Secuestrada.

Capitulo 14.

Julián regresa en mitad de la noche. Creo que no me he dormido profundamente porque me despierto con el leve murmullo de la conversación en la planta de abajo. El tono más grave de mi captor se intercala con el tono más femenino de Beth y tengo la firme sospecha de que sé de lo que están hablando.

Me siento en la cama, el corazón me va a mil por hora. Me levanto, me visto deprisa con la ropa del día anterior y corro al baño para refrescarme. La verdad es que no sé por qué me lavo los dientes ahora, pero lo hago. Quiero estar lo más despierta y preparada posible para lo que Julián decida hacerme, así que me siento en la cama y espero.

Al fin, Julián abre la puerta. Parece más cansado de lo habitual, está ojeroso y tiene barba de dos días, aunque suele estar bien afeitado. Estas imperfecciones no reducen su belleza, sino que lo humanizan un poco y, de alguna manera, realzan su atractivo.

—Estás despierta —dice con sorpresa.

—He oído voces —explico y lo miro con recelo.

—Y has decidido saludarme. Qué amable por tu parte, mi gatita.

Sé que se está burlando de mí, por eso, no digo nada, solo lo miro. Me sudan las manos, pero intento parecer calmada.

Se sienta a mi lado en la cama y levanta la mano para tocarme el pelo.

—Mi dulce niña —murmura mientras coge un mechón de pelo y me hace cosquillas en la mejilla—. Qué gatita tan curiosa…

Trago saliva, se me acelera el pulso. ¿Qué me va a hacer?

Se levanta y comienza a desnudarme mientras lo miro, paralizada por una mezcla de miedo y un presentimiento extraño. Al quitarse la ropa deja al descubierto un cuerpo terriblemente masculino y me recorre entera una ola de deseo que me eleva la temperatura.

Lo deseo. A pesar de lo ocurrido, lo deseo y eso es lo peor de todo.

Seguro que me hará algo horrible y, aun así, lo deseo más de lo que nunca hubiera podido imaginar que se podía desear a alguien.

De perdidos al río.

—¿Le hiciste esto a María? —pregunto discretamente—. ¿La retuviste como tu juguete?

Me mira con sus ojos azules y misteriosos como el océano.

—¿Estás segura de que quieres saberlo, Nora? —Su voz es suave y en apariencia, calmada.

Lo miro fijamente y sorprendentemente atrevida.

—¿Por qué me lo preguntas, Julián? Sí, quiero saberlo. —Mi voz tiene un tono de ironía amarga y me doy cuenta de que mi osadía no es más que una consecuencia de los                                         

celos; odio que María sea especial para Julián. Pero ni siquiera por conocer el motivo puedo frenarme.

—¿Quién es? ¿Otra chica de la que abusaste?

Su expresión se ensombrece y mantengo la respiración a la espera de ver lo que hará. Por un lado, quiero provocarlo. Quiero que me castigue, que me haga daño. Y lo quiero porque necesito que no sea más que un monstruo, necesito odiarlo por el bien de mi salud mental.

Camina por la habitación y se sienta junto a mí en la cama. Lucho contra el impulso de resistirme cuando me coge y me rodea el cuello con las manos. Mientras me agarra, se inclina y roza su mejilla con la mía, adelante y atrás, como si disfrutara del tacto suave de mi piel al tocar su barba áspera. No aprieta las manos, sin embargo, la amenaza está presente y siento cómo tiemblo, cómo se me acelera el pulso durante mi aterrorizada espera.

Se ríe entre dientes y siento el soplo de aire en mi oreja. A pesar de su apariencia cansada, su aliento es fresco y dulce, como si hubiera estado mascando chicle. Cierro los ojos e intento convencerme de que Julián no sería capaz de matarme y que solo está jugando conmigo.

Me besa la oreja y me mordisquea con suavidad el lóbulo. La sensación en esa parte tan sensible me estremece, mi respiración se torna más lenta y profunda, y me excito. Huelo el cálido aroma de su piel y mis pezones se endurecen al sentirlo próximo a mí. El deseo aumenta entre mis muslos y me revuelvo para intentar aliviar la presión que crece dentro de mí.

—Me deseas, ¿verdad? —me susurra al oído mientras pasa la mano debajo de la falda y me acaricia con suavidad. Sé que nota la humedad y reprimo un gemido cuando me introduce un dedo y lo mueve dentro de mi vagina húmeda.

—¿Verdad que sí, Nora?

—Sí —jadeo mientras me toca una zona especialmente sensible.

—Sí, ¿qué? —Su voz es dura y exigente. Quiere que me entregue por completo.

—Sí, te deseo —admito en un susurro entrecortado. No puedo negarlo más. Deseo a Julián. Deseo al hombre que me secuestró y me hizo daño. Lo deseo y me odio por ello.

Saca el dedo y me suelta el cuello. Sorprendida, abro                                         

los ojos y nuestras miradas se encuentran. Me pone la mano en la cara y presiona el dedo contra mis labios. Es el mismo dedo que estaba dentro de mí hace un momento.

—Chúpalo —me ordena, y dócilmente abro la boca y lo hago. Es mi propio sabor, el sabor de mi deseo, lo que me excita aún más.

Cuando considera que el dedo está suficientemente limpio me lo saca de la boca, me coge de la barbilla y me obliga a mirarlo. Contemplo fascinada los pliegues azules oscuro de sus iris. Mi cuerpo, con una palpitante necesidad, ansía que me posea. Deseo que me tome y llene este vacío doloroso.

Sin embargo, se limita a mirarme con una media sonrisa sarcástica y atractiva.

—¿Crees que te voy a castigar esta noche, Nora? —pregunta con suavidad. ¿Eso esperas que te haga?

Pestañeo sorprendida por la pregunta. Por supuesto que espero que lo haga. He hecho algo que lo molesta y no tiene problema en hacerme daño hasta cuando me porto bien.

Sonríe ampliamente como si me leyera la respuesta en la cara.

—Bueno, siento decepcionarte, mi gatita, pero estoy demasiado cansado como para darte tu merecido esta noche. Ahora solo quiero tu boca.

Tras este comentario, me agarra el pelo con la mano y me empuja hacia abajo de tal modo que me quedo de rodillas entre sus piernas con su pene erecto a la altura de los ojos.



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En el texto hay: amor, secuestros, posesivo

Editado: 18.08.2021

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