Danielle
He pasado dos semanas intentando encontrar a “T”… no pensé en que llamaría y me daría una cita, pero buscarlo es como buscar una aguja en un pajar. Pero no puedo darme por vencida.
Hoy es viernes… mi primer día libre desde que comencé a trabajar, me despierta el sonido que viene desde el salón.
Me levanto no de muy buen humor, no he dormido lo suficiente, ni siquiera me preocupo de verme en el espejo. Compruebo que mi pijama siga en su lugar, una simple camiseta de tiras que me llega hasta los muslos y un short minúsculo, que apenas se asoma al final de la camiseta. Perfecto.
Escucho claramente la voz de Dominic debe estar hablando por teléfono. Tiene la mala costumbre de hablar demasiado fuerte cuando lo hace.
Entro al salón. Entra demasiada luz, los ojos me escuecen, los cierro y me paso la mano por la cara.
—Pero mira quien nos honra con su presencia, la bella durmiente.
Le gruño.
—Es tu culpa. Te empeñas en que todo el vecindario se entere de tus conversaciones.
Se ríe y tengo una sensación extraña. Me siento observada. Enfoco la vista y me encuentro con la personificación de mis sueños eróticos de adolescencia.
Grande, imponente, musculoso, la camiseta blanca que lleva se le pega como una segunda piel, tiene la mandíbula angulosa y firme cubierta por una ligera capa de barba, va en perfecta armonía con sus rasgos finos. Su boca es pequeña pero sus labios carnosos, son jodidamente perfectos, su nariz ligeramente respingona da paso a sus increíbles ojos azules, perfectamente contrastados con sus oscuras pestañas y pobladas cejas. Su cabello lo lleva en una melena ondulada y desordenada hasta la base del cuello.
Mis piernas amenazan con dejar de sostenerme. Desvío la mirada e intento vagamente volver en mí, estoy segura de que se fijó en la repasada que le acabo de dar.
—No es que quiera que todo el vecindario se entere, mi voz es imponente — dice orgulloso mi primo ajeno a todo a su alrededor.
Levanto la mirada hacia él, intento actuar natural, no dejar que la presencia de este hombre me afecte o que al menos no se note. Una mujer debe mantener su dignidad.
—Como digas D. Regresare a la cama, no me siento del todo bien — miento a medias, estoy cansada pero no es por eso que deseo salir de ahí. Me vuelvo al hombre que no ha dejado de mirarme — estás en tu casa.
—Gracias — su voz es ronca, profunda y ridículamente sensual.
Edik viene hasta mí, y coloca su mano en mi frente. Su expresión preocupada, hace que sonría, tan sobreprotector como siempre. Gradezco su contacto, me invade una sensación de alivio. Miro sobre su hombro al extraño, tiene una sonrisa dibujada en el rostro, sus ojos brillan con picardía, definitivamente este tipo es del tipo de mi primo, en mi cerebro se activa una señal de alarma.
—No parece que tengas fiebre, seguramente es solo cansancio — se vuelve hacia su amigo — Ralph te molestaría si nos desviamos un poco y traigo algo de comida.
—No, para nada, pienso que deberíamos hacer eso primero — mira la hora en su reloj de pulsera, observo con detenimiento cada uno de sus movimientos, en como sus músculos se tensan, la respiración se me corta y temo que si sigo así, Dominic me ponga encima de su hombro y me lleve hasta el hospital — tenemos alrededor de una hora para el almuerzo, entre ir y regresar seguramente habrá pasado ese tiempo.
Ralph, me afecta de tal manera que nunca me había pasado antes, obviamente me habían gustado chicos en mi adolescencia, y en la universidad, pero jamás de la manera en que estaba sucediendo y realmente comenzaba a superarme.
Dominic asiente en respuesta, se vuelve a mí y tomando mi cara entre sus manos me planta un tierno beso en la frente.