Escucho la alarma de mi celular sonar y cuando abro los ojos me siento un poco confundido al ver que mi recamara está a oscuras y que por la ventana no se filtra ni un solo rayo de luz, cosa que es extraño ya que cada vez que me despierto se nota que ya ha salido el sol, pero cuando pasan unos segundos mi mente se despeja un poco y recuerdo que consientemente puse la alarma para esta hora pues mi día va a ser un poco ajetreado como llevaba tiempo sin serlo.
Cuando respiro hondo para tomar fuerzas y levantarme, siento a Wendolyn poner su mano en mi ingle para luego acariciarle lento, pero firmemente. Me tenso inmediatamente sin saber cómo escapar de ella una vez más.
—Mmm, creo que todavía no te has despertado por completo. _Murmura ella con voz ronca.
Mueve su mano para meterla por dentro del bóxer y sé que es momento de detenerla por lo que le aparto la mano gentilmente y me levanto de la cama.
—Anda, Wen, no podemos entretenernos, debemos empezar a movernos. _Le digo, mi voz sonando igual de ronca que la suya.
—Solo serán diez minutos. _Incita levantando las cejas.
—No. Quedamos en que nos levantariamos temprano para que empieces a empacar tus cosas y yo irme a mi cita para venir a ayudarte con la mudanza. _Le recuerdo.
—Ya lo sé, pero por unos minutos no pasa nada. _Hace un puchero y luego suspira. —Da igual. Ya me voy a levantar.
—De acuerdo. Pasaré al baño y luego haré algo rápido de desayunar. _Salgo casi volando de la habitación completamente aliviado de haberla eludido una vez más
Y es que desde que desperté aquella mañana y me di cuenta que Wendolyn ya no me provoca nada he hecho hasta lo imposible por evitar volver a intimar con ella. Me siento pésimo por hacer esto, debería simplemente terminar con ella y dejar las cosas claras, pero no sé por qué no lo hago.
Voy al baño rápidamente a hacer mis necesidades. Lavo mi rostro y cepillo mis dientes para luego ir a la cocina y preparar algo de desayuno.
Por supuesto primero pongo la cafetera a funcionar y luego abro el refrigerador para ver si así se me ocurre que podemos comer.
Tomo huevos, un poco de queso y tocino para freírlo y comerlo con unas rebanadas de pan de molde.
Para cuándo Wendolyn aparece en la cocina ya tengo el desayuno casi servido.
—Esto está casi listo. Siéntate que ya casi te sirvo. _Le digo mientras verifico que el último tocino esté bien tostado.
–¿A qué hora llegas para ayudarme con la mudanza? _Pregunta Wendolyn dándole un mordisco al pan.
—Imagino que tipo once de la mañana ya estaré aquí a menos que las otras personas se demoren en sus presentaciones. _Contesto.
Hoy tengo una cita en una guardería donde me invitaron a ir y hacer una pequeña presentación de mi empresa y a lo que me dedico. Es algo así como para que los niños empiecen a soñar con lo que quieren ser de grandes, así que me invitaron a mí y a otras personas con diferentes trabajos para ir y explicarles a esos niños nuestras profesiones.
—No entiendo porque quieren hacer esto si esos niños no entienden nada todavía. Son muy pequeños, ellos solo piensan en jugar, comer, ensuciar y dormir. _Añade Wendolyn con irritación.
—Wen, me sorprende que tú siendo trabajadora social tengas un pensamiento tan tonto. Claro que esos niños ya entienden muchas cosas, empiezan a tener ilusiones y sueños, así que es perfecto que conozcan muchas profesiones y tal vez de grandes se inspiren en este día para dedicarse a algo de los conocerán hoy.
—No dudo que hayan niños que ya entiendan eso, pero son la minoría, el resto sólo piensan en lo que ya te dije. _Termina de sorber su café para luego levantarse a dejar los platos sucios al fregadero.
—Mira, no quiero discutir contigo. Voy a bañarme y a cepillarme los dientes para irme. _Dicho eso me voy de la cocina.
Cuando salgo del baño tomo mi maletín ya que guarde unos cuantos objetos (gemas) propios de mi negocio, los cuales usaré para mi presentación. También guardé una llave maya donde van metidas diapositivas y algunos cuantos papeles por si me da chance de ir al trabajo.
Cuando termino de aplicarme loción salgo y me encuentro a Wendolyn guardando en cajas unos quince pares de zapatos suyos.
