Sed de Sangre azul.

Prólogo.

La brisa movía el cabello rubio de ella, en sus ojos no cabía nada más que absoluta felicidad, tomada de las manos de Erick se sentía a salvo, se sentía en casa.

La brisa entonaba una canción melodiosa que se sentía cercana aunque los vientos no lo estuvieran, al parecer las tierras conocían lo que se avecinaba ya que el cielo a pesar de verse hermoso como siempre, se siente caótico en su máxima expresión, como una tormenta soleada con lluvia de vividos colores.

El cielo terminó de descubrirse y la luna dio un paso al frente alumbrando con absoluta serenidad sus rostros cuando él hizo su aparición.

Una voz de origen desconocido, más antigua que el mismísimo tiempo, se dice que él lo es todo, nunca nadie lo ha visto y por allí se cuenta que de sus manos caía el rocío de la lluvia, que era todo lo superior, nada había antes de él, más miles de cosas venían después.

—Yo, Erick Rousso, me arrodillo ante ti prometiéndote mi absoluta devoción ante la luna y las miles de estrellas presentes aquí, ante mis ojos ser la única mujer a la que daré hasta mi último suspiro, prometo ser quien calme cada uno de tus sollozos convirtiéndolos en aquellas sonrisas que tanto amo.

Todo se mantiene en un silencio sepulcral mientras aquellos dos se observan a los ojos olvidándose de todos los demás.

—Lucharé por ti, aunque en ello se me escape la vida, aunque no hayan esperanzas, aunque los contras abunden antes que los beneficios, luchare hasta el último de mis días si de ti se trata, porque daría lo que fuera con tal de ver el brillo que emana de tus ojos, destruiré a todo ser que se atreva a perturbar tu felicidad y mi espada será quien brinde justicia junto a mí en tu nombre

El agua caía de la cascada con fuerza, con ella ese viento caótico rondaba aún pero ni así lograba impedir lo que estaba a punto de ocurrir.

—Prometo ser quien derroque a cualquiera con tal de mantenerte tan alto como las estrellas, convirtiéndote en mi ser superior, se mi musa, mi más grande inspiración, —Dejo un beso en una de sus muñecas adornada con bellos dibujos dorados, —Conviértete en mi esposa y permíteme adorarte, prometo aprender a ser merecedor de un amor tan genuino como el tuyo, querida mía.

Una sonrisa se dibujó en medio de las lágrimas de ella, su semblante cambió a uno de amor puro, tomó un respiro zafándose de manera suave una de sus manos pasándola por su rostro.

—Yo, Narella Velyum prometo amarte hasta que mi corazón deje de latir, caminaré sobre el hielo con tal de encontrarte, seré quien se mantenga a tu lado aunque la marea intente derribarnos, el fuego dejará de arder para mi con cada uno de los pasos que dé para abrirte un camino seguro.

Acaricio su mejilla y la tierra comenzó a temblar y ni así sus ojos dejaron de derrochar intensidad, un amor intenso y duradero, eso era.

O tal vez, solo eso parecía.

—Mi corazón solo te quiere a ti y mi piel solo añora el tacto de tus dedos, aquí, frente a el agua brotante de aquella cascada y en presencia de todos los espíritus provenientes de la tierra acepto ser tu esposa, aceptó luchar por ti y si es necesario caeré en batalla con tal de protegerte, cada uno de mis deseos serán para ti, mis pensamientos son míos pero mis suspiros son tuyos, al igual que mi corazón y todo lo que desees tomar.

La brisa comenzó a caer en sus rostros cuando ambos miraron hacia el cielo.

—Os deseo buena vida, —Dijo aquel ser celestial al que no se le conocía por nada más que por "Él" —Que la luna bendiga cada una de sus promesas y que el sol haga que aquellas reluzcan, que la tierra sea fértil donde sea que vayan, planten con amor y aquello florecerá con vividez, sean dueños de su propia historia y que al cerrar los ojos aún puedan sentir la presencia del otro.

—Agradecemos cada uno de vuestros buenos deseos, nos compadecemos ante usted y brindamos nuestra fidelidad en su nombre, —Musitaron ambos al unísono.

Erick se levantó sin dejar de mirarla ni ella a él, ambos con los corazones sincerados y palabras resguardadas en el aire, todo aquello que tal vez no debía suceder sin embargo allí estaba, realizándose frente a todo ser posible.

Podían sentirlo, como si fuera la mejor decisión que podrían tomar en sus vidas, estaban seguros de que todo saldría perfecto, nada ni nadie podía opacar la felicidad que ambos sentían, su unión terminó cuando ambos juntaron sus labios en un dulce beso.

Los murmullos se oían por doquier, la felicidad era desbordante y todo ser quien tuviera algo de conciencia celebraba junto a ellos sin decadencia, completamente necios ante una catástrofe como la que estaba por venir.

Estaba hecho, después de todo, el corazón no se equivoca.

¿O si?

La fiesta de celebración comenzó y la danza del agua venía con ella, ambos comenzaron a danzar descalzos en la arena donde se habían transportado, cada paso que daban se acercaba más hacia el agua.

Siguieron bailando y el agua comenzó a abrirse para ellos, esta noche era suya, el 12 de mayo ya tenía sus iniciales marcadas en piedra.

—Todo será perfecto, —Aseguró Erick.

—¿Lo prometes? —Narella dio una vuelta en sus brazos mientras él pasaba la nariz fugazmente por su cabello.

—Lo prometo.

Y así continuaron por mucho tiempo, disfrutando de todos los lujos que la tierra podía proporcionarles. 

 




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