Sonreír no siempre significa que tú eres feliz. A veces, solo significa que eres una persona fuerte.
Desconocido.
03 de diciembre 2015
Nueva York, EE. UU.
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18 de mayo 2014
— Quiero que intentes tomar con calma lo que te diré — dijo la doctora con formalidad.
— Bueno, con eso puedo empezar a hacerme una idea de lo grave que es, adelante.
— En general, tus estudios han sido normales y tus niveles han sido buenos. Sin embargo, algo en tu tomografía llamó mi atención — la doctora suspiró y le mostró el estudio en la computadora —. Lo que podemos ver en el hemisferio izquierdo de la cabeza, es… un tumor.
El mundo pareció detenerse por un instante. Pero lo peor de la noticia aún no había sido revelado.
— ¿Existe alguna solución? — preguntó Lorena intentando mantener la calma como le había indicado la doctora.
— Esa es la complicación, después de realizarte los exámenes de seguimiento, encontramos que el tumor es canceroso y está en etapa cuatro. Además, su ubicación hace que sea imposible operarlo — la doctora le explicó la mala noticia a Lorena.
Lorena suspiró y se dejó caer en la silla, tratando de contener la desesperación mientras miraba fijamente a la doctora.
— ¿Hay algún tratamiento disponible? — preguntó de nuevo.
La doctora negó con la cabeza. — Hasta ahora, tus síntomas son sólo fatiga, pero después vendrán los dolores de cabeza, mareos, nauseas. Lo único que podemos hacer es medicarte para reducir esos dolores. Aunque si quieres, podemos intentar la quimioterapia.
Lorena negó, no quería pasar por eso. — ¿Y cuánto tiempo me queda?
— No podemos definirlo, Lorena. Es diferente en cada paciente. Pueden ser semanas, meses o incluso años. Pero debemos mantener el control para asegurarnos de que el medicamento funcione correctamente.
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∞
Se sentó bruscamente en la cama, sosteniendo su cabeza entre ambas manos, dejando escapar lágrimas por el intenso dolor que la asolaba en las primeras horas de la madrugada.
Con dificultad, tomó el frasco de pastillas de su mesita de noche y, con manos temblorosas, extrajo una y la ingirió de inmediato.
El dolor debía desaparecer pronto.
Pero no fue así... los minutos pasaban y el dolor no disminuía en lo más mínimo, algo que resultaba extraño para Lorena. Conocía demasiado bien el dolor y sabía cuánto tiempo solía tardar en desaparecer, pero esta vez era diferente.
En medio del sufrimiento, pronunció desesperadamente el nombre de su esposo, pero recordó que él había tenido que hacer un viaje repentino a Francia. En esos momentos, solo le quedaba reunir fuerzas.
Tomó su teléfono y llamó a Hanna. Necesitaba recurrir a ella, porque no sería capaz de conducir; podría tener un accidente.
— ¿Lorena? ¿Estás bien? — preguntó su amiga preocupada.
— Hanna... — respondió Lorena, pero se interrumpió al sentir un dolor punzante en su cabeza.
— Oh Dios mío, ¿qué sucede? — aunque Hanna tenía una sospecha, trató de mantener la calma mientras se vestía. Y colocó el móvil en altavoz para poder hablar con Lorena mientras se preparaba.
— Necesito que... ¡Agh!... vengas por favor, tengo que ir al hospital.
— Tranquila, Lore, no tardaré en llegar. Todo va a estar bien.
Hanna colgó el teléfono y salió inmediatamente de su departamento. Se subió a su auto y condujo a toda velocidad hacia el pent-house de Lorena. En diez minutos, llegó al edificio, estacionó afuera y subió en el ascensor rápidamente.
Una vez en el piso, abrió la puerta con su llave y corrió hacia la habitación, guiada por el grito desgarrador de Lorena. Allí, la encontró arrodillada junto a su cama, sosteniendo su cabeza con las manos. A pesar de querer llorar al verla en esa condición, Hanna se contuvo y la ayudó a levantarse para salir del edificio.
Finalmente, Hanna logró ayudar a Lorena a subir al asiento del copiloto. Sin esperar, se colocó rápidamente en el asiento del piloto y arrancó el auto. En el camino, llamó a la doctora de Lorena, quien confirmó que las esperaba en el hospital.
— ¡Ayuda, por favor! — gritó la castaña, entrando al hospital con una Lorena muy débil.
Una enfermera se acercó con una silla de ruedas, entre ambas sentaron a Lorena y la enfermera comenzó a andar.
— ¿Algún médico de aquí la atiende en particular? — preguntó la enfermera.
— Si, la doctora Montgomery.
— Tengo entendido que recién llegó. La llevaré con ella — se detuvo por un momento en la puerta que dividía la zona médica de la sala de espera —. Por favor, espere aquí. Una vez que la doctora la revise, ya sea yo o la propia doctora, le comunicaremos todo lo necesario. Sin embargo, no podrá pasar más allá de esta área.