Levanta la cabeza para mirarme.
—¿Ya te vas? _Pregunta.
—Si. No quiero que se me haga tarde. _Me acerco a ella y le planto un beso en los labios. —Te veo ahora, chao.
—Que te vaya bien, cariño, nos vemos ahora, te amo. _Me devuelve el beso y se separa de mí para volver a empacar.
La guardería: Pequeñas estrellas ABC, es increíblemente colorida desde afuera, lo cual tiene sentido ya que debe tener un aspecto llamativo y divertido para que los niños les guste y a los padres les agrade la idea de inscribir a sus hijos en este lugar.
El recinto está encerrado en muros pintados con nubes y arcoiris, y el portón principal es de hierro color negro, pero también tiene pintados niños haciendo muchas actividades. En la parte superior del portón hay un letrero con el nombre de la guardería.
Cuando estoy al frente toco el timbre y a los segundos un señor me abre dicho portón.
—Buenos días, ¿En qué le puedo ayudar? _Pregunta el hombre con voz amable.
—Buenas, soy Kerdyn Woolf. Vengo para la presentación...
—Oh, la presentación de los preescolares, ya veo. ¡Pase, pase! _Abre el portón completamente para dejarme pasar. —Adentro ya hay mucha gente que viene a lo mismo que usted. Los niños ya llevan en clases una hora o algo así, deben estar emocionados por esta actividad, pero usted
primero debe ir a la dirección a presentarse con la señora directora ya que ella le dará unas cuantas palabras. _Llegamos a unas oficinas cuando el señor deja de hablar. Me sorprende que hablara de esa manera tan elocuaz.
—¿La directora está con la demás gente que viene a la presentación? _Pregunto nervioso. Si la directora está reunida con ellos voy a quedar mal como si estuviera llegando tarde, cosa que no es así.
—Oh, no, ella me dijo: Ronald pasa a los invitados a mi oficina conforme vayan llegando, así que eso es lo que hago, pero los invitados pasan mucho allá dentro y cuando sale se dirigen a las afueras del aula de los niños y esperan que lleguen todos para empezar.
Siento alivio de que será a solas la visita a la directora lo que me da más confianza, pues me incomodan los grupos de personas al ser algo laboral, es extraño.
—Muy bien, pues gracias por acompañarme hasta acá, Ronald. _Extiendo la mano para despedirme de él.
—De nada, señor. Cualquier cosa estoy por aquí afuera por si necesita algo. _Dice cuando aprieta mi mano y luego la suelta. —Por cierto la oficina de la directora es la última a la izquierda.
Camino hacia donde me indica Ronald y cuando me acerco veo unos bancos largos de hierro forjado, apostados a cada lado del pasillo y en uno de los bancos, en el de lado izquierdo, hay un niño sentado completamente quieto.
Al acercarme puedo ver sus lágrimas silenciosas caer, pero él está inmóvil.
Siento que la ternura me invade al verlo en ese estado. Su cabello es castaño con un corte moderno y una sola raya de lado izquierdo de su cabeza, su tez es blanca y su pequeño rostro es completamente dulce. Cuando me acerco puedo ver sus ojos azules completamente vacíos como si su cuerpo estuviera aquí, pero su alma no.
No queriendo perturbarlo más me dirijo al puesto de la secretaría de la directora y me presento, pero entre sonrojos y coqueteos me dice que me siente y espere mi turno mientras me anuncia.
Camino hacia los bancos de nuevo y el niño sigue en la misma posición. Cuando llego decido sentarme en el banco que está al frente suyo para no incomodarlo o cualquier cosa por el estilo.
Ya sentado me pierdo en mis pensamientos divagando sobre Wendolyn, como lo he hecho últimamente y por supuesto, también pienso en Anna.
—¿Tú también estás castigado? _ Escucho un susurro y miro en ambas direcciones del pasillo para ver quién me habló, pero sólo estamos el niño y yo así que centro mi mirada en él para toparme fijamente con sus ojos.
—No, no estoy castigado, ¿tú si? _Pregunto curioso, pues el niño parece que no rompe ni un plato.
El suspira profundo como si cargara todos los problemas del mundo en sus pequeños y frágiles hombros mientras restriega sus manos constantemente.
—Todavía no, pero seguro que voy a estarlo. _Deja de restregar sus manos y se vuelve a quedar quieto.
—¿Y por qué van a castigarte? _¿Por qué estoy preguntándole eso? Seguro hizo una pequeña travesura.
