No puedo decir que me guste ir al médico, pero es algo que se ha vuelto una especie de rutina en mi vida, sobre todo ahora que mi doctor está tratando de encontrar alguna otra razón de mis taquicardias, que no se traduzca a lo que él teme y mi familia teme: otra operación. Lo peor de estos momentos es que prontamente tendré que dejar a este médico, él médico que me ha visto toda la vida, ya no soy una niña, pero sigo viniendo al cardiólogo infantil porque puedo hasta los 18, pero en menos de un mes cumplo años, sé que mi médico debería tranquilizar la situación de mis taquicardias y dejarme con algún tipo de tratamiento estable antes de transferirme de cardiólogo, pero eso no evita que me de miedo.
Mi padre está sentado a mi lado leyendo una revista, no estamos en Costa Electra, estamos en Dareltin, la ciudad más cercana que tiene médicos buenos, la misma ciudad en la que vive mi hermana mayor la cual por alguna rara razón siempre tiene cosas que hacer los días que estamos acá.
—todo saldrá bien querida —veo a dos padres nerviosos, tienen un pequeño hijo de unos 3 años sentado a su lado
Miro a mi padre, él niega con la cabeza, se nota que son padres primerizos, deben estar algo asustados de que su pequeño necesite un cardiólogo a tan corta edad. Me gustaría hablarles, pero no creo que sea lo correcto, sobre todo teniendo en cuenta que mi padre me acaba de indicar que no lo haga. Otras veces le he hablado a padres primerizos sobre estas situaciones ya sea en esta consulta o las veces que he estado en el área de cardiología del hospital público, pero la mayoría de las veces decirles mi experiencia no los calma ni un poco, de hecho, los asusta aún más, si bueno, no es la mejor experiencia que contar.
El doctor abre la puerta y nos sonríe a papá y a mí, él ha sido mi doctor desde que recuerdo, me conoce desde incluso antes de la edad del pequeño niño que espera a mi lado.
—Cordelia, Alan, pasen adelante
Papá le estrecha la mano al doctor y yo solo le sonrió. Me siento al frente de su escritorio y papá a mi lado.
—¿Cómo te has sentido, Cordelia?
—me he sentido mejor
—siente un dolor constante en el pecho—miro a papá de soslayo, si me ha dolido un poco, pero he pasado por épocas iguales y es lo de siempre, nada diferente— las taquicardias han aumentado de frecuencia —si bueno eso también está ocurriendo
—he tenido épocas peores
Papá me mira de reojo, sé que después hablaremos de esto, pero es la verdad, he tenido épocas peores que la actual, de hecho, ahora se podría decir que estoy en mi mejor momento desde hace mucho tiempo.
—Cordelia—el doctor Pratt me sonríe de manera amable, es un viejecito entrando a sus 70, me recuerda a mi abuelo…bueno mi abuelo es un viejo cascarrabias, pero los dos son viejos— no debes ocultarme información, todo es relevante, incluso tu estado de animo
Arrugo la nariz con disgusto, papá asiente a mi lado.
—pero bueno, tus exámenes han llegado, hay una buena y una mala noticia
Ay como lo odio, es un cardiólogo infantil por lo que se ahorra toda la jerga médica y suele tratarme a mí y a mi padre como si fuésemos unos niñitos que no entienden mucho de la situación.
—diga la buena noticia primero doctor—papá parece preocupado, yo igual, de hecho, estoy sudando un poco.
—la buena es que no hay nada en tu corazón que necesite operación en este momento—las últimas palabras me saben un poco amargas— tu válvula sigue funcionando de manera óptima, por lo cual no necesita un cambio pronto
—¿y cuál es la mala noticia? —estoy algo nerviosa, incluso me estoy mordiendo la pulgar, cosa que no hago a menudo
—la mala es que tu anemia ferropénica sigue igual, y hasta el momento es la única causa probable que me indica que esa puede ser la razón de tus taquicardias —aprieto los labios, se lo que sigue— sé que consumes la medicina, pero si la medicina no va con un buen habito alimenticio poco efecto tiene, llevas mucho tiempo con anemia y eso me preocupa. Lamento decírtelo Cordelia, pero me da la impresión de que te estas conformando con la forma de vida que tienes ahora mismo
No rebato, ni digo nada, solo miro al suelo, porque en cierta parte tiene razón, me he conformado con no pasar por un quirófano.
—estas muy delgada, demasiado—él doctor Pratt empieza acomodar la pesa, se lo que viene—por favor
Me saco los zapatos del uniforme y la chaqueta— me salte el horario del almuerzo y la ultima hora para estar aquí— me subo a la pesa, el doctor empieza a mover unas cosas y al mismo tiempo me mide.
—un metro sesenta y cuarenta kilos—saca su celular y hace algunos cálculos—puedes bajarte—el doctor se queda en silencio mientras toma anotaciones en mi ficha medica— ¿saben lo que significa eso no es así? Tu índice de masa corporal es de 15.6, es decir que tu peso es demasiado bajo
Papá solo asiente, él lo sabe, yo lo sé, todo el mundo sabe que estoy muy delgada, y no del delgado del bonito, si no de un delgado enfermizo, un delgado que me ha hecho ir a la oficina de la psicóloga escolar para hablar sobre mis hábitos alimenticios, y mi autoestima.
—necesitas subir de peso, consumir más hierro, Cordelia