La historia nunca dice adiós. Lo que dice siempre, es un hasta luego.
Eduardo Galeano
POV. Luca Cornell
03 de diciembre 2020
Paris, Francia.
Cuatro años después de la muerte de Lorena.
Sonrío en grande, admirando aquel lindo regalo que mi ángel dejó para mí.
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10 de enero 2016
Nueva York, EE. UU.
Hace nueve días que el amor de mi vida dio su último aliento.
Vuelvo a pisar Nueva York, no pensaba hacerlo tan pronto, la realidad es que aún duele su perdida y es por ello por lo que he venido acompañado de Rose, mi querida hermana que me ha ayudado en los pocos días que llevo de duelo.
Es complicado adaptarme a esta nueva realidad que se formó con su ausencia física, estaba acostumbrado en los últimos meses a tenerla entre mis brazos, susurrarle mil y una veces al día lo mucho que la amo, besarla y ver esas hermosas sonrisas que me dedicaba cada tanto, eso es lo que más extraño, ver y escuchar su risa.
— Bueno, supuestamente estamos a cinco minutos del sitio donde el abogado te citó — comenta mi hermana mientras verifica el GPS aprovechando el semáforo en rojo,
— Está bien — respondo para inmediatamente volver a fijar mi vista en la ventanilla.
Hace dos días recibí la llamada del abogado de mi ángel, pidiéndome que me presentara con él pues debía hacerme entrega de lo que ella había dejado para mí.
Lo admito, estaba tentado a no asistir, no hay nada que quiera más que a ella, pero debo ir, solo será un momento y regresaré a vivir mi dolor, para después permitirme seguir con el nuevo sentido de la vida.
Cuando el tiempo dicho por mi hermana transcurre, noto como nos adentramos a un estacionamiento subterráneo de un gran edificio. Suelto un suspiro cuando siento el coche detenerse, me quito el cinturón de seguridad y desciendo. Mi hermana me toma de la mano y juntos nos encaminamos al elevador.
Diez pisos es lo que subimos y cuando las puertas se abren nos encontramos con un elegante bufete.
— Buena tarde, señorita — saluda cortésmente mi hermana a la mujer de recepción —. Estamos buscando al señor Daniel Jefferson, tenemos una cita con él a la una de la tarde. A nombre de Luca Cornell-Williams.
— Buena tarde, permítame un momento, lo anuncio — tardó unos segundos al teléfono para luego volver hacia nosotros —. Adelante, el señor Jefferson los espera, es la puerta del fondo.
— Muchas gracias — dijimos mi hermana y yo al unísono.
Caminamos hasta quedar frente a una elegante puerta de madera, tocamos levemente e ingresamos al escuchar un “adelante”.
— Buena tarde, ¿Luca Cornell-Williams? — saludó y preguntó, extendiendo su mano por sobre el escritorio.
Tomé la mano que ofrecía y contesté. — Su servidor, señor Jefferson.
— Tomen asiento, por favor — pidió amablemente mientras él volvía a su lugar en la elegante silla de cuero —. Antes que nada, lamento mucho su perdida.
Asentí ante el pronunciado pésame.
— Bien, como le indiqué en la llamada de hace dos días, la señora ha dejado algo para usted, se me solicitó que se le fuera entregado en privacidad, es decir, sin los demás herederos presentes.
Tomó un sobre amarillo que se encontraba sobre el escritorio y me lo mostró, indicándome que detallara que no había sido abierto. Casi no hablaba, por lo que mi respuesta fue otro asentimiento.
— Este primer documento lo leeré yo y el resto es para únicamente de su conocimiento.
— Adelante — fue todo lo que dije.
El abogado procedió con la lectura del primer documento.
۞
Yo, Lorena Cornell-Williams, en pleno uso de mis facultades mentales, hago constar que los bienes que heredé de mis padres, así como las propiedades enlistadas en este mismo documento, serán para mi esposo Luca Cornell-Williams.
Tales bienes varían en inversiones, cuentas bancarias y similares, de las cuales tendrá acceso de forma inmediata, una vez que a mi testamento se le dé lectura…
۞
Suspiré, principalmente cuando se me pasó el documento para firmarlo, era muchísimo dinero. Lo que daría por no tener eso y tenerla mejor a ella.
— Listo — le avisé al hombre, entregándole los papeles.
— Lo siguiente que le debo de entregar es esta carta, escrita por la señora para usted, para esta se me pidió dejarlo en completa privacidad, así que junto con su hermana saldremos y le daremos el tiempo para que la revise, así como los documentos anexos a esta — dijo entregándome aparte del sobre, un folder azul.