BENNY:
—Vamos a ir a comer —avisa mamá.
Yo asiento viendo como mis hermanos ni siquiera voltean. Zora y Theo están ocupados realizando una torre con palitos de queso, Justin tiene los audífonos sobre la cabeza y únicamente levanta el pulgar.
Miro a la señora West y al señor West salir, despidiéndose con unas sonrisas. Yo la devuelvo, mamá me lanza un beso y le lanzo uno de vuelta, sin importarme que Zora se burle de mí después.
Tomo mi libro y busco la página cincuenta, me quedé en esa la última vez. La encuentro y comienzo a leer sobre las aventuras de un joven mago de dieciséis años. Me gusta mucho esta historia, me hace querer ser un mago en un bosque encantado.
Penelope se sienta a mi lado y me ofrece unas galletas con chocolate. Yo niego, con miedo de arruinar mi libro con las migas. Ella se inclina y señala la página donde voy. —Ya lo leí, es muy bueno.
Por eso me agrada Penelope, ella me escucha hablar sobre libros y me ha contado muchos que ha leído. Penelope es inteligente y muy amable conmigo, también me regala de su comida siempre que estoy cerca de ella.
—Estoy en la mejor parte, aunque no quiero terminarlo porque no traje el siguiente y me moriré de ganas de leerlo. —Afirmo.
Ella sonríe. —Tranquilo, yo los tengo en mi habitación —toma su teléfono y se acomoda mejor—. Sigue leyendo, te lo presto después.
Es cierto, Penelope tiene toda una biblioteca en su habitación. Mi hermano suele leer ocasionalmente, Zora jamás lo hace a menos que sea una lectura obligatoria de su escuela. Los West son tan diferentes de nosotros, la señora West siempre tiene un libro cerca y Leo se ha leído como doscientos en toda su vida.
Algunos días me gustaría ser parte de esa familia, pero luego pienso en mis padres y me siento culpable por pensar de esa manera. Aunque me agraden mucho los West, amo a mamá y a papá, no podría cambiarlos por nadie.
Aunque cambiar a mis hermanos no es una mala idea.
Pasaron como dos horas y ya casi término el libro. Leo ahora está acostado en el sofá revisando su teléfono y Justin ya está dormido. Theo y Zora miran una película animada, se ríen de las bromas que dicen pero no presto mucha atención.
Creo que me gusta hacer esto cuando vengo a la casa de verano, sentarme en la sala de estar con todos aunque hagamos cosas diferentes. Me gusta porque no me siento tan solo. Cuando las vacaciones se acaban yo regreso a mi casa donde mis hermanos se encierran en sus habitaciones y mis padres se ocupan más tiempo.
El verano es mi estación favorita.
Bueno, el invierno también porque es navidad y mi cumpleaños. Recibo muchos regalos y como tanta comida que mi panza se parece a una sandía partida a la mitad.
Penelope me mira. —Ya así terminas, ¿Te doy el otro?
Asiento, emocionado por tener la continuación en mis manos. La historia está muy emocionante, ya quiero saber quién va a vencer a quien y si todo terminará como quiero.
Penelope se levanta, sacude las migas de su camiseta y me hace una seña para que subamos. Yo la sigo. Llegamos a su habitación y ella pasa el dedo índice por los lomos de sus libros intentando encontrar el que me ha ofrecido, cuando llega a la última parte frunce el ceño.
—Creo que está en el estudio —anuncia—. Vamos allá, tal vez lo dejé aquí cuando reorganicé todo.
Nos movemos al fondo del pasillo, al estudio que nunca ha sido designado para una sola persona. Entramos y ella enciende la luz con el interruptor, se mueve al fondo del lugar donde hay muchos libros más. Algunos son de la señora Farrah, otros son de Leo y supongo que también hay de Penelope.
Ella lo levanta y lo coloca sobre el escritorio. —Lo encontré —sonríe—. Me cuentas qué tal te ha parecido.
Lo tomo y lo abrazo contra mi cuerpo. —Gracias.
Gira hacia los libros. — ¿Te gustan los clásicos?
Recuerdo los que he leído, no son muchos. —No lo sé, solo he leído El Principito.
Ella asiente y toma varios, algunos delgados y otros no tantos. —Puedes leer estos cuando tengas ganas, son bastante buenos.
Leo los títulos y estoy seguro que son de romance. No me encantan ese tipo de historias pero bueno, Penelope está siendo amable y no voy a despreciarla.
—Está bien, gracias. —Los tomo como puedo y me aseguro que no se caigan—. Voy a llevarlos a mi habitación, ¿Bien?
Ella me dice que sí con un gesto, salimos de ahí luego que apagara la luz. Yo voy con un paso rápido a mi habitación, empujando la puerta con mi espalda y dejando los libros sobre mi cama.
Organizo los libros para que queden en forma de cuadrado, tomo uno de ellos “Orgullo y Prejuicio” y paso las paginas rápidamente como si fuera un ventilador frente a mi cara. Luego tomo el otro, “El Viejo y El Mar” ese suena mucho más interesantes que el otro, ni siquiera sé que significa la segunda palabra del título.
Finalmente tomo uno que he visto en las películas, “Romeo y Julieta” es más delgado pero no puedo adivinar cuantas páginas tiene. Me voy hasta lo último así reviso el número y ahí me encontré algo escrito en la página final.
“Quizás debería escribir una historia con nuestros nombres”
“Quizás yo la leería un millón de veces”
Son dos tipos de letras diferentes, como una de esas notas que se pasan mis compañeros en la escuela. Este libro debe ser de la señora West o de Penelope. Quizás ella tiene novio o es un mensaje de la señora West a su esposo.
Vuelvo a leer lo que escribieron esas personas, ¿Será posible leer un libro un millón de veces?