—Es difícil de explicar. _Comenta escuetamente sonando más como un adulto que como el niño que es.
—Ya veo, _Le digo y no sé porqué añado: —a veces es más fácil expresarnos con desconocidos que con alguien a quién conocemos, quizás porque no tememos si el desconocido nos juzga o no, solo queremos desahogarnos con alguien. No sé si me entiendes.
El niño me mira fijamente y asiente pensativo.
—Es como con mi tito, sé que puedo contarle secretos y cosas, pero hay algunas de esas cosas que cuando se las cuento se pone triste, corre hacia mi mamá como con miedo o me dice que no me preocupe por eso, que no pasa nada, pero sí que pasa, lo veo en los ojos de mi mamá. _Su ceño se frunce un poco mientras me analiza de pies a cabeza. —¿Si te cuento no me dirás que no pasa nada?
—Claro que no, solo te escucharé y si puedo te daré un consejo. _Suelto sin pensar.
En serio, Kerdyn, ¿qué estás haciendo? Estás hablando con un niño como si se tratara de un adulto.
—Bien. _Suspira y mira hacia la izquierda donde está la secretaria de la directora y es cuando veo su mejilla derecha con el comienzo de un moretón de color entre rojo y purpura. —Estaba en mi clase prestando atención a mi maestra cuando siento un golpe en la cabeza, me giré para ver quién me había golpeado y era mi compañero Bramdon. Le dije que qué le pasaba y me dijo que si había vuelto a llorar y asustarme por escuchar a mi mamá llorar y gritar por las noches. Varios compañeros lo
escucharon y empezaron a reírse así que me lancé encima de Bramdon y lo golpeé, pero él me golpeó también. _Se señala la mejilla que cada segundo que pasa se torna más oscura.
—Espera, espera. _Lo detengo sin entender bien. —¿Golpeaste a tu compañero porque te preguntó eso? ¿Que tiene de malo?
—Bramdon era... _Se detiene y lo veo tragar grueso. —Era mi mejor amigo, así que le conté mi secreto. Le dije que escuchaba a mi mamá en las noches gritando y llorando, le dije que eso me asustaba mucho y me ponía triste así que yo también lloraba y él me dijo que si mi mamá estaba loca, le dije que no, que la escuché a ella hablar con mi tito de que algo malo le pasó y que aveces sueña con eso. _Se detiene y mira sus manos para luego observarme fijamente. —Ella no está loca, algo muy feo le pasó. No sé que es, ni ella ni mi tito me lo cuentan, pero eso le da miedo a ella y a mi también. Entonces cuando le conté eso a Bramdon me dijo que era un raro y mi mamá una loca, le contó mi secreto a casi todos y ahora se burla de mi por eso.
Cuando escucho su relato puedo imaginar que algo grave le ocurrió a su madre.
—Así que hoy, cuando te dijo eso en clases, te defendiste y por eso te mandaron a la dirección? _Pregunto cuando creo que termina y entiendo el problema.
—Si. _Contesta escueto nuevamente.
—¿Y por qué solo a ti te mandaron a la dirección? ¿dónde está Bramdon?
—A los dos nos mandaron con la directora... él está adentro con ella. _Señala hacia la oficina de la directora.
—Ya veo, mira... _Me detengo sin saber cómo llamarlo. —¿Cuál es tu nombre?
—Soy Thomas. _Me brinda su mano derecha en un saludo formal, lo que me vuelve a sorprender.
—Soy Kerdyn, mucho gusto Thomas. _Le devuelvo el saludo sonriendole amablemente. —Mira Thomas, como consejo te digo que debes hablar seriamente con tu mamá y explícale que lo que le pasa a ella te afecta a ti, que entiendes si no puede contarte lo que le pasa, pero que al menos no te excluya de lo que ella siente, pues a ti te entristece y te da miedo. Dile eso y verás que ella entenderá, ¿de acuerdo?
—Si, así lo haré. Mi mamá no es mala y tienes razón, ella me va a entender. _Dice mientras sus hombros empiezan a relajarse.
—Con respecto a Bramdon, debes saber que muchas veces las personas no son lo que aparentan y no terminamos de conocerlas hasta que nos traicionan, como hizo Bramdon, así que lo que puedo aconsejarte es que estés en paz contigo mismo, tú confiaste en él, fuiste un buen amigo, mientras que él te traicionó y se burló de ti. La próxima vez que él lo haga solo dile que no piensas ponerte a su nivel y que debería aprender a ser un buen amigo. Si con eso no se queda callado y no deja de molestarte, entonces lo reportas con la maestra o la directora, pero no vuelvas a pelearte con él, los golpes no llevan a nada bueno. Nunca.
