Kaleb Campbell
—¿Has hecho tu parte? —inquirió Luka, quien actuaba del mismo modo sobre-protector que lo hacía William para con mi mujer.
Me abstuve en responder porque ni él, ni ningún otro debía dudar de lo que realizaba o no. Esta era mi maldita venganza y sabía perfectamente todo lo que debía realizar para de una vez por todas deshacerme del bastardo de Adolfo.
—Kaleb —gritó apresurando el paso, en un intento estúpido por llegar a mí e intentar forjar una conversación.
Las pruebas afirmaban que genéticamente tenía parentesco con Scarlett, pero yo no podía confiar en un hombre que había llegado así, de la nada misma y declarando que también era mi cuñado. No podía fiarme de él por la simple razón de que su llegada fue junto al hijo de puta de Smith.
—¿Podrías dejar las niñadas para cuando sean útiles? —cuestionó William, su voz demandante sonó tras de mí, sin embargo no me era necesario voltear para comprender que me estaba exigiendo más profesionalismo.
—Los mismos idiotas que no dejaron despedirme de la mujer que amo, me llaman infantil —reí sardónico—. Ambos se pueden ir al maldito infierno —dije antes de entrar a la habitación y cerrar la puerta con brusquedad.
Creyendo que me había deshecho de los hermanitos mentiras y misterios, me dispuse a quitarme la corbata —misma que estaba estrangulándome de un modo tan intenso que el aire apenas si llegaba a mis pulmones—, y dejé que mi cuerpo cayera sobre el sofá al pie de la cama, pero los intentos por mantenerme en completo silencio y compañía de la soledad se fueron a la mismísima mierda en cuanto los dos hermanos de Scarlett entraron sin ápice amabilidad.
—¿Se puede saber que carajos pasa por tu cabeza? —masculló William, observándome con esos ojos azules que intentaban demostrar e impartir miedo cuando en realidad solo podía hacer más que generar lástima.
De nueva cuenta opté por no replicar, aunque me encontraba exhausto y demasiado enojado aún quería continuar con el pacto de tregua por el bien de mi familia. Aún debía fingir cordialidad cuando muy en el fondo también deseaba deshacerme de ellos.
—Si tu actitud proviene por impedir que tocaras a mi hermana frente a mis narices, pues te aguantas. Me importa muy poco que tan sincero seas con ella, delante de mí no la vas a tocar, ¿oíste? —interrogó Luka, entornando la mirada con severidad, apuntando su dedo en mi dirección como si eso pudiera alzar algún tipo de temor.
Sujete el puente de mi nariz y baje la cabeza negando con una extensa sonrisa sobre mis labios. Sus intentos por imponer restricciones me causaban gracia, de hecho la sola mención de impedir el acercamiento hacia Scarlett solo lograron que mis ganas de ir con ella incrementaran a un nivel descomunal.
—¿Jugaremos a esta mierda? —les pregunté, aún sin borrar la burla del rostro— Pues hagámoslo, juguemos a probar quien está por delante de quien —desafíe levantándome bruscamente del sillón para acercarme a ellos mostrándoles que sus intenciones por alejarme de mi mujer solo tenía el efecto contrario—. Espero que como buenos jugadores sepan tolerar una derrota porque no pienso dejarles la partida tan fácil, mucho menos si se trata de ella —espete, dejándolos ahí, mirándose mutuamente sin saber cómo rebatir mi alegato.
—No vuelvas a dirigirte a mi hermana como si fuese un maldito juego —masculló William, y a juzgar por el sonido de su voz pude descubrir que estaba ardiendo en cólera.
—¿Lo dices tú?, ¿que solo juegas al magnate y la secretaría con Ksenia? Por una maldita vez en tu repugnante vida deja de ser tan hipócrita —lo enfrenté a pesar de saber que me encontraba en su territorio y podía usar a todo su ejército de niños bonitos en mi contra.
—¡Ya basta! —exasperó Luka— ¿Qué carajos significa esta porquería? ¿Así es como aseguran acabar con Lane? De este modo solo provocarán que nos maten a todos, malditos ineptos —gestionó sonando demasiado desconcertado ante nuestro comportamiento.
—Intento ser comprensivo, incluso estoy reservando gran parte de mis comentarios para no crear problemas entre nosotros, pero son ustedes los que vienen joderme el día dictaminado que debo permanecer lejos de Scarlett, así que si buscas recriminar algo párate frente a un jodido espejo y pregúntate por qué mierda estás haciendo lo que haces —inhale buscando recuperar el aliento perdido por haber hablado sin parar hasta sacar todo lo que pensaba.
—Bien —dijo Luka, tensando la mandíbula—, no opinaremos más respecto a tu relación con nuestra hermana —añadió entre dientes.
Nada, ya nada ni nadie podía hacerme cambiar de parecer. Estaba demasiado seguro de lo que realizaría luego de cumplir mi promesa. Estaba dispuesto a llevarme a Scarlett y a nuestro hijo lejos de toda esta mierda, me iría con ellos dejando a Zacarías al mando de Las Cobras y que Dios se apiade de las próximas víctimas.
En silencio me retiré del pasillo en dirección a las escaleras.
Deseaba ir a la habitación de Scarlett, quería pasar un tiempo con mi hijo y decirle quién realmente era en su vida, sin embargo sabía que mi pequeña pelirroja todavía quería esperar al momento indicado para hacérselo saber.
Ian me veía con temor y detestaba eso, aborrecía que de sus ojos escapara el miedo cuando me sentía incapaz de lastimarlo. Odiaba tener que soportar las evasiones y el distanciamiento que marcaba cuando sentía mi sola presencia.
No lo conocía demasiado, aún no había tenido el suficiente tiempo para conocer cada uno de sus gustos y descifrar sus gestos, pero lo adoraba. Lo miraba y en él podía descubrir a dos personas que amaba ciegamente; en Ian veía la luz de mi padre y la dulzura que posee Scarlett.
—Debes saber que ella tiene a demasiados hombres procurando su protección, ¿no? —una voz masculina inquirió tomándome por sorpresa al pie de los escalones.