Ihsahan tenía mucho trabajo por hacer, pero no podía descuidar a su equipo. Shia perdía el foco con facilidad si no conseguía lo que quería. La mandaloriana disfrutaba de vestirse frente a él mientras hablaban de trabajo y alardeaba de sus cicatrices.
“¿Encontraste a esa chiss?” Preguntaba divertida mientras se metía dentro de su ajustada calza de cuerpo completo. “Mirana estaba quejándose de que había desaparecido de la galaxia.”
“Está en una misión en Nar Shaddaa.” Respondió el sith mientras se ponía de pie. “Estoy camino a ella, tengo algo para encontrar en ese satélite.”
“¿Necesitas compañía?” Preguntó con prestancia la mandaloriana.
“No, tienes trabajo en la ciudad.” Respondió al instante.
“Es cierto, además no te serviría de mucho en un lugar rancio como ese…” Dijo pensante Shia.
Mirana entró sin golpear para mirar con desdén a Shia.
“Maestro, tengo noticias de Artemios. Parece que no ha tenido problemas en la Academia y ya nos ha enviado una gran colección de información.” Dijo con prestancia. “Su desayuno está servido y su nave ya está lista para su partida.”
“Eres estirada, Mirana.” Dijo divertida Shia mientras se sentaba en la cama. “¿Me robé tu turno?”
“Vitti ya está en Inteligencia.” Agregó la guardia sin prestarle atención a la mandaloriana. “Estoy a su disposición.”
“Tengo que ir a ver a Vera, mi armadura ya está lista.” Dijo sonriente Shia mientras buscaba algo entre las sábanas. “No sé dónde quedó mi ropa.”
“En la sala de estar…” Dijo ofuscada la guardia.
Shia pasó sonriente frente a ella, caminando lentamente para molestarla.
“¿Algo de Inteligencia?” Preguntó de la nada Ihsahan mientras la guardia lo seguía hacia el baño.
“Todo está marchando como ordenó, milord.” Dijo con prestancia mientras abría la mampara para él. “Sus espías son mucho más independientes y eficaces que sus predecesores. Su informe matutino está junto a su desayuno.”
Ihsahan no tenía problemas en bañarse frente a ella.
“Habla.” Dijo con seriedad.
“Esa mandaloriana está abusando de su hospitalidad, milord.” Dijo con prestancia Mirana.
“No me sirven de nada tus celos, Mirana. Shia no va a irse a ningún lado.” Respondió con seriedad el sith.
La guardia gruñó en silencio.
“¿Tienes lugar para mí, alor?” Dijo jocosa la mandaloriana mientras Mirana se interponía entre la ducha y ella. “¿Tan celosa? No voy a robártelo, Mirana.”
“Cierra el pico, mugrienta.” Dijo ofuscada la guardia.
“Eso quería arreglar.” Dijo jocosa mientras giñaba un ojo. “Ihsahan, Vitti me dijo que necesitabas algo de la ciudad.”
“El mismo empleador de Vera tiene una parte para mi caza.” Dijo el sith mientras el agua caliente caía sobre él. “Me llevo el yate a Nar Shaddaa.”
“Entendido.” Dijo divertida Shia mientras se volteaba. “Te lo encargo, Mirana.”
La guardia no dudó en meterse a la ducha.
El satélite de Nal Hutta lo recibió con su hediondo aroma y densa polución. El puerto que eligió estaba a cargo del Imperio y nadie notó su entrada a lugar. Su información era precisa y no necesitaba nada de los criminales del lugar, que componían la gran mayoría de la población. Su máscara ya era reconocida en la galaxia y nadie que supiera un poco de él se atrevía a meterse en su camino. La Cantina de Jarlop era un lugar de encuentro para los más decentes de los visitantes del satélite. Allí encontró a su contacto mientras atraía las miradas de todos. Ihsahan sabía que estaba marcado por el Cartel, el Sindicato y la gran mayoría de asociaciones criminales de la galaxia. Los hutts intentaban asesinarlo prácticamente todas las semanas, ya que era el brazo oscuro de la justicia del Imperio. Ihsahan se sentó para que su holo se conecte al del tabernero, que, sin delatar sus intenciones, lo informó de los detalles de Narsh. Parecía que su espía tenía una mañana ocupada. Cuando estaba listo para marcharse, encontró una mirada peculiar en la distancia. Cen estaba mirándolo con fijación junto a un duros, que había quedo con su tarro entre la mesa y su boca. Cen tenía su mano cerca de su blaster y sus ojos emanaban nervios. Su mesa estaba junto a la barra, a unos pasos de él. Su tío estaba igual que siempre, su barba estaba prolija y su ropa impecable. Clavada en la barra estaba la recompensa que los hutts habían puesto en su cabeza. Un millón de créditos era el sueño de la mayoría de los clientes en ese lugar. Ihsahan conocía a los tripulantes de su tío y no estaban en ese lugar. Deto apoyó su tarro en la mesa para que todos los capitanes y mercenarios saltaran directo hacia él. Los disparos y espadas no se hicieron esperar, Ihsahan cubrió su máscara con su antebrazo y guantelete para los disparos reboten en su armadura para luego esquivar una banqueta. Inmóvil, esperó por más ataques, pero todo se sumió en un denso silencio. Los blasters nunca se alejaron de él, un vaso explotó en el suelo para que todo volviera a comenzar. Ihsahan estaba rodeado por una docena de atacantes. Media docena empezaron a flotar en el aire sin poder hacer nada más que patalear en el aire mientras perdían sus armas al intentar detener la intangible mano que apretaba sus cuellos. El esto de sus enemigos estaban armados con vibroblades, que estaban en auge entre los bandidos de la galaxia. Sus puños y pies fueron más que suficientes para derrotarlos. Los bandidos y mercenarios terminaron sobre las mesas, la barra y las sillas de lugar gritando de dolor por sus huesos rotos. Los ahorcados cayeron todos al suelo para toser por la falta de aire. Ihsahan levantó a un mercenario con facilidad para colgarlo frente a él.
“Mercenario, quiero que le digas a tu empleador que no voy a tolerar su sucia presencia en mi camino.” Dijo con severidad el sith para lanzarlo contra el fondo del lugar. “Esta es la única oportunidad que tendrán para escapar, cazarrecompensas.” Agregó para todo el lugar.
La mano de su tío estaba sobre su blaster mientras lo miraba fijamente a su máscara. Ihsahan se volteó para que alguien dispare hacia su espalda. Su giro fue fenomenal, haciendo que el disparo choque contra su pecho protegido por beskar. El humeante blaster de un rodian era el culpable, este cayó al suelo mientras volaba directamente hacia él. Su cuello se rompió con facilidad para caer muerto en el suelo. Eso iba a tener que ser suficiente demostración de poder para el resto del satélite. Su tío nunca había tocado el blaster, ya que sabía lo que podía pasar. Ihsahan salió en silencio por la puerta para seguir con su camino.