Se ama pero no se compra

Capítulo III. La joya de la familia

Una sorpresa, aunque solo oír la palabra dibuje una sonrisa en nuestro rostro, en esencia no es buena ni mala; tan solo un acontecimiento inesperado que produce una reacción efusiva o deprimente dependiendo el caso. Por supuesto, ni falta hace aclararlo, uno siempre espera buenas nuevas y la felicidad que trae aparejado ese evento peculiar; sin embargo, en ocasiones, lo que llama a la puerta y se presenta sin previo aviso no es otra cosa que el caos personificado y no existe forma de deshacerse de él por mucho que se anhele.

—¡Miren quién llegó! —gritó ni bien puso un pie en el salón principal—. Su tío favorito.

Esa voz era inconfundible, igual que lo era el espectáculo que montaba toda vez que llegaba a un sitio. Por eso, ni bien terminó de retumbar el alarido por las paredes de la mansión, Ema y Martina descendieron como una tromba de sus habitaciones para estrellarse en los brazos del infame Gerardo.

Alérgico a pasar desapercibido y hábil en el juego de la manipulación, el menor de los hermanos Nielsen, era poco menos que un tiro al aire, un velero a la deriva buscando puerto donde amarrar. Sin bien era legendaria su aptitud para los negocios y su buen ojo para detectar potencial donde el resto solo veía buenas intenciones, también eran legendarios sus escándalos amorosos y su nulo compromiso con las relaciones serias, duraderas; al punto de haber dejado plantadas en el altar a dos de los amores de su vida; al menos así las llamaba en las extensas tertulias que gustaba disfrutar con amigos, acompañado de una fina botella de Aurumred.

Sí, era todo un personaje. Extrovertido y reservado, generosos y desconfiado, amiguero y un tanto traicionero, eran apenas algunas de las cualidades de uno de los solteros más codiciados del continente que, pese a la alegría que a menudo derrochaba y su energía siempre a tope, sin embargo, no era bien recibido en todos lados o por toda la gente.

—¿No hay un abrazo para el cuñado más sexy que la vida pudo regalarte?

—Creía que estabas en Emiratos Árabes, cerrando un negocio —dijo Amalia con un gesto adusto, mientras se acercaba a saludar poco efusiva.

—De hecho lo estaba —carraspeó—, pero gracias a mi encanto y enorme capacidad de convencimiento, pude firmar el contrato antes de lo previsto. Y, aunque no hice a tiempo de llegar al cumpleaños de mi sobrina hermosa, traje un obsequio para ella.

—Tío no hacía falta —dijo Martina mientras estiraba sus brazos para tomar la caja cuadrada que parecía contener bombones.

Luego de quitarle el moño y abrirla con cuidado, temiendo dañar lo que fuera que hubiese en el interior, el rostro de todos los presentes se transformó por completo. Los ojos desorbitados, presurosos por salirse de sus cuencas, se maravillaban con la gargantilla de diamantes que brillaban como el mismo sol.

—Gerardo, es demasiado —dijo Maby tragando saliva.

—Para la princesa de la familia, solo lo mejor.

—Tío, no sé qué decir —dijo Martina titubeante, casi en shock.

—Entonces no digas nada y solo celebremos —sonrió—. Imagino que en esta casa habrá algo para comer, muero de hambre.

—Gerardo, insisto en que es un obsequio demasiado costoso y no me parece apropiado.

—¡Vamos Amalia, soy su tío, por el amor de Dios! ¿Cuál es el problema? Tus armarios rebosan de joyería y nunca he visto que las devolvieras por considerarlas demasiado valiosas.

—Martina tiene 18 años.

—Hablas como si le hubiera regalado un viaje en cohete a la luna o una visita guiada a una cárcel de máxima seguridad, repleta de convictos; solo es un collar que lucirá en eventos importantes a los que no tardará en acudir.

—Solo me preocupo por su bienestar, es todo —se excusó.

—Pues, eso debió pensarlo tu abuelo antes de construir el imperio que diriges —soltó una carcajada grotesca.

—¿Qué insinúas? —preguntó frunciendo el ceño.

—Solo digo que no puedes ser la madre sobreprotectora eternamente; tarde o temprano deberás permitir que hagan su camino y se enfrenten a la realidad de la vida.

—¿Acaso crees que asfixio a mis hijas y las mantengo tontas dentro de una burbuja? —se exasperó.

—Creo que le das demasiada importancia a un simple collar —sonrió—. ¿Es costoso? Sí, el mismísimo príncipe me lo vendió a muy buen precio; pero no pretendo que Martina lo lleve a la Universidad o lo publique en Instagram, solo que lo luzca en el momento apropiado y mientras tanto lo atesore como a las mil piezas de inconmensurable valor que posee la familia.

—De acuerdo —respondió mientras inhalaba y exhalaba buscando su centro—, tal vez exageré un poco; es solo que, no te hemos visto en más de un año y de pronto te apareces con eso y…

—Solo disfrutemos el momento —interrumpió.

—¿Te quedarás a cenar? —preguntó izando la bandera de la paz.

—Estaba pensando en quedarme unos días, si no les molesta.

De más está decir que Amalia tenía innumerables razones para oponerse o, si se quiere, discutir la autoinvitación de su cuñado; sin embargo, no dejaba de ser familia y la felicidad reflejada en el rostro de sus hijas, tornaba imposible decir otra cosa que no fuera sí. Por eso, a regañadientes, puso su mejor cara de poker y asintió resignada, con la seguridad de que se arrepentiría más temprano que tarde de la decisión.



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En el texto hay: jovenes, pasion, desamor

Editado: 02.08.2020

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