Se ama pero no se compra

Capítulo XVI. Sin luz al final del camino

—Admito que me sorprendió tu llamado —dijo Hernán mientras ojeaba la carta, en la mesa central del restaurante italiano más exclusivo de la capital.

—Bueno —suspiró—, estamos entrevistándonos con todos y me dije por qué no.

—No te arrepentirás, ya verás que incrementarán las ventas como nunca desde su fundación.

—¡Tranquilo vaquero! No te contrato todavía.

—Al menos podré hablarte de las muchas cualidades de nuestra empresa.

—Y dime una cosa ¿Han trabajado con firmas importantes antes?

—Nos ha costado hacernos un lugar entre gigantes pero, de a poco, conseguimos dejar nuestra marca.

—No respondiste la pregunta —dijo Daniela cruzándose de piernas, dejando ver el tajo de su vestido que llegaba hasta los límites de la imaginación.

—Bueno… nosotros…                    

—Entenderás que como gerente comercial de Modiflyare y Asociados, no puedo aconsejarle al directorio que ponga la próxima campaña en manos de unos novatos entusiastas.

—Tenemos experiencia en el rubro, de verdad —dijo apurado, casi sobresaltado.

—No lo dudo —sonrió—, pero si no tienes un vasto historial de experiencia para mostrarme, no me puedo arriesgar.

—Bien —carraspeó mientras un mozo llenaba las copas de champagne—, sabes que estoy haciendo mis primeras armas en el negocio, pero mi padre lleva más de veinte años ocupándose de la publicidad de marcas relevantes.

—Por ejemplo…

—Tonix, Massachusetts Ice, Bongiorno, Prisma Inc, Cartagena Records…

—Interesante —dijo elevando las pestañas, esbozando algo parecido a una sonrisa.

—¡Vamos! Son empresas destacadas.

—Tal vez lo sean en su universo de confort, pero ninguna compite en las grandes ligas —respondió deprisa.

—Solo necesitamos una oportunidad…

—Lo siento Hernán, pero no hago caridad.

—¿Entonces por qué concertaste esta cita? —preguntó echándose sobre el respaldo de su  silla, abatido.

—Quería conocerte más —dijo elevando su copa en forma de brindis—, no me causaste tan mala impresión en aquella gala después de todo.

—¿Estás coqueteándome?

—Ambos sabemos que ni falta que hace —sonrió—, estás rendido a mis pies.

—¿En serio?

—No paras de mirarme el escote desde que llegué.

—Eso no…

—Y cada vez que hablo, no me miras a los ojos sino a los labios con desbordante lascivia —interrumpió.

—Yo…

—Descuida, no me molesta; de hecho, me halaga.

Hernán estaba temblando. Jamás se había sentido tan apabullado en toda su vida. No había duda de que estaba tratando con una dama de la seducción, que escondía detrás de un manto inexpugnable de misterio sus verdaderas intenciones.

Lo único claro para el joven aprendiz de empresario, era que los encantos y habilidades de Daniela Bustamante no se agotaban en el ámbito comercial sino que se extendían, tal vez, a los confines del pecado.

La cena se fue entre conversaciones mundanas y comentarios tan desubicados que no calificaban, siquiera, en la categoría del tan mentado doble sentido. Indirectas y municiones apuntando directo a la indiscreción, eran apenas el comienzo de una noche recién amanecida que no conocía de límites ni escatimaba en promesas vacías que ninguno de los dos pensaba cumplir.

—Háblame más de ti —dijo Daniela mientras aguardaban el postre.

—¿Qué quieres saber?

—¿Dónde estudias?

—En la Universidad Rolloway.

—Ah, eres un niño bien —sonrió guiñándole un ojo.

—¿Eso qué significa? —preguntó frunciendo el ceño, un tanto ofendido.

—Allí concurren todos los ricos, solo eso.

—Hay un gran porcentaje de becados que no son, justamente, millonarios.

—Pero no es tu caso.

—Marcol Entertainment ha funcionado bien, no nos quejamos —sonrió—. ¿Y qué hay de ti, señorita plebeya?

—Definitivamente tuve que esforzarme para obtener mi graduación.

—¿Insinúas que la cuota  mensual compra mi título?  Pues déjame decirte que la exigencia en Rolloway es atroz.

—Lo sé, solo bromeo contigo —sonrió—, me gusta provocarte.

—Eres muy extraña…

—Ya te acostumbrarás.

Con más evasivas que respuestas concretas, la primera cita concluyó con un saldo positivo y la sensación de que pronto haría falta un nuevo encuentro para saldar todo cuanto se insinuó y quedó en el aire, a la espera de dar ese gran paso que inicia con un beso y no tiene fecha de caducidad.

Sin embargo, cuando Hernán por fin se encaminaba a dejar atrás la catástrofe que significó el capítulo Martina en su historial amoroso, una noticia, en apariencia descabellada, lo devolvió de un hondazo humillante al planeta Tierra.



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En el texto hay: jovenes, pasion, desamor

Editado: 02.08.2020

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