Secretos entre las olas

SIETE

 

—Vaya, asombroso —Ashley responde por teléfono—. ¿Entonces ya lo vas a besar?

Ruedo los ojos como si pudiera verme. —Que no me gusta Theo, es solo alguien que ha sido mi amigo y ya.

—Um, no te creo —contesta con una voz de niña pequeña—. ¿A quién no le gustaría ese chico?

A mí. —Ya te expliqué que…

—Es solo tu mejor amigo de la infancia —termina por mí imitando mi voz y fallando en el intento.

Alguien llama a mi puerta, mamá abre sin esperar mi respuesta de nuevo. Cuando ve que estoy sosteniendo mi teléfono hace una seña y mueve los labios “llegó tu papá”

Desearía poder seguir hablando con Ashley. —Lo siento tengo que irme ahora —aviso.

Ella se queja, luego responde: —Envíame muchas fotos, mejor si son de ya sabes quién en la playa.

Arrugo mi nariz. —Adiós, Ashley. Te hablo más tarde.

Bajo las escaleras sin prisa mientras veo las fotografías colgadas en la pared. Aunque esta casa es legalmente de mamá, nadie podría adivinarlo. Retratos de todos nosotros en distintas etapas de nuestra vida están ahí, saludándonos cada día, recordándonos lo rápido que se acaba todo.

Cuando voy por el penúltimo escalón escucho la voz de papá, bajo y cruzo para entrar a la sala. Él está ahí, con su camisa azul, pantalones oscuros y su bigote recortado.

Me acerco y él me da una sonrisa, luego su atención se desvía a la televisión parece que algún equipo de soccer está teniendo un partido reñido, van empatados. Miro a Leo sentado al lado de Benny, ambos comparten una bolsa de papas fritas y ni siquiera me notan.

—Que calor hace por aquí —papá se toma el cuello de la camisa y lo levanta.

Yo subo los hombros. —Puedes ir a la piscina si quieres refrescarte.

Benny gira por medio segundo. —Yo también quiero ir a la piscina, ¿vamos papá?

Mi padre sigue pendiente del partido. —Más tarde, hijo.

Mamá entra de nuevo bebiendo un jugo amarillo. Mamá no es una persona que le guste usar vestidos así que sus atuendos de verano consisten mayormente en pantalones cortos y camisetas de algodón. Hoy está vestida de esa forma.

— ¿Cuándo vendrá el señor West también? —pregunto.

Mamá no me contesta inmediatamente, como si quisiera analizar su respuesta antes. —Aun no, está ocupado.

No es que quiera la presencia de él por aquí pero estoy acostumbrada a tener a todos los padres juntos. Mamá y papá, el señor y la señora West. Ahora esto se siente incompleto de alguna forma.

Theo entra con dos latas de soda, le entrega una a papá y la otra se la lleva a los labios. —Gracias, Theo —papá dice.

Theo asiente, gira sobre sus talones para irse a sentar con los demás. Yo lo miro con los ojos entornados y él me mira con una ceja levantada, igual que aquellas veces siendo niños y creíamos que podíamos leernos las mentes.

— ¿Qué? —se ha rendido, hemos perdido nuestros poderes.

Miro a Leo de nuevo, está celebrando que no han anotado un gol. Benny se toma la cara entre las manos. —Nada, ¿Qué haremos hoy?

Theo sorbe ruidosamente, de esa forma que tanto me irrita. —Buscar a Sydney.

Arrugo mi frente. — ¿Quién es Sydney?

Da un paso a mí mientras mamá y papá van a la parte de atrás. Mis ojos lo siguen, no sé porque se están alejando. Susurran de pronto y ambos acercan sus rostros para que nadie más los escuche. ¿Están ocultándonos algo?

—…Ayer. —Theo ha hablado pero no presté nada de atención.

Asiento sin quitar mis ojos del pasillo, ¿debería ir a espiar? —Ven conmigo —tomo a Theo de la mano que no sostiene su lata y lo arrastro fuera de la casa.

Salimos por el frente, tiro de él y le pido que haga silencio cuando me cuestiona qué hago. Llegamos al costado de la casa y me aseguro de permanecer a una distancia segura, no quiero ser atrapada en medio de mi investigación criminal.

— ¿Qué pasa? —susurra.

Llevo mi dedo índice a mi boca y niego. —Después —solo muevo mis labios.

Antes de cruzar, puedo escuchar sus voces pero no distingo lo que están secreteando. Intento acercarme con cuidado de no ser vista, me inclino y logro reconocer un par de palabras.

“Ahora” “necesario” “no lo tomarán bien” “lo siento”

Mi corazón se detiene.

No entiendo nada, ¿Qué están ocultando? ¿Ahora qué? ¿Quiénes no lo tomaran bien? ¿Por qué se están disculpando? ¿Qué está pasando?

Me concentro un poco más pero es difícil escucharlos cuando están lejos y otros ruidos de exterior entorpecen mi espionaje. Lo que sea que se están diciendo debe ser algo que no quieren que nosotros escuchemos, algo que solo pueden mencionar fuera de la casa.

¿Acaso mis padres están peleados? ¿Están considerando algo como divorcio? Es imposible.

No me había dado cuenta que estaba apretando la mano de Theo hasta que él tiró de mi brazo para que lo soltara. Lo empujo de los hombros así regresamos a un lugar seguro. Me recuesto en una columna de madera y suelto una exhalación larga.

— ¿Qué es? —Theo sorbe de su soda.

Yo se la quito y tomo un trago largo. —No sé, ¿Crees que mis padres estén peleados?

Bufa y recupera su soda. — ¿Peleados? Tus padres jamás se han peleado, ¿eso estaban haciendo?

Theo tiene razón, ellos siempre han sido ese matrimonio envidiable y casi perfecto. No, papá no es de los que llevan rosas y leen poesía pero sí de esos que se ríen de cada chiste tonto de mamá, que le ayuda en todas las tareas de la casa y que siempre la abraza.

¿Es posible que alguien que te ha querido tanto un día despierte y decida que ya no eres dueña de su corazón?

Sé que mis padres no son de los que se toman el compromiso a la ligera, ellos siempre nos han hablado sobre lo que debes sacrificar por tu pareja y nos han incitado a únicamente aceptar algo serio si es con la persona correcta. He traducido todo eso a que ellos se ven de esa manera, como su persona ideal.




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