—Mi mamá dice lo mismo y yo también lo creo, pero quise pelear por mi mamá _Aclara con las manos cerrada en puños.
—Quieres decir que quisiste defenderla, pero tú mismo lo dijiste, a tu mamá no le gusta la violencia, ella odiaria que tu te metas en peleas, aunque sea por ella.
—Tienes razón, seguro mi mamá también me va a castigar. _Murmura cabizbajo.
—Tranquilo, campeón, seguro que ella lo entenderá por esta vez, pero como te dije, no debes volver a hacerlo ¿de acuerdo?
—Si, no lo vuelvo hacer y le diré a Bramdon lo que me dijiste.
—Eso es, te aseguro qu...
—¿Thomas Dempesey? _Llama la secretaria.
—¡Voy! _Contesta Thomas mientras se levanta. Me sorprendo al escuchar su apellido, que casualidad que sea el mismo que el de Anna. —Gracias por conversar conmigo, hasta luego. _Se despide y estrechamos las manos de nuevo.
—Igualmente, Thomas. _Respondo sonriendo y luego lo veo caminar hacia la oficina de la directora.
Sonrio recordando toda la conversación con ese niño tan extraño. Creo que es el niño más maduro que he conocido en mi vida.
Me empiezo a preguntar como le estará yendo ahí dentro cuando lo veo salir de la oficina.
—¡Kerdyn Woolf! _Llama automáticamente la secretaria.
—¡Voy! _Respondo de la misma manera que hizo el niño anteriormente. Camino hacia la oficina y cuando Thomas y yo estamos de frente él alza su pulgar en señal de que le fue bien y me lanza una sonrisa impresionante que lo hace ver, por primera vez, como un niño y yo se la devuelvo sintiendo un calorcito en el corazón. Él se va corriendo por el pasillo y yo entro a la oficina de la directora.
Ella es una mujer alta, delgada, labios delgados, quijada alargada y sus ojos son rasgados color negro.
...me recuerda que un pájaro...
—Señor Kerdyn, es un gusto conocerlo al fin. _Saluda ella mirándome de arriba abajo. —No pensé que fuera tan joven. _Ronronea y me tenso.
—Es un gusto conocerla, señora directora. _Contesto, tratando de poner mi voz lo más ronca y seria posible.
—Siéntese, por favor. _Me señala unas sillas negras de cuero que se ubican frente a su escritorio.
Me siento y ella empieza a darme una mini charla de lo que quiere que mi presentación se enfoque.
—Y eso sería todo. _Termina diez minutos después. —Créame que así los niños entenderán perfectamente su profesión.
—De acuerdo, haré como me aconseja. _Concluyo.
—Bien, entonces acompañeme. Lo llevaré al salón donde serán las presentaciones.
Salimos de la oficina y pasamos frente a la secretaria. Cuando vamos solos por el pasillos siento que esa señora, la directora, me toca y apreta el trasero, pego un salto asustadizo de ella.
—Lo siento, solo quería ver si era tan fuerte como aparenta... y así es. _Asiente y sonríe perversamente.
—No lo vuelva a hacer. _Advierto y me alejo lo más que puedo de ella. La veo lanzarme una mirada de añoranza mientras continúa caminando.
Un escalofrío me recorre haciendo que me estremezca.
No tengo idea de qué pensar acerca de eso.
La presentación termina a las doce y media, me despido de todos, incluyendo de Thomas, ya que resultó que era a su grupo a quien íbamos a presentarnos.
Cuando regreso al departamento, Wendolyn tiene casi todo listo, pero como era de esperar, me recrimina la hora en la que llegué. Suspirando le explico que la presentación duró más de lo que pensé y parece tranquilizarse.
Trato de agilizar la mudanza para volver a tener mi espacio y tranquilidad de nuevo, así que a las cuatro de la tarde, cuando dejo a Wendolun completamente instalada en un departamento que queda a unas cuantas calles de mi edificio, siento que puedo respirar mejor.
#47878 en Novela romántica
#12519 en Joven Adulto
mejores amigos amor complicado, amor miedos hijo pasado secreto, amor en el trabajo amistad lealtad y amor
Editado: 19.10.2021