Secretos De Villa Gris

1. LA BESTIA DEL ESPACIO

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LA BESTIA DEL ESPACIO

Sobre la desaparición de un valiente guerrero

 

En el cuartel general de los Defensores, se desató el caos. Aquella mañana, el cadete investigador de tan sólo una semana de haber ingresado al equipo examinó el súper telescopio espacial de los Guardianes. Al notar una anomalía en una nebulosa que habitualmente observaba al fondo, decidió mandar cámaras eléctricas a enlazarse con el satélite mayor y enviar imágenes nítidas de lo que ocurría a decenas de años luz de distancia. Lo que vio le heló la sangre.

Al descubrirlo, no perdió tiempo en intentar comunicarse con un superior, pero en toda la mañana no logró ver al señor Célery ni a ninguno de los Guardianes. Consciente de que, fuera de ellos, las personas con el rango más elevado eran los Defensores, hizo un esfuerzo por recorrer el cuartel y suplicó atención al primero que encontró.

–¿Señor Joe Sislock?

–Ese soy yo. ¿Qué se le ofrece, cadete…?

–Samuel Splitz. De la división de tecnología espacial.

–Ah, ya veo. Entonces usted es uno de los que investigan sobre el Orbe Cós…

–¡Eso es información ultra confidencial, señor!– dijo Samuel levantando la voz –¡Por favor, no hable sobre el proyecto del… de ese objeto!

–Pero si ya todo mundo lo sabe. Un artefacto que crea portales inter dimensionales alrededor de la isla entera no es algo que se pueda escond…

–¡Por favor ya no siga!– volvió a gritar el científico –Por favor, se lo suplico, sígame. Hay algo que quiero que vea, y me urge contactar al señor Célery.

Al ver su genuina desesperación, Sislock decidió hacerle caso y Samuel lo llevó hasta el laboratorio de tecnología espacial, no sin antes pasar por una serie de puertas de seguridad que les exigían a ambos comprobar su identidad.

Cuando hubo entrado al laboratorio, los demás científicos lo recibieron como si se tratara del hombre más respetable del mundo, entre reverencias y alabanzas y Sislock no pudo evitar sonreír complacido.

–Por favor, señor Defensor. Tiene que informar al caballero Célery de esto. Se lo suplico, mire este telescopio y dígame lo que ve.

Sislock accedió al instante y observó por primera vez en su vida el espacio exterior, completamente maravillado.

La imagen que veían sus ojos eran en parte lo más hermoso que había visto en la vida. Incontables estrellas flotando alrededor de manchas de colores que no podían ser otra cosa que las famosas nebulosas. Cientos de asteroides parecidos a quesos gigantes surcando el espacio con tranquilidad.

–¡Es fabuloso!– admitió Sislock.

–Señor, por favor dirija su atención a la criatura que se dirige hacia nosotros, la de la izquierda.

Sislock giró el ojo y se quedó pálido. Arriba de la nebulosa que estaba observando se podía ver una figura similar a una mantarraya verde, con nariz, ojos y boca de felino, que parecía estar nadando en dirección al planeta.

–Dígame que es una película–  tartamudeó Sislock.

–No lo es, señor. No sabemos qué es, pero se dirige en línea recta a la tierra y necesitamos contactar al caballero antes de que podamos tomar cualquier decisión al respecto.

–Yo no sé cómo contactarlo– admitió Sislock –pero tengo el número de alguien que sí puede.

Sacó su celular y miró la pantalla mientras buscaba el número, recordando con la que podría ser su última sonrisa la mirada de envidia de su amigo Curley cuando Sislock había conseguido el número de Elizabeth, la hija de Célery.

Sislock no supo si sentirse más animado al ver al Caballero congelarse de espanto, pues eso indicaba que él no era tan cobarde después de todo, o desplomarse por su cara de desesperanza. Había llegado hacía tan sólo unos minutos y todo el equipo científico lo escoltó al laboratorio.

–¿Alguna idea sobre lo que se puede hacer?– preguntó tras serenarse por fin.

Antes de que alguien pudiera decir algo, una de las pantallas del laboratorio indicó que alguien estaba enviando una señal. Samuel Splitz activó el comunicador.

–Mis más afectuosos saludos, habitantes del planeta Tierra.

Al escuchar su suave voz, Célery alzó la mirada y dio gracias a sus dioses.

–¡Señor Trismegisto!

–Qué gusto volver a verlo, caballero. Antes de que diga nada le informo que, como el ente más inteligente del universo, estoy al tanto de su situación, y según mis cálculos ustedes deben estarlo ya también. Imagino que tienen muchas preguntas y como es costumbre, las contestaré antes de que siquiera tengan la oportunidad de formularlas. Después de todo, me temo, no llamo solamente para saludar.

Samuel Splitz se sobresaltó al ver un holograma saliendo de su comunicador, sabiendo que su artefacto no tenía la capacidad de hacer eso. Célery y Sislock, por otra parte, sabían que estando el Trismegisto involucrado, nada era imposible.

El holograma mostraba a la inmensa mantarraya de la forma más nítida y detallada que le era posible a la tecnología holográfica. Esta nadaba en el espacio como si se tratara de un grotesco pez.




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