tenía 16 y regrese a los 18, por suerte pude estar con mi abuela en su último año de vida. — El me dio una sonrisa triste. — ¿Quieres ver unas fotos de ahí? Es precioso.
Yo asentí y me acerque mientras él me enseñaba, a pesar que yo era alta él me seguía sacando casi media cabeza de alto.
Todo estaba cubierto de nieve, inclusive había una foto de un lago congelado o eso parecía.
— Imagínate ahí llegue como a los -15° si no es que más, aquí apenas estamos en -4° y tú ya te estas muriendo de frío.
— Y tú estás loco por salir así con esa temperatura. — Voltee a verlo y quedamos cara a cara, el pareció detallar muy bien mi rostro y luego me dio un pequeño toque en la nariz.