Secretos & Venganza

Capítulo 17


Narrador omnisciente 
 


Tranquilamente caminaba por los pasillos de la pastelería y de repente un ruido proveniente de la planta baja la alarmó.

Pensó que quizás se había equivocado y que uno de los custodios la había visto salir de su casa y la siguió hasta allí, por lo que rápidamente se dirigió a las escaleras y con cautela bajo.

Al pisar el último peldaño otro ruido se oyó desdé la cocina.
En sí recordó que no le había colocado el cerrojo a la puerta, se maldijo así misma por ello, pues posiblemente algún ladrón se percató de su error y había entrado a delinquir.

Sin pensarlo saco la daga y con el mayor sigilo posible avanzó hacía la cocina.

Al llegar vio a alguien agachado, enseguida descarto su absurdo pensamiento de que quizás se trataba de un ladrón, pues un ladrón no vestiría de traje, ni mucho menos usaría zapatos tan costoso como el hombre que se encontraba agachado y observando el lugar desde esa altura.

Vio que este se irguió y que sin darse cuenta de las ollas y sartenes que guindaban de los ganchos por sobre la encimera, al ponerse de pie su cabeza había impactado con ellos, el hombre tiro una maldición por lo bajo.

Mila al oír aquella voz sintió perder todas sus fuerzas y se quedó estática en su lugar.

El comenzó a moverse lentamente por el lugar y en eso se dio cuenta se la presencia de la pelinegra. Mila sujeto con fuerzas la daga, trago grueso y armándose de valor dijo — ¿Tú qué haces aquí? —, mirándolo con repugnancia.

— No lo sé, creí que habría nadie... — respondió mirándo fijamente los ojos azules de la chica. — Debemos hablar y...

— ¡Largate ahora mismo! — vocifero ella, demandante y tensando cada músculo de su mandíbula.

— Mi intención no era encontrarte aquí — se escuso dando un paso hacia adelante, acercándose a ella sin que se percatara de ello — Tú y yo debemos hablar — agregó calmo.

— Tú y yo no tenemos nada de que hablar — refutó alzando una sonrisa cerrada cargada de hipocresía — No lo entiendes, no existe un nosotros. Eso murió y tú también deberías estar muerto — farfullo sin titubear.

El asco que sentía estaba más que claro en su hablar.

— Nunca quisiste escucharme, no me has dado la oportunidad de explicar los motivos del porque lo hice — hablaba y lentamente se acercaba más a ella. — Tu maldito orgullo no me permitió darte una explicación — masculló.

— Tú lo quisiste así, tú eres el único culpable. Tú fuiste quien tomó la decisión — reprocho desbordada en enojo — Te ame, pero no mas — mintió y sonrió falsamente — Ahora te odio con alma y vida, te detesto y ojalá...

— Mientes — la detuvo y en un atropello por llegar a ella se acercó, pero ella lo detuvo colocando la daga que traía en su mano sobre su cuello.

— Te mueves un centímetro mas y yo misma acabaré con tu asquerosa vida — advirtió amenazante, sosteniendo la daga mientras trataba de controlar su pulso y no lastimar más a haya de lo superficial.

— Hazlo — respondió acercándose mas a ella sin importarle el objeto cortante que estaba presionando en su cuello — Hazlo y termina con mi agonía — pronunció con pesar y dolor en su mirar.

Se acercó lo suficiente para lograr que su aliento llegará al rostro de la pelinegra y ella por inercia cerrara los ojos, disfrutando de su cálido aliento.

— No te muevas o lo haré — dijo poco convincente, un nudo atravesaba su garganta.

No quería hacerle daño, no quería pero debía mantenerlo lejos. No solo por ella y temor a volver a caer ante sus brazos. Lo quería lejos por su hijo, para mantenerlo a salvo. Si él se acercaba a ella sería para problemas y eso es lo que durante tantos años estuvo evitando, ocultando su identidad y la verdad para mantener a su familia a salvo.

— ¡Adelante, hazlo! — dijo sujetando con fuerza la muñeca de la pelinegra, incitandola a dañarlo — ¡Hazlo maldita sea! — masculló, sin embargo había sonado a una súplica. Era un ruego para que acabara con su propio tormento — Termina con mi dolor, libérame de una vez por toda.

Mila se sintió débil e imponente al no poder hacer lo que se proponía. Podía descifrar el dolor en los ojos verdes de Kaleb, en su voz oía la suplica y la seguridad con la que él se expresaba.

Sintiéndose vulnerable, abrió su mano y dejo que la daga cayera a piso.

— No lo mereces, no mereces la liberación — alegó con ojos cristalizados — ¡Ahora largate! — exclamó empujándolo.

— No lo haré — refutó con firmeza — Mátame si quieres, pero no me iré. No de nuevo — recalcó volviendo a acercarse, clavando sus ojos verdes en los azules de ella.

— ¡Te odio! ¡Te odio! — exclamó golpeando su pecho con las pocas fuerzas que poseía — Te odio — repitió, golpeándolo con menor frecuencia, al borde de quebrarse en llanto.

— No, no lo haces — sentenció. Sin demasiada brusquedad la tomó de ambas muñecas.

Sintiéndose devastado al ver como de los ojos azules de Mila, caían lágrimas y se deslizaban por sus mejillas la tomó de la cintura y camino acorralándola entre la pared y su cuerpo — Sé que mientes, sé que aún me quieres y que no haz podido olvidarme — susurro con seguridad y confianza en sí mismo — ¿Sabes por qué lo se? Porque lo veo en tus ojos y porque a mí me pasa exactamente lo mismo. No he podido sacarte de mi cabeza y es una tortura, el no tenerte junto a mí es una maldita tortura — aclaró en un susurro. Tomó las manos de Mila y las sujeto por encima de su cabeza.

— ¡Suéltame! — proclamó ella, luchando por liberarse del agarre de Kaleb, pero todos sus esfuerzos eran en vano, pues la fuerza de él era mayor a la suya y el que él la estuviese acorralada de tal manera le jugaba en contra.

— Fui un imbécil al decirte aquello, al dejarte ir y un cobarde por no haber ido detrás de ti — murmuró uniendo su frente con la de ella, deslizándo su pulgar con cuidado; y a la vez quitándole las lágrimas que lentamente derramaba a causa suya — Lo siento.



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En el texto hay: mafia, romance, amor y venganza

Editado: 01.03.2023

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