Se Vende

Desastre

No debería estar el cielo azul y el sol brillando, no cuando mi mejor amigo, mi hermano, yace en su ataúd, debería estar diluviando cómo lo está haciendo mi corazón. Somos pocas personas las que estamos aquí acompañándolo por última vez, las justas y necesarias diría él. ¡Oh, Nico! te echaré tanto de menos, me hiciste prometer que no lloraría y no voy a poder cumplirlo, lo siento. Ahora que por fin te estaba saliendo todo bien tuvo que llegar esta terrible enfermedad, me dijiste que con el dinero todo se solucionaría pero te equivocaste, hay cosas que ni el dinero puede comprar.

— Adiós Nico— le digo a su ataúd.

— ¿Señorita procedemos?— el enterrador ha preguntado ya varias veces.

Asiento con la cabeza, su hermano no ha aparecido ni parece que lo vaya a hacer. El "estirado" cómo lo llamaba él o el "invisible man" cómo lo llamo yo, porque ha sido imposible que pueda conocer al tipo, no habrá tenido tiempo en su ajustada agenda para despedirse de un hermano que no ha querido conocer. No quiero pensar en ese desgraciado, no se lo merece, son los últimos momentos que voy a estar con Nico y nos los voy a perder pensando en él.

Aún así espero hasta que los operarios terminan de enterrarlo con la esperanza de que llegue, que se haya arrepentido, pero va a cerrar el camposanto y él no llega haciendo honor a su nombre.

 

 

 

— Señorita Mel— me intercepta el señor Chang, mi casero— deber usted dos meses— pone dos dedos manchados de tabaco delante de mi nariz— pagar ya o fuera— señala la puerta.

— Mañana Señor Chang— le digo para darle largas, estoy agotada después del entierro y las noches que he pasado sin dormir cuidando de Nico.

— No mañana, ahora— me agarra de la mano y me retiene.

— Chang venga, te he pagado bien todo este tiempo, sólo es un atraso— me suelto de él.

— Mañana sin falta— dice después de pensar unos instantes— quiero señal, yo quedar tele hasta tú pagas.

— Vale, sube por ella— no tengo ganas de discutir.

— Bo, Siu, subid con señorita Mel— aparecen de la nada cómo fantasmas, seguramente estarían escondidos esperando, los dos niños son miniaturas del padre.

Luego de darles la tele último modelo que Nico me regaló por mi último cumpleaños, me  tumbo en el sofá abrazada a un cojín, las lágrimas contenidas empiezan a gotear hasta que se convierten en una cascada, no puedo parar, llevo mucho tiempo tragándomelas, lloro y lloro hasta que mis ojos se quedan secos.

 

                     SEIS MESES DESPUÉS

 

— ¡Maldito seas Nico! ¿En qué demonios estabas pensando al dejarme una empresa?— me visto todo lo rápido que puedo, ayer estaba tan cansada que se me olvidó de poner la alarma del móvil.

Miro entre el montón de ropa del cuartucho que me sirve para guardar todas mis pertenencias y tomo lo que creo que está más limpio, tengo que ir a la lavandería sin falta pero no tengo tiempo para nada, una vez le dije a Sandy, la secretaria de la empresa, que me hiciera el favor de llevarla y todavía me duele la  cabeza del sermón que me echó, no sé porque no la despido, bueno si lo sé, por lo que cobra no me queda más remedio que aguantarla y por la maldita cláusula del testamento que me lo impide.

— No te molestes, los Clermot han llamado, van a contratar a otra inmobiliaria— la susodicha está sentada en su cómoda silla tomando una enorme taza de café— has llegado tarde a tres citas esta semana, yo me hubiera ido a otra agencia la primera vez— toma un sorbo.

— El móvil no...

— Excusas, hoy el móvil, ayer que si la caravana por un accidente, el lunes porque te equivocaste de hora, ¿Quieres que siga?— me mira fijamente mientras busco las llaves del coche.

— No todo el mundo es tan perfecta cómo tú— no puedo evitar contestarle, me hierve la sangre.

— Perfecta y única— me dice tan tranquila— pero no puedo estar en mil sitios a la vez, atender el teléfono, a los clientes, enseñar casas... necesitas a otro empleado más por lo menos si quieres que la empresa no se vaya a pique, con los ingresos que tienes ahora mismo calculo que no duraremos abiertos ni dos meses más. Necesitamos vender más casas y está claro que tú no puedes abarcar más, nada más hay que verte— me mira de arriba a abajo con una mueca de desagrado.

Cuando termina de hablar mis ánimos están por los suelos, no puedo contratar a nadie más, no tengo suficiente dinero para pagar un sueldo medio decente, cubro los gastos de la empresa a lo justo, he tenido que alquilar el piso que Nico también me dejó para poder pagar el sueldo de Sandy y venirme a vivir a un trastero de la inmobiliaria, no tengo dinero ni para alquilar un piso. Y lo peor de todo es que tiene razón, necesito por los menos dos empleados para conseguir más clientes, ya he perdido a varios, no puedo atenderles bien.

— Quizás el mes que viene...

— Mira jovencita, ya soy bastante mayor para que me des largas, necesitas a alguien ya o no habrá mes que viene.

— No tengo dinero, tú lo sabes mejor que nadie— me echo una taza de café sólo, la leche se ha acabado.




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