Capítulo 18
Quiero quererte
Suspire profundamente con la mano aún congelada en el pomo de la casa de Sasuke, mi casa, nuestra casa. Había perdido la cuenta de los minutos que llevaba ahí parada, totalmente inmóvil y con la respiración entrecortada. Me castañeaban los dientes y un sudor frió me cubría el cuerpo al mismo tiempo que me abordaban los recuerdos de cada una de las noches que pase sola, llorando por él, preguntándome que había hecho mal.
—Cada día será de alegría, yo puedo darte felicidad... haré todo por ti.
De un momento a otro, volvieron a mi mente las palabras con las que le juré amor, el día de nuestra boda, aun recordaba como sus ojos se detuvieron en mí, mientras recitaba mí dulce juramento, y por ese instante, pude creer que me amaba.
Una lagrima corrió por mi mejilla, en honor a esa inocente niña, llena de sueños que anhelaba ser amada, tome una profunda respiración para calmarme y abrí la puerta.
Una fina capa de polvo adornaba los muebles, las cortinas cerradas daban un aspecto lúgubre que erizaba la piel, mis pasos resonaron mientras inspeccionaba la planta baja, pude notar la falta de adornos y lámparas, no alcanzaba a imaginar al tranquilo Sasuke Uchiha arrojando cosas en un arranque de ira, así que supuse los había tirado, me encogí de hombros al darme cuenta que no era la única que los odiaba.
Abrí todas las cortinas y ventanas antes de sonreír y comenzar a limpiar cada centímetro de la casa.
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"Bésame, frena el tiempo."
-Camila
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Sasuke
—También podemos tener una competencia de ramen y después...
Sin apenas darme cuenta deje de escuchar al ruidoso rubio sentado junto a mi cama, me fue fácil notar que podías dejarlo parlotear por horas y él parecía no darse cuenta.
Cabeza hueca.
Me sentí irritado por el camino que tomaron mis pensamientos, más aun tratándose de mi mejor amigo, pero después de pasar horas escuchando sus monólogos durante tres días seguidos, supuse que era un pensamiento justificado.
Desde que desperté Mikoto y Fugaku Uchiha, que ahora sabia son mis padres, pasaban un par de horas al día conmigo, cada mañana me encontraba anhelando esos momentos, cuando estaba con ellos me sentía casi en calma, más aun con las suaves caricias de mi madre a mis manos y la mirada tranquilizadora de mi padre, estar con ellos me hacía sentir que podía lograrlo todo y que nada importaba, ni el hecho de que estábamos en un hospital, o que los había olvidado.
Pero no solo eran ellos, Itachi Uchiha mi querido y algunas veces molesto hermano mayor, se sentaba junto a mi cama rememorando nuestras aventuras de niños, como a él le gustaba decir. En ocasiones sentía que me trataba como si tuviera cinco años y cando le recriminaba, él solo sonreía cambiando el tema como si nada. No necesitaba mis recuerdos para sentir el lazo casi anhelante que me unía a estas personas, sin duda alguna, los quería. Por ello, me sorprendía constantemente la incomodidad que se asentaba en mi interior. Según lo que había averiguado, no teníamos más parientes, ni alguien que de un momento a otro pudiera entrar por la puerta y poner mi mundo de cabeza, pero casi lo esperaba, como si faltara algo.
Los días pasaron rápidamente, por ello cuando me di cuenta ya había finalizado mi primera semana en esa habitación, constantes exámenes médicos y platicas familiares que se alargaban hasta bien entrada la noche, consumían casi todo mi tiempo, dejándome sin margen para pensar en otras cosas, como el que solo me visitaban mi familia y mi mejor amigo, su excéntrica novia no había regresado, respaldando mi hipótesis de que la hacía sentir incomoda, o al menos no le agradaba.
Por ello, me sentí desconcertado cuando al volver la vista a la puerta, esperando encontrarme con Naruto, ella estaba ahí. Sola. Con aspecto nervioso y los ojos brillantes, sujetaba con fuerza una pequeña canasta, rebosante de manzanas rojas. Un sencillo vestido blanco caía holgadamente por su cuerpo, mientras su extraña cabellera rosa la envolvía como un halo brillante, que le daba un aspecto casi irreal.
—Hola, Sasuke-kun — pronuncio con voz cantarina.
Pareció flotar, el estrecho espacio que separaba mi cama de la puerta y ocupo el lugar que esa misma mañana había tomado mi madre, junto a la cabecera. Por un momento fui incapaz de responder, hasta que me miro profundamente a los ojos, debido a mi silencio.
—Hola...
—Es normal que no recuerdes mi nombre— me interrumpió a apenada —la última vez que nos vimos, no pasamos mucho tiempo juntos, y yo no fui muy.... Amable... ni nada de eso. De verdad lo siento.
Esperé a que terminara de hablar, ya que pude darme cuenta de lo difícil que le era encontrar las palabras correctas, para expresar con claridad sus sentimientos. Cuando se quedó mirándome en silencio, con la cara totalmente roja, sonreí un poco.
—Sakura— la llame suavemente, sus ojos me enfocaron con sorpresa —Recuerdo tu nombre.
Por un momento creí ver sus ojos llenarse de lágrimas, antes de bajar la mirada y enfocarse en las manzanas que se encontraban en su regazo, con movimientos pausados de la bolsa blanca que colgaba a su costado, sacó un plato, un cuchillo y una bolsita con palillos .
—Es normal— hablaba en tono bajo, pero con una suave sonrisa curvando sus labios —siempre has sido brillante, recordar un nombre no representa un problema para ti. — me lanzo una sonrisa de disculpa, antes de empezar a pelar una de las manzanas.
Durante todo el tiempo que llevaba en ese lugar, ni mi madre se había sentado junto a mí cama mientras limpiaba alguna fruta con la intención de alimentarme, pero extrañamente, no podía imaginarme a nadie más que a esta mujer, en ese papel, me pareció por un segundo tan natural, que me pregunté quién era ella realmente. Recordé su reacción una semana atrás, cuando me aventure a llamarla la novia de Naruto, el dolor en su rostro, su repentina huida, la mirada que me lanzó Naruto y la afligida expresión de mi madre al traspasar la puerta. Acaso ella...