III
Toquemos las estrellas
…Y de pronto estaba yo ahí. En el lago, a la orilla. Llevaba un lindo vestido azul que solía utilizar a los seis años. Mi padre estaba a mi lado. Me miraba y me decía lo hermosa que estaba ese día y lo mucho que había crecido. Decía que me extrañaba mucho y que, si quería, podía llevarme con él a vivir. Reíamos, jugábamos con un boomerang, corríamos…Y en el fondo de los árboles, detrás de mi padre, vi una alta silueta negra salir.
-¡Viktor!- grité. - ¡Ven a jugar!
Volteaba a ver a mi padre, me miraba extrañado.
-¿Quién es Viktor, hija?
-Es un amigo, papá. ¿Puede venir a jugar?
-Claro, dile que venga.
Entonces Viktor se acercaba a mí, tomaba mi mano y la besaba delicadamente. Volteé a ver a mi padre, que miraba a Viktor un tanto sorprendido. Era evidente, ya que Viktor impone mucho con su presencia. Además, era más alto que mi padre.
Comenzamos a jugar con Viktor, y yo corría en todas direcciones. Hasta que de pronto mi padre se acercó a mí y me dijo:
-Iré a la casa.
Se notaba preocupado. Me quedé un tanto intranquila y seguí jugando con Viktor. Tenía una sonrisa hermosa, indescriptible. Y de pronto, me sentí feliz, plena, completa…
Desperté. Me sentía como en el sueño. Tenía todas las fuerzas del mundo, sentía que me habían revivido.
Todo el día estuve bromeando y riendo con Thana y la chica nueva, Sara, en clase de Dibujo Espacial. Noté que Thana también se encontraba de buenas.
- ¿A dónde iremos hoy?- pregunté a ambas.
-Hoy y mañana estaré algo ocupada. Mi familia vendrá a visitarme. – dijo Thana.
-¿Les parece el jueves?- pregunté.
-¿A dónde?- dijo Sara.
-Vamos a tomar un café a Sailors.- sugirió Thana.
Las tres aceptamos. Sara quería conocer mejor la ciudad, y no le gustaban los lugares donde el ruido de la música fuera más fuerte que la voz misma de las personas al momento de conversar.
Yo seguí estando feliz. Toda la tarde estuve encerrada en mi habitación haciendo bocetos, sentía mi corazón latiendo con fuerza, intensidad y pasión. Recordé el sueño: el lago, mi vestido azul, mi padre y Viktor…
Viktor… ¿Quién me había hecho sentir más completa?
Entonces comencé a dibujar algo que ya existía. Siempre había sido uno de mis símbolos favoritos: el sol y la luna, juntos, siendo uno solo. Cuando hube terminado, me asomé al lago, y traté de ver entre los árboles, a ver si una silueta negra y alta se aparecía. Pero nada pasó. Igual, suspiré. Estaba feliz. Punto.
Esa noche me fui a dormir con una sonrisa en los labios.
-Hola, Ava.
-Hola.
- ¿Cómo estás?
-¡De maravilla!
-Puedo notarlo.
Desperté de golpe. Esa había sido la voz de Viktor. ¿Cómo era eso posible?
“Fue un sueño”, me consolé.
Me volteé hacia mi lado derecho, mirando hacia la ventana. ¿Por qué he estado soñando tanto con Viktor? Sólo nos hemos visto dos veces. Y sé que quizás ni siquiera le agrado. Y no sé si me agrada. Me volví a quedar dormida lentamente.
-No tengas miedo.
-No lo tengo.
De pronto, la oscuridad se disipó y estaba en la orilla del lago junto a Viktor. Me di cuenta de que había estado detrás de mí, cubriendo mis ojos con sus manos.
-Te gusta mucho este lugar, ¿verdad?
-Sí. He vivido aquí desde que nací. Amo vivir a unos cuantos metros del lago.
-Es un lindo lugar.
Tomó mi mano y entrelazó sus dedos en los míos. Miré nuestras manos. Me sorprendió lo bien que me sentía tomando su mano, sintiendo su piel.
- ¿Te molesta?
-No.
-Eso espero.
-¿Por qué haces esto?
-Me siento bien así.
Me ruboricé. Yo me sentía igual.
Permanecimos en silencio. El cielo estaba azul, y el sol resplandecía sobre nosotros, pero estar ahí con él, hacía que mi alma se elevara tanto, que juraba que podía alcanzarlo. Me miraba, y yo le pillaba, observándolo de reojo.
Era perfecto. Todo era simplemente, perfecto.
-Ya va a amanecer. Ya debes ir a la escuela. – dijo él, después de un rato.
-¿De qué hablas?
Soltó mi mano, se puso en pie y me ayudó a incorporarme.
-Hasta luego, Ava.
Abrí los ojos. Estaba en mi cama. Debo dejar de pensar en Viktor…
Todo el día estuve sintiéndome algo cansada, Thana y Sara me preguntaron qué era lo que andaba mal conmigo. No quería decir nada sobre Viktor, me prometí no pensar en él. Pero por mucho que yo tratase de no pensarlo, de no traerlo a mi mente, cada que cerraba los ojos podía sentir el sol sobre nosotros, su mano tomando la mía. No sabía si volvería a verlo en persona.