Narrador omnisciente
Era la primera vez, después de tanto tiempo que los dos menores de la familia Campbell compartían un tiempo juntos sin estar envueltos medio de una fuerte discusión.
Estuvieron un largo rato hablando y riendo de algunas viejas anécdotas de cuando eran pequeños.
El sol comenzaba a ocultarse en el horizonte y con el poco a poco desaparecía la claridad del día.
— Ya es hora de irnos — mencionó Kaleb mirando la hora en el reloj que yacía en su muñeca izquierda, cuyo reloj marcaba las 06:25 pm — Te llevare a casa — murmuró con convicción.
— ¿Cual es la prisa? — inquirió con una media sonrisa — Yo no tengo ninguna obligación, no le veo ningún problema si nos quedamos un rato mas — alegó alzando sus hombros.
Entre esas palabras se escondía un mensaje, uno que decía que no quería regresar al mismo mundo de siempre, por lo menos quería quedarse unas horas mas antes de regresar y fingir como siempre lo hacía.
— Yo si — dijo levantándose de su lugar —, tengo algunas cosas pendientes y debo resolverlas hoy — añadió — Anda vámonos — murmuró haciendo señas con su mano, alentándolo para que comenzará a caminar hacia el coche.
Demon bufo y a regañadientes comenzó a caminar, arrojo las llaves del coche directo a las manos de su hermano y luego se subió en el.
— ¿Qué tienes por hacer ahora? — preguntó cuando Kaleb término de abrocharse el cinturón — Según yo, no tienes nada por hacer. Así que habla ¿Qué debes hacer? — volvió a preguntar, esta vez de forma demandante.
— Algo — respondió sin mas, mirándolo con una sonrisa socarrona.
No le quería dar detalles a su hermano de lo que tenia pensado hacer, pues si lo hacía seguramente este le reprocharía y le diría que hacer eso era una estupidez.
— No me quieres decir — afirmó con una ceja elevada — Bien — dijo de mala gana.
Colocó música en la radio, se acomodó bien en el respaldar del asiento y se cruzó de brazos para luego cerrar sus ojos para apreciar el sonido de la música que él mismo había elegido.
Kaleb no dijo nada y así, sin pronunciar palabra alguna y oyendo la música que cada tanto su hermano menor escogía condujo de regreso a la ciudad.
(***)
— Que no te asesinen — dijo Demon con sorna antes de abrir la puerta del coche y poner un pie fuera de el.
— Ser un Campbell, nos convierte en depredadores. Demon, esa es nuestra naturaleza — refutó socarrón —. No me pasará nada, procuraré de cuidar mi bien trasero — le sonrió a su hermano y este lo miro como si fuera estúpido.
— No siempre seras un depredador — aseguró — Cuando la veas tú serás su presa — mencionó con certeza — Solo no permitas que te quite tu masculinidad — Kaleb había entendido la referencia de su hermano y por ello lo miro con reproche — Luego dices que el valiente eres tú — dijo con sarcasmo y riendo a carcajadas mientras se alejaba del coche.
— PÚDRETE — grito lo mas fuerte que pudo para que Demon pudiese oírlo.
Nuevamente encendió el motor del vehículo y se alejó de la casa con una sonrisa plasmada en su rostro, miro por el espejo retrovisor y negó ampliando aun mucho más aquella sonrisa.
(***)
Ella no podía dormir, no dejaba de dar vueltas en su cama y no paraba de pensar si aquello se encontraba donde lo había dejado. Espero a que el reloj marcará las 10:30 pm y de inmediato se levantó.
Se vistió con lo primero que encontró en el guardarropas, amarró su cabello en una coleta alta y antes de salir de la habitación tomó su daga y las llaves del local para guardarlas en el bolsillo trasero de su jean.
En la oscuridad de la noche y aprovechando que la mayoría de los custodios estaban distraídos con la rotación de turnos se escabulló entre los arbustos del jardín, aguardo a que estos se alejarán lo suficiente para ella pueda tomar uno de los autos.
Cuando estaba lista y dispuesta a salir de su escondite, no pudo, pues vio que Ksenia salió y tuvo que retroceder y volver a esconderse entre los arbustos.
Un poco extrañada y sin pensarlo se quedó allí, no daría marcha atrás con su plan. Tenia que ir a la pastelería y verificar si el objeto que tanto había ocultado seguía allí.
— Ustedes solo estarán unas horas, hasta que Stevens y los demás regresen — escuchó que Ksenia le explicaba a los custodios.
— Solamente iremos por nuestras pertenencias y regresamos — alegó uno de los presentes, para Mila sin duda esa era la voz de Robert.
— Tienen un total de seis horas para hacerlo, así que muévanse — demandó esa voz tan única e inconfundible de Luis.
— ¿Solo estaremos aquí seis horas? ¿Por qué? — inquirió una voz desconocida.
— Por órdenes de los superiores — respondió Ksenia de manera tajante.
Mila ya comenzaba a cansarse de estar acuclillada y ocultándose en su propio jardín como si fuese una ladrona, pero no podía salir hasta que todos se dispersaran o de lo contrario preguntarían a donde iría y lo que menos deseaba era que uno de ellos la acompañase, pues lo que iba a buscar no era conocido por nadie y deseaba que eso siguiera de igual manera.
— Ya entendí — respondió aquella voz desconocida.
— ¡Bien, ahora cada cual a su puesto! — ordeno Luis chasqueando los dedos — Ustedes deben irse y recuerden, solo tienen seis horas — dijo a modo de advertencia.
El pedido de Mila había sido redoblar la seguridad, pero la compañía no podía realizar aquellos movimientos de un día para otro por lo que Ksenia hablo con el jefe de dicha compañía y este le sugirió una mejor idea que beneficiaría a ambos.
La sugerencia del dueño de la compañía, había sido que podían mantener a los custodios que ya se encontraban a su disposición de tiempo completo, siempre y cuando estos tuvieran donde quedarse, Ksenia no tuvo mejor idea que comprar una casa para que ellos se hospedaran en ella, una casa que se encontraba a unos pocos metros de la de ellas.