Secretos entre las olas

VEINTIUNO

LEO:

—Ya no quiero más mentiras, Justin —Él se sienta a mi lado en el suelo de madera, una lámpara en la esquina es nuestra única iluminación.

Justin me mira con tristeza y lame sus labios. —Sabes que quiero dejar de mentir pero…

Suspiro. —Ya, ya lo sé —no lo culpo, una noticia así puede dividir a toda nuestras familias

Más de lo que ya se ha separado.

Justin toma mi mano y recuesta su cabeza en mi hombro. —Por favor no te enojes, sabes que no es fácil y ahora con todo eso de tus padres, creo que no podemos hacerle eso a tu familia.

¿Cómo puedo enojarme con él? Lo he querido toda mi vida, un tipo de amor que se ha ido transformando y evolucionando.

Desde los comienzos de mi memoria recuerdo quererlo porque me hacía reír y compartía todo conmigo. Luego, un poco más grandes, lo quería porque él sí escuchaba sobre cada cosa que investigaba. Siempre me hacía sentir importante y visible.

Pero no fue hasta los quince años que supe que lo quería de otra forma.

Me gustaba que dijera mi nombre, no mi apodo. Me gustaba cuando se sentaba frente a mí en el suelo de mi habitación para enseñarme los nuevos acordes en su guitarra usada. Me gustaba que, aun si éramos diferentes, él siempre buscaba nuestros puntos en común.

Y salíamos con sus amigos, íbamos y veníamos a todas partes. Lo vi hablar con otras personas, con chicas atractivas provocando que mi corazón se sintiera mal, similar a esas veces que te despiertas listo para un viaje que has esperado por mucho tiempo y el cielo está gris.

Y un día, a los dieciséis años, él me confesó algo.

—Creo que me gustan las chicas —yo me reí, ¿acaso no era eso lo “normal” en la sociedad?

—No me digas —respondí, percibiendo la amargura en mi voz.

—No —bajó el tono, aunque no había nadie en mi casa ese día—. Me gustan las chicas y los chicos.

Y mi corazón dejó de latir por un segundo. A ver, que mi amigo tenga atracción por chicos y chicas no significaba nada. No significaba que él sentía lo mismo que yo he sentido por él.

—Ah —respondí—. Que bien por ti.

Sonrió de lado. — ¿Eso es todo lo que dirás?

Rodé mis ojos. —Pues sí, ¿Qué quieres que te diga? ¿Quieres que haga una fiesta? ¿Qué te de un beso?

Mi propuesta era una broma, algo que ya nos habíamos dicho antes. Algo que él solía usar de chiste conmigo cuando estaba enojado con él o estaba ocupado. Siempre llegaba y me amenazaba con sus labios.

“Te besaré si no me prestas atención”

“Te daré un beso si no me perdonas”

Siempre quise esos besos pero sabía que eran solo una broma, que Justin jamás iba a besarme.

Pero Justin me miró a los ojos, tan intenso que pude sentir como la tierra se movía. —Sí, quiero eso.

Abrí mi boca sin sabes qué hacer, esperando que comenzara a reírse y cambiáramos de tema.

Pero no ocurrió eso, Justin acercó su rostro y susurró contra el mío: —Dime que no quieres esto y no lo haré.

Nunca le conté a nadie sobre lo que yo sentía. A diferencia de mi amigo, a mí no me gustaban las chicas ni tampoco los chicos. Digo, mi atracción a veces era con actores pero nunca me enamoré de nadie hasta que él ocupó el lugar en mi corazón.

— ¿Crees que me gustan los hombres? —pregunté.

Justin sonrío y mi estómago se llenó de mariposas. —Creo que te gusto y si es así, quiero saberlo.

No se lo dije con palabras, solo bastó un acto para que él lo supiera. Que siempre ha sido él, que toda mi vida he conocido a quien considero el amor de mi vida. Que yo sé lo peligroso que es esto, en la trampa donde estamos entrando pero no me importa.

¿Cómo puede ser amar a alguien algo malo?

¿Cómo puedes sentirte tan bien sobre algo que otros llaman malo?

¿Cómo puede haber dos personas que se quieren, se cuidan, se escuchan y no se abandonan pero que por el simple hecho que ambos son chicos, es algo incorrecto?

Justin me abrazó con fuerza después de nuestro primer beso. —Te quiero, Leo. Te quiero tanto.

Sentí electricidad en todo mi cuerpo. —Te quiero tanto, Justin.

Justin soltó una risita. —Entonces… ¿Tu y yo?

Me gustaba como sonaba eso “Tú y yo” —Sí, supongo —me acerqué un poco más y toqué su mejilla derecha—. He esperado por esto mucho tiempo.

Justin suelta una carcajada mientras sus mejillas siguen adquiriendo ese tono que eventualmente se convertiría en mi color favorito. —Leonard, ¿tan enamorado has estado de mí?

“¿Tú qué crees?” quería decir.

Me encogí de hombros en su lugar. —¿Estás seguro de esto, Justin? Creo que, pues, no sé… no será fácil, ya sabes.

Justin miró hacia el techo un segundo y luego se dejó caer a mí, sobre mi pecho y no tuve más opción que abrazarlo. —Lo único que sé es que te quiero, Leo —sentí sus palabras contra mi mejilla—. Lo llevaremos lento y no importa lo que pase, tengo el presentimiento que vamos a envejecer juntos.

Mi estomago se llenó de mariposas y mi corazón de esperanza. He crecido alrededor de la idea sobre el “felices para siempre” pero en mi mente siempre ha lucido como un hombre y una mujer en el día de su boda.

Ahora, año tras año, las parejas que no son heterosexuales se muestran más y más y eso es algo bueno, pero me es difícil imaginarme a dos ancianos juntos. Sé que los hay, deben de haberlos.

—Sí tú lo dices —contesté, dibujando círculos sobre su espalda.

Justin besó la comisura de mis labios y levanto sus ojos a los mios. —Sucederá, siempre obtengo lo que quiero.

Quería besarlo de nuevo pero en su lugar, lo empujé soltando unas carcajadas pues Justin no solo era el chico que me gustaba, era mi mejor amigo y no podía aguantar sus momentos egocéntricos.

Él se dejó caer hacia atrás y rio, emitiendo un sonido más bello que las olas del mar golpeándose entre ellas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.