"A la lengua y a las serpientes hay que temerles"
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Pesadilla.
Raven.
—¡Maldita asesina! —me grita papá.
—No… yo no— se me dificulta hablar, ¿yo lo hice? No, no lo hice. —Papá…
Una cachetada me voltea la cara provocando instantáneamente dolor.
—¡Te voy a matar!
Mi cuerpo se sacude y siento que al respirar me duele bastante el pecho. «Solo es una pesadilla, Raven». Suelto aire percatándome de que estoy acalorada y sudando frío, me siento sobre la cobija apoyando la espalda en la pared, el esqueleto me queda grande, no quiero comer, y ahora veo que tampoco puedo dormir.
Es extraño porque ya no siento un frío estremecedor sino un bochorno que me obliga a levantarme para salir a tomar aire. Es insoportable como siento el cuerpo, es como si me estuvieran asando en una parrilla. Abro la puerta dejando que el frío me impacte el cuerpo, me refresca junto a los sonidos de algunos grillos y las luciérnagas en el bosque.
—¿Raven? —escucho mi nombre e instantáneamente me tenso.
Giro la cara con desconcierto buscando la voz.
—¿Akira? —pregunto ya que suena igual que ella.
Veo entre la oscuridad a alguien detrás de los robles por lo que bajo los escalones.
—¿Qué haces a estas horas por aquí? Es la madrugada.
—Te quiero mostrar algo— la voz se engruesa y mi corazón empieza a latir con fuerza.
—Tu no eres Akira.
—No— se ríe y giro para entrar a la casa con las manos heladas.
Me petrifico cuando la puerta se cierra de golpe en mis narices y empiezo a forcejear con el pomo.
—Vamos a jugar…
Tengo los latidos de mi pobre corazón en todas partes, ahora siento el frío más denso, ya no hay sonidos de animales, ya no hay nada, solo un silencio estremecedor y ese mal presentimiento que me da un sabor salado en la lengua. La piel me pica, al igual que los ojos, hay un cumulo de sensaciones que se alimentan de mi miedo y me hacen dar nauseas.
—No intentes huir.
Dejo de forzar la entrada con un pánico que nunca en toda mi vida he sentido, el cuerpo se me llena de espasmos y la sudoración incrementa, no quiero girar, porque se que veré algo que en lo absoluto no me va a gustar.
—Juguemos al escondite secreto.
Las manos no dejan de temblarme y siento que me voy a desplomar en cualquier momento. Lo único que se me ocurre hacer es implorar internamente a Dios.
—Te daré 30 segundos para esconderte en el bosque y si te encuentro, yo gano.
No puedo hablar, solo lloro, demasiado, lloro sin darme cuenta que lo hago.
—No miraré, tu puedes correr. Treinta, veintinueve, veintiocho…
Intento respirar sin girar, hasta la respiración débil me tiembla, estoy entrecortada y parpadeo creyendo que eso aliviará algo. «Esto no es una pesadilla» Porque no se siente como una. «¡Corre!» Mi instinto me grita y lo hago por impulso, empiezo a correr escuchando los números desvanecerse al fondo.
Busco el auto abriendo la puerta, el pulso no me da para encenderlo y temo que ni siquiera puedo meter la llave porque dejo de pensar, estoy petrificada del miedo. ¿Qué estoy haciendo? Logro introducirla después de varios intentos y ahí es cuando lo escucho, son pisadas, pisadas claras, me muerdo la boca agachándome sin prender el motor del carro. ¿Está armado?
Cierro los ojos llevándome las manos a los oídos, siento que los ojos se me van a dormir en cualquier momento. Hay un olor asqueroso dentro del auto, no lo había notado, giro la cabeza y suelto un grito hallando el cuerpo de alguien y mucha sangre a su alrededor. Akira esta acostada boca abajo y puedo verle los brazos pálidos llenos de ese liquido carmesí.
«Esto es una pesadilla»
Pero nada acaba. Lo siguiente que escucho es un rugido que termina de helarme la sangre, no es uno cualquiera, no es un maldito lobo, es el triple de veces más ruidoso que uno normal. El auto se empieza a mover con brusquedad e instantáneamente lo pienso: esto no lo puede hacer una persona. Las ventanas están totalmente cubiertas por la suciedad por lo que, no puedo ver el exterior. Lloro de nuevo, ya ni siquiera se que sucede, si estoy delirando.
Tengo mucho miedo, estoy cundida de pánico, me duele la cabeza, pero no puedo hacer más que taparme los oídos y soltar gritos involuntarios mientras esa cosa ruge, es como si estuviera furioso, esta furioso y luego empeora la situación, algo raya la puerta de atrás, donde se mantiene el cuerpo acostado, fuerza la puerta como si intentará entrar. Al volante pienso una sola cosa, «el seguro». Se va hacía la parte de atrás y tomo una larga respiración.
Si activo el seguro lo escuchará. Pero no me queda de otra.
Estiro la mano y oprimo el seguro que esta justo en la puerta, el click suena y vuelve a rugir. Vuelve a rugir, pero está vez sacudiendo el carro con mucha más fuerza. Estoy tan tensa que escucho sus respiraciones, empieza a forzar la puerta del piloto y me tapo la boca con ambas manos llorando cuando lo hace una última vez y siento que ya la despego.
Todo se detiene.
Un silencio abrumador se postra en el lugar, es como si el tiempo se hubiera congelado.
Pego un brinco hacía atrás lastimándome la espalda con los cambios cuando veo la mano de alguien pequeño en la ventana, se mueve como si estuviera dormida quitando la suciedad, el castañeo de mis dientes suena como si fuera un eco en mi cabeza, el corazón se me quiere salir del pecho palpitándome con rudeza en la garganta.
La mano deja de moverse y veo dos ojos amarillos que me dejan congelada en mi puesto, esta vez no me puedo mover, no se como hacerlo, sea lo que sea no es humano. Amarillos en toda la expresión, las pupilas, el iris, todo es amarillo y hay un pequeño punto negro en el centro, me quedo petrificada, se me olvida respirar, parpadear, hablar. Estoy indefensa. Tiene un hocico alargado, como el de un lobo, pero esta parado en dos patas, las garras rechinan y me mira fijamente.