La casa con el señor West no es lo mismo.
Durante las comidas todos han dejado de decir bromas, contar anécdotas y pelearse por quien tomará la última pieza de pollo. Es mayormente silencio y espacios rellenos con comentarios simples y cortos.
Por suerte el resto del tiempo mi papá se ocupa de socializar con él, salen con Benny a algún lugar y las mamás se notan muchísimo más relajadas.
Penelope ya no me mira como antes, ahora incluso me ha dado un par de sonrisas, sin embargo su padre no está recibiendo el mismo trato. Lo ha estado observando en cada segundo que puede, alerta de mensajes y llamadas que recibe, en su mejor papel de investigadora.
Supongo que después del verano les haré muchas preguntas a mis padres sobre lo que sea que está sucediendo con los West. Sé que no querrán contarme la verdad hasta que les insista y ellos me hagan prometerles que no diré nada. También interrogaré a Justin para averiguar la verdad detrás de quien sea que esté enamorada de Leo.
Papá se fue en la tarde, avisó que se iría a esa hora para evitar el tráfico. Lo veré en dos semanas, así que solo le doy un abrazo rápido y le deseo un buen viaje. Justin lo abraza con fuerza y Benny se cuelga de su cuello. Mamá le da un beso en la mejilla y él la toma por la cintura.
Las despedidas continúan con las demás personas y en menos de diez minutos lo vemos partir.
En ese momento yo me sentía en calma, una calma tan extraña que solo es un aviso silencioso del caos que está por venir. No sabes que es lo que se aproxima, desconoces si se trata de un terremoto, de un tsunami o de una avalancha. Quizás todas a la vez.
Eso era lo que estaba por ocurrir, cada desastre natural contenido en una gran masa a punto de destruir la estabilidad de nuestra historia.
Y si mi vida fuera un libro, uno de esas que Farrah lee o que Benny ha ojeado, sería el momento correcto para dividirla.
La segunda parte de la historia donde todo cambió.