Con un café y una ducha en casa no tengo bastante para despejarme. Me niego a llamar a mi hermano hasta que ceda él y con mis padres aún más...
¿Qué le sucede a Scott? A veces la cabeza se me llena de raros pensamientos y creo que es una mujer la que lo domina de esta manera. Distanciándolo de mí y poniéndolo en mi contra... ¿Y por qué?
—No divagues, Jimin —me regaño—. Tonterías, pronto musculitos volverá a ser como antes.
Me relajo sentado en el balcón, comiendo frutos secos, aprovechando el sol para coger color. Y aquí está él, dando vida a mis ilusiones tras la noche pasada juntos. Aún siento sus manos tocándome, sus labios en...
Tranquilo, calma. No puedo, es más fuerte que yo y me hace recordarlo a cada momento. La primera noche que pasamos juntos, hace ya un año, parece lejana, y luego nos han sucedido tantas cosas que...
¡No! Me niego a obsesionarme con él, aunque es difícil y, sin más, lo llamo. Me apetece hacerlo, reconquistarlo... ¿Dónde estará y con quién? Extraño que no sepa la respuesta a esas preguntas básicas. ¿Me tendrá tan presente como yo a él?
—¿Jungkook?
—Sí... —contesta—, dame un segundo.
No le doy importancia a su petición hasta que oigo voces mezcladas. Creo reconocer la de Denis en la lejanía y me alarmo cuando entiendo de qué va la conversación, el deje ensombrecido en la voz de Denis:
—Anoche me llamó Alan, llorando, diciendo que estabas con Jimin. Que dormiste con él.
Pero ¿de qué va ese idiota? Las interferencias me impiden poder escuchar cada palabra con nitidez. La voz de Jungkook se eleva, sobresaltándome:
—Me parece que ese comentario está fuera de lugar. A nadie le importa con quién estoy o dejo de estar. A Alan le dejé las cosas bien claras y no entiendo que te llame, mucho menos entiendo a qué viene esta charla. —Ruidos, vocerío y papeles que me impiden oír... Al cabo de un momento, unos susurros. El eco de Jungkook viene y va, hasta que se oye de nuevo con claridad—: Yo ahí no entro. Tanto Alan como tú son mis... amigos, mi relación con Alan nunca ha sido más que eso, amistad.
Me encierro en casa, buscando aislamiento para que nada interfiera en el sonido y... me cago en la hostia:
—Perdón, señor Jeon... —pide permiso una voz —, ¿desea un café?
¿De quién es esa maldita voz? Me voy a volver loco y otra vez es a causa de Jungkook. ¿Con quién se trata ahora? Nuestro círculo era tan cerrado... Joder, sin saber cómo, me estoy mordiendo las uñas y pudriéndome por su maldita culpa.
—Jimin —dice por fin—, dime.
«Control.»
—Llamaba para saber cómo estás —dejo caer—. Necesitaba oírte.
Carraspea... La inseguridad lo distancia de mí, lo presiento al notarlo titubear.
—Estoy bien, más tarde tengo la cita con Carlos.
—Ah... vale. —Silencio intenso. Suspiro—. En realidad llamaba para decirte que te echo en falta, que lo que viví anoche contigo fue mucho más de lo que había esperado, después del tiempo...
—Jimin...
—Tienes trabajo, supongo. —¿Otra vez la voz?—. Supongo que es tu secretario...
—Sí. —Se calla y me callo. ¡Me vuelvo loco!—. Hemos cambiado un poco la forma de trabajar en la empresa y repartimos más el trabajo.
—¿Y estás cómodo ahora?
No puedo evitar que suene a reproche.
—Tengo que dejarte. Termino aquí y voy a ver a Carlos. ¿Quedamos más tarde?
—Claro, Jeon, claro —replico—. Tengo el cuello que da pena y tendré que cubrirlo.
¿Se ríe?
—Te dejo. —Pues no, está serio—. Te veo dentro de unas horas.
¿Me ha cortado?
No lo pienso, simplemente lo hago. Rebusco entre mis cosas, por los cajones, el armario, los bolsos y las maletas. Últimamente soy muy desordenado con mis cosas y todo es un caos... pero doy con el número de teléfono y la dirección de Carlos, su psicoterapeuta.
Cojo el coche, me equivoco de calle... me pierdo. Maldición. Tardo veinticinco minutos en llegar. Cuando me presento ante su secretaria, no me quiere atender. Aguardo más de quince minutos sentado en una sala vacía... hasta que la mujer le dice quién soy: Jeon Jimin.
—Has vuelto —murmura Carlos, asombrado, tras saludarme—. Vamos, pasa. Jungkook aún tardará.
—Voy a ser claro y directo. Quiero recuperarlo y a la vez tengo miedo de hacerle daño y no sé cómo hacerlo. Sé que sus sesiones van mejor que nunca y que él está haciendo un esfuerzo enorme... Mi vuelta lo perturba, pero yo... ¡lo amo!
—Veamos, Jimin...
Unos golpes en la puerta y Carlos palidece mirando la hora.
—No puede ser Jungkook —dice—, su cita es dentro de una hora.
Llaman de nuevo y la voz nos deja petrificados:
—Carlos, soy Jungkook.
Me levanto y no sé dónde esconderme. Giro sobre mí mismo hasta que Carlos me empuja y me mete en la habitación contigua. ¿Un baño?
—No salgas y no escuches nada, ¿entendido? —Asiento desconcertado—. Nada de lo que él diga puede salir de aquí y yo nunca te he visto.
—Yo no estoy aquí ni soy Jimin.
—Bien. —Sonríe y cierra—. Pasa, Jungkook.
No debo escuchar, no debo, pero a la tercera vez que me lo digo, sucumbo... y pego la oreja a la puerta. Es él, mi Jungkook. Y habla atropellado:
—Ha vuelto... Ya hace unos días, pero no creía que fuera a ser tan duro...
—Vaya, increíble... Cuéntame, desahógate. No omitas detalles y suéltalo sin pensar. De esta forma me dirás lo que verdaderamente sientes.
—¿Por dónde empezar?
—Siempre por el principio.
Me retiro... está mal escuchar a escondidas, pero ¿y si hallo en sus confesiones lo que no me dicen sus labios? Hago el intento y lucho contra mí mismo, sin embargo, gana mi osadía y más cuando es Jungkook quien habla:
—Apareció en el bautizo de mi sobrino. Me avisaron de que vendría y pensé que podría con la situación, pero al verlo, las barreras flaquearon y no sabes de qué manera. Está igual de hermoso, más delgado y maduro.
Araño la puerta, necesitando traspasarla. Su voz suena firme. ¿Y yo? Sentado en el suelo, desintegrado. Oigo que vuelve a hablar: