Durante años, había confundido el hábito y el afecto con el amor verdadero.
"En el lago místico", Kristin Hannah (1999)
1 de febrero 2015
Nueva York, EE. UU.
En la vida, existen situaciones e incluso sentimientos que nos hacen pensar y cometer locuras, llegamos a un punto de desesperación que no nos permite ver que podemos estar cometiendo un grave error.
Principalmente, es muy conocido que el amor nos hace cometer locuras, en este punto, Lorena disfrazó esa frase con en la guerra y en el amor, todo se vale.
Se dice que estar enamorados es perder racionalidad.
Lorena tenía un plan para estar con Nicholas, si salía como planeaba, tenía mucho que ganar, el amor del hombre de su vida y formar la familia con la que tanto ha soñado; y si salía mal, tenía mucho que perder, la amistad de su mejor amigo y la confianza de los cercanos a él.
— No entiendo cuál es tu afán de querer hacer eso, es más probable que lo pierdas por esa estupidez, que por ser sincera, confesándole tus sentimientos.
Hanna la veía realmente preocupada, luego de escuchar la “grandiosa idea” de su amiga.
Ambas se encontraban preparando la fiesta de aniversario de la empresa; era conocido que ‘W Communications’ solo realizaba una fiesta de aniversario cada dos años, una costumbre única de la empresa de Lorena.
— Tienes solo un mes de haber vuelto y ya estás pensando en locuras — continuó Hanna, tratando de convencer a la pelirroja, para que desistiera de tal idea.
— Ya no quiero reprimir más esto, quiero que sepa de una u otra forma, cuánto lo amo.
— Bueno, hazlo con una idea sensata, como decirle de frente las cosas y ya.
— Por favor, Hanna, ayúdame sin juzgarme ¿sí? — suplicó
— Definitivamente, no estoy de acuerdo con todo esto, pero está bien, cuenta conmigo — resignada, accedió, aunque aun preocupada por las consecuencias.
Se concentraron en los preparativos de la fiesta, decidiendo la temática, el banquete que se ofrecería, el número de invitados, las bebidas, entre mil cosas más, hasta que se vieron interrumpidas por la voz de Nicholas.
— ¡Buenos días, bellas damas! — saludó de forma efusiva, besando la mejilla de Lorena y saludando con una sonrisa a Hanna.
— Buen día, doctor Wright — respondió el saludo Hanna, observando como Lorena miraba con adoración y una sonrisa de enamorada, a Nicholas —. Yo los dejo, debo llamar a los proveedores que elegimos para la celebración.
— Cuando termines, me comunicas con Thomas, por favor — pidió Lorena.
Hanna asintió y después de tomar su tableta, salió de la oficina, soltando un suspiro y encaminándose a hacer su trabajo, aún con la angustia de lo que sucedería en aquella fecha.
— Bueno, otros dos años de éxito, doctora Williams — Nicholas se sentó frente a ella, del lado opuesto del escritorio.
— Lo sé, años de esfuerzo, es bueno poder llegar a celebrar este aniversario.
— ¿Por qué no lo celebrarías? — preguntó confundido por el comentario de su amiga.
— Oh, no me hagas caso, — movió su mano en un gesto para restarle importancia a su anterior comentario —, mejor dime, ¿qué te trae por aquí?
— Bueno, tenía ganas de venir a saludarte, luego de meses que estuviste lejos tengo que aprovechar.
Lorena sonrió, pensando en lo mucho que lo amaba; quería y estaba deseando con todas sus fuerzas que todo saliera bien.
Nicholas se quedó un par de horas con Lorena, un tiempo que ella apreció con toda su alma.
— Bueno, me tengo que ir, tengo…
El sonido del teléfono interrumpió a Nicholas.
— ¿Qué sucede Hanna? — contestó Lorena, haciendo uso del altavoz.
— ¡Tu admirador ha dejado un ramo de flores, preciosas! ¡Y ni hablar del collar! ¡Sal ahora mismo!
Lorena y Nicholas se miraron, ambos se levantaron de sus asientos y salieron de la oficina.
Un gran ramo de tulipanes, las favoritas de Lorena, yacía sobre el escritorio de Hanna, misma que lo veía encantada. La pelirroja quedó hechizada con la belleza de las flores, y así, se acercó lentamente a este.
A un costado, logró vislumbrar una caja de terciopelo rojo, abierta y mostrando un precioso collar de oro, con un dije de su nombre.
— Esto… — no sabía que decir.
— ¡Esto es precioso! — dijo Hanna por ella.
Lorena soltó una leve risa nerviosa y tomó la nota que había sido adjuntada al presente.
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Tal y como lo dijo Michael Jordan: “Puedo aceptar el fracaso, pero no puedo aceptar no intentarlo.”
Le prometí a ella no rendirme, le prometí que te haría feliz y que te daría los mejores días de tu vida. Y voy a cumplirlo, bonita.