Cuando terminamos de cenar y pagar la cuenta, ayudo a Anna con su silla y salimos del restaurante.
–¡Cielos, qué aguacero! _Exclama Anna mirando la lluvia que cae sin piedad alguna.
Miro al cielo y observo las nubes color lila, llenas de agua. A pesar de ser las diez de la noche hay mucha gente en las calles, resguardadas en las aceras bajo el poco techo que sobresale de algunos negocios.
–Sí, creo que me tocará mojarme mientras logro conseguir un taxi. _Muevo la cabeza mirando de un lado para otro hacia las calles, pero no veo ningún taxi, solamente algunos autos estacionados. –Porque por lo que veo por acá no pasan muchos que digamos.
–Tienes razón. _Afirma Anna. –Cuesta mucho que por esta calle transiten taxis, a menos que lo llames con anticipación, pero no te preocupes, yo te llevaré. Mi auto es ese. _Señala un automóvil blanco de cuatro puertas y rápidamente corre hacia él mientras apunta con un pequeño control en su dirección. –¡Corre, anda! _Hago como me indica. Corro hacia la puerta de copiloto, la abro y entro.
–De nada sirvió que corriera, quedé empapado. _Murmuro mientras froto mi ropa y mi cabello.
–Lo sé. _Dice con una pequeña risa. –Quedé igual o peor que tú. _Me fijo en ella y reparo en su cabello mojado. Un poco de su maquillaje está corrido. Bajo la mirada y trago en seco observando su vestido pegado al cuerpo como una segunda piel, contorneado sus pechos, su pequeña cintura y sus piernas.
Anna inserta la llave y es cuando noto que sus manos tiemblan, sus labios, que ya no tienen nada de labial, lucen azules y su cuerpo se contrae con pequeños escalofríos.
Ella se está muriendo de frío y yo deleitándome con su cuerpo.
¡Soy increíble! Pienso con sarcasmo.
–Nena, enciende la calefacción. Estás temblando. _Toca unos botones hasta que poco a poco la temperatura aumenta. Los dos suspiramos con satisfacción al entrar en un poco de calor. –Ve hacia el este, yo te iré indicando por donde vivo. _Le digo cuando comienza a conducir.
–De acuerdo.
Cuando estaciona frente a mi edificio le digo:
–Te invito a entrar. _Ella parece dudar, así que refuto: –Vamos, estás mojada, todavía tienes frío... te daré algo seco para que te pongas, veremos alguna película, seguiremos hablando y... te haré chocolate caliente. _Luce tentada, pero no del todo convencida. –Le agregaré malvaviscos de vainilla. Tengo una bolsa enorme en mi cocina. _Termino de decir con una sonrisa gigante.
–Hecho. _Es lo único que responde.
Sonrío triunfante.
Nos bajamos del auto y vamos corriendo hacia la puerta del edificio.
–¡Qué lluvia, joven! _ Expresa don Hernán, el portero, a modo de saludo cuando nos abre la puerta.
–Sí, don Hernán y como verá nos tomó desprevenidos. _Él fija sus arrugados ojos en Anna y le sonríe dulcemente.
–Ya veo, joven, ya veo.
–Te presento a mi amiga Anna. _La presento cuando ambos se me quedan viendo. –Anna, él es don Hernán, el mejor portero de todo Seattle. _Los dos se sonríen y se dan la mano.
–Mucho gusto señorita. _Murmura don Hernán con voz apaciguada y halagadora.
–Igualmente, don Hernán. _Contesta Anna. Él suspira al escuchar su voz y yo trato de no reírme al ver que prácticamente se derritió con Anna.
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Editado: 19.10.2021