Llegó al hotel con tiempo de sobra, todavía quedaba media hora para que empezaran las entrevistas, pero a ella le gustaba llegar puntual a todas partes. No tardó mucho en encontrar la amplia sala donde esperaban todas las candidatas. Se sentó y echó un vistazo a su alrededor, había chicas de todas las edades y todas parecían estar igual de nerviosas que ella.
Cuando empezaron las entrevistas se dio cuenta de que ninguna chica volvía y eso le extrañó un poco. Pero no le dio demasiada importancia, supuso que lo descubriría cuando llegara su momento. Pasados 45 minutos oyó su nombre y se levantó como un resorte. Antes de entrar en el despacho tuvo que firmar un contrato de confidencialidad que le obligaba a no comentar con nadie quién era el cantante que se escondía tras aquella puerta. Todo muy ceremonioso.
Cuando por fin pudo entrar le temblaban tanto las piernas como si fueran de goma. Examinó el despacho, no tenía nada especial, una mesa grande, un sillón de cuero y una silla sencilla. En las paredes había dos cuadros de paisajes que daban cierta tranquilidad y unas estanterías con algunos libros. Cuando él se volvió creía que se caía de verdad. No sólo era el cantante que más de moda estaba en esos momentos, si no que precisamente era el culpable de que ella apagara con rabia la radio cada vez que sonaba cualquiera de sus canciones. No podía creer en su mala suerte. Estuvo a punto de dar media vuelta y salir corriendo antes de que él pudiera siquiera pestañear, pero una voz interior le recordó que necesitaba el trabajo, así que, haciendo de tripas corazón se sentó frente a él y esbozó una tímida sonrisa mientras él revisaba la lista sin duda buscando su nombre. Por fin la miró y sus miradas se clavaron la una en la otra. Él rompió el silencio carraspeando.
− Ainhoa, ¿Verdad?
− Sí − dijo ella con un hilo de voz que la sorprendió.
Su mirada se clavó en ella de nuevo y preguntó:
− Sabes quién soy, ¿Verdad?
− Claro que sí − dijo ella irónicamente, decir las cosas sin pensar la había metido en más de un problema a lo largo de su vida, pero ella no escarmentaba − Eres el Príncipe Español del Pop − al instante se arrepintió de sus palabras al ver cómo la miraba − lo siento.
Él la miraba divertido cruzándose de brazos y viendo los aspavientos que hacía.
− ¿Debo pensar que mi música no te gusta?− al ver que iba a hablar levantó una mano para que le dejase hablar − puedes ser sincera conmigo, no exagero si te digo que has sido la única que no se ha vuelto loca al verme, incluso más de una se ha puesto en ropa interior delante de mí, créeme, ha sido de lo más humillante.
− La verdad es que no me gusta tu música. Siempre que suena cualquiera de tus canciones tengo que quitar la radio, es superior a mis fuerzas. Lo siento, pero creo que no soy la persona adecuada para ser tu representante.
Hizo ademán de marcharse levantándose, pero Javier también se levantó y la agarró del brazo.
− Todo lo contrario, tú eres la persona que realmente necesito. Ya te he dicho antes que has sido la única que no ha reaccionado como una fan histérica al verme y eso para variar ha sido agradable − dijo haciendo una mueca divertida que a ella le hizo sonreír. Se volvieron a sentar − el trabajo es fácil, tendrías que estar siempre cerca de mí, viajar conmigo a todas partes, conocerías mundo, responderías mi correspondencia enviando fotografías firmadas por mí...el sueldo está bastante bien y creo que te permitiría vivir desahogadamente durante bastante tiempo.
Ella empezó a dudar, realmente necesitaba el dinero.
− ¿Tendría que convivir contigo?− preguntó con miedo.
− En principio no, pero cuando me vaya de gira tendrías que venirte conmigo y estar localizable para mí las 24 horas del día, eso es importantísimo − la miró con ojos suplicantes − por favor, estos 45 minutos han sido agotadores, no alargues mi agonía.
Ella tomó una decisión que le sorprendió. Se levantó, extendió su mano y dijo con una gran sonrisa.
− Acepto ser tu